Similitudes y divergencias entre los dos mejores pilotos de la F-1 al llegar a su sexta corona mundial.
Entre el sexto título mundial de Michael Schumacher (2003) y el de Lewis Hamilton logrado el domingo en Austin han pasado 16 años, pero la línea que los une es más firme y continua de lo que se podía imaginar. Podría decirse que el hexacampeón inglés es el sucesor natural del Káiser : de Michael heredó el coche, el equipo y hasta el ingeniero de carrera, Peter Bono Bonnington, el cerebrito detrás de la radio desde que se unió a los de Brackley en el 2013, fichado por Ross Brawn, el antiguo jefe de Schumi . Un análisis detallado permite comprobar los paralelismos entre las dos leyendas de la F-1, separadas ya por una sola corona.
LA EDAD DE LA MADUREZ
Nacieron con 16 años de diferencia (1969 el alemán, 1985 el inglés), en el mismo mes de enero (el día 3, Schumacher; el 7 Hamilton), la primera de las coincidencias entre dos pilotos que, en épocas diferentes –sus carreras se solaparon en seis temporadas (2007-2012)–, han seguido caminos paralelos en la F-1: ambos debutaron con 22 años (en 1991 Michael, en el 2007 Lewis) y la sexta corona la conquistaban a los 34, con poco más de un mes de diferencia: en el mismo grado de madurez, siguiendo pasos similares en resultados por edad.
LOS COCHES DOMINANTES
En ambos casos, los hexacampeones supieron extraer el máximo provecho del bólido más dominante de sus respectivas épocas. En el caso de Schumacher, un Ferrari que pasó el rodillo cinco años seguidos en la era de los 10 cilindros (en especial el 2002 y el 2004) sobre McLaren, Williams y BAR-Honda. Y en el caso de Hamilton, su hegemonía se ha sustentado sobre la base de un Mercedes que ha sido el dominador absoluto en la era híbrida de los motores mixtos de combustión y eléctricos (desde el 2014), gracias a su mejor y mayor desarrollo en esta tecnología. Una superioridad plasmada en las tremendas palizas y enormes distancias sobre los Ferrari, su primer rival, y los Red Bull (2014 y 2016).
LA SUPERIORIDAD ABSOLUTISTA
Tanto en Schumacher como en Hamilton, sus imperios se han caracterizado por una superioridad abrumadora: han logrado sus títulos arrasando, en mayor o menor medida, a sus rivales. Basta con echar una ojeada a sus números, muy elocuentes: en la cantidad de victorias por año, Schumacher logró 8,6 triunfos de media por temporada en sus seis años con título (de los 6 del 2003 a los 11 del 2002), y Hamilton eleva la cifra a un promedio de 9,3 victorias (de los 5 del 2008 a los 11 del 20014 y el 2018) –y todavía le faltan 2 GP–. También barrieron con números similares en poles y en podios (teniendo en cuenta que las temporadas de Schumacher tenían entre 2 y 5 grandes premios menos).
DOS EQUIPOS
Pese a que Schumacher se estrenó en la F-1 con un Jordan (un único GP, el de Bélgica 1991), su carrera de éxitos discurrió con dos equipos, como Hamilton. El alemán triunfó primero con un Benetton (propulsado por Ford en 1994 y por Renault en 1995) y cinco años seguidos con un Ferrari; y el inglés lo ha hecho con McLaren (2008) y con Mercedes (los otros cinco), aunque, curiosamente, en ambos coches, con propulsor Mercedes (si bien, uno gasolina y otro híbrido). LA EXPERIENCIA ACUMULADA
Aunque la edad es la misma (34), Hamilton alcanza su 6.º título con más mili que Schumacher, en su 13.º curso en la F-1: con 245 grandes premios disputados. Un volumen de kilómetros y carreras superior al que acumulaba Schumi, en su 12.ª temporada (la primera corrió sólo 6 carreras), con 194 GP. Son 51 carreras de diferencia (que se explica por el mayor número de pruebas anuales, 19 o 20 desde el 2010), que dan más bagaje a Lewis. LA RIVALIDAD
En este aspecto reside una de las principales divergencias en el modo de lograr los títulos: Hamilton ha hecho frente a una rivalidad más interna que externa, procedente de su compañero de equipo, mientras que Schumacher tuvo que pelearse más con rivales de otras escuderías. Así, el inglés se jugó 3 de los 6 títulos con su vecino (Rosberg en el 2014 y 2015, además del 2016 que perdió; Bottas este año), que llegó a arrebatarle 18 victorias; mientras que el alemán se disputó 5 de los 6 cetros con rivales de otros equipos y uno solo contra su compañero (Barrichello), que sólo le restó 9 victorias. Es decir: Hamilton tenía más al enemigo en casa, fruto de la superioridad mecánica del Mercedes sobre el resto.
Entre el sexto título mundial de Michael Schumacher (2003) y el de Lewis Hamilton logrado el domingo en Austin han pasado 16 años, pero la línea que los une es más firme y continua de lo que se podía imaginar. Podría decirse que el hexacampeón inglés es el sucesor natural del Káiser : de Michael heredó el coche, el equipo y hasta el ingeniero de carrera, Peter Bono Bonnington, el cerebrito detrás de la radio desde que se unió a los de Brackley en el 2013, fichado por Ross Brawn, el antiguo jefe de Schumi . Un análisis detallado permite comprobar los paralelismos entre las dos leyendas de la F-1, separadas ya por una sola corona.
LA EDAD DE LA MADUREZ
Nacieron con 16 años de diferencia (1969 el alemán, 1985 el inglés), en el mismo mes de enero (el día 3, Schumacher; el 7 Hamilton), la primera de las coincidencias entre dos pilotos que, en épocas diferentes –sus carreras se solaparon en seis temporadas (2007-2012)–, han seguido caminos paralelos en la F-1: ambos debutaron con 22 años (en 1991 Michael, en el 2007 Lewis) y la sexta corona la conquistaban a los 34, con poco más de un mes de diferencia: en el mismo grado de madurez, siguiendo pasos similares en resultados por edad.
LOS COCHES DOMINANTES
En ambos casos, los hexacampeones supieron extraer el máximo provecho del bólido más dominante de sus respectivas épocas. En el caso de Schumacher, un Ferrari que pasó el rodillo cinco años seguidos en la era de los 10 cilindros (en especial el 2002 y el 2004) sobre McLaren, Williams y BAR-Honda. Y en el caso de Hamilton, su hegemonía se ha sustentado sobre la base de un Mercedes que ha sido el dominador absoluto en la era híbrida de los motores mixtos de combustión y eléctricos (desde el 2014), gracias a su mejor y mayor desarrollo en esta tecnología. Una superioridad plasmada en las tremendas palizas y enormes distancias sobre los Ferrari, su primer rival, y los Red Bull (2014 y 2016).
LA SUPERIORIDAD ABSOLUTISTA
Tanto en Schumacher como en Hamilton, sus imperios se han caracterizado por una superioridad abrumadora: han logrado sus títulos arrasando, en mayor o menor medida, a sus rivales. Basta con echar una ojeada a sus números, muy elocuentes: en la cantidad de victorias por año, Schumacher logró 8,6 triunfos de media por temporada en sus seis años con título (de los 6 del 2003 a los 11 del 2002), y Hamilton eleva la cifra a un promedio de 9,3 victorias (de los 5 del 2008 a los 11 del 20014 y el 2018) –y todavía le faltan 2 GP–. También barrieron con números similares en poles y en podios (teniendo en cuenta que las temporadas de Schumacher tenían entre 2 y 5 grandes premios menos).
DOS EQUIPOS
Pese a que Schumacher se estrenó en la F-1 con un Jordan (un único GP, el de Bélgica 1991), su carrera de éxitos discurrió con dos equipos, como Hamilton. El alemán triunfó primero con un Benetton (propulsado por Ford en 1994 y por Renault en 1995) y cinco años seguidos con un Ferrari; y el inglés lo ha hecho con McLaren (2008) y con Mercedes (los otros cinco), aunque, curiosamente, en ambos coches, con propulsor Mercedes (si bien, uno gasolina y otro híbrido).
LA EXPERIENCIA ACUMULADA
Aunque la edad es la misma (34), Hamilton alcanza su 6.º título con más mili que Schumacher, en su 13.º curso en la F-1: con 245 grandes premios disputados. Un volumen de kilómetros y carreras superior al que acumulaba Schumi, en su 12.ª temporada (la primera corrió sólo 6 carreras), con 194 GP. Son 51 carreras de diferencia (que se explica por el mayor número de pruebas anuales, 19 o 20 desde el 2010), que dan más bagaje a Lewis.
LA RIVALIDAD
En este aspecto reside una de las principales divergencias en el modo de lograr los títulos: Hamilton ha hecho frente a una rivalidad más interna que externa, procedente de su compañero de equipo, mientras que Schumacher tuvo que pelearse más con rivales de otras escuderías. Así, el inglés se jugó 3 de los 6 títulos con su vecino (Rosberg en el 2014 y 2015, además del 2016 que perdió; Bottas este año), que llegó a arrebatarle 18 victorias; mientras que el alemán se disputó 5 de los 6 cetros con rivales de otros equipos y uno solo contra su compañero (Barrichello), que sólo le restó 9 victorias. Es decir: Hamilton tenía más al enemigo en casa, fruto de la superioridad mecánica del Mercedes sobre el resto.
EL CARÁCTER
Poco o nada tienen que ver en el modo de ser Lewis y Michael. El alemán siempre fue una persona familiar, más introvertida, más ruda y limitada en el trato –menos diplomática podría decirse–, que basó su reinado en una gran disciplina de trabajo y una estructura de equipo (Jean Todt, Ross Brawn, Rory Byrne, Nicolas Tombazis). Hamilton se refugia en la fidelidad de un entorno reducido –su ingeniero Bono, su fisio Angela Cullen–, se muestra como un personaje extravagante, dado al divismo y los actos promocionales, con una potente imagen pública multiplicada por las redes sociales, y con ansias de trascender socialmente con un mensaje ecologista. Fuera de la pista tiene un guante de seda, mide las palabras, sabe hablar; es un seductor.
EL PILOTAJE
Ambos pilotos “son muy agresivos –analiza Pedro de la Rosa para La Vanguardia–, pero hay algo que los diferencia: Schumacher fue un piloto muy duro, era más de la escuela de Ayrton Senna, la de “el fin justifica los medios”, como demostró jugándose los títulos de 1994 con Hill y de 1997 con Villeneuve”. Por su parte, Hamilton “tiene un punto más de agresividad y de habilidad, de saber adaptarse muy rápido a coches, equipos o condiciones meteorológicas, a cualquier variable nueva que le venga. Además, tiene un punto de fair play que Michael nunca tuvo”. Como decía Jacques Villeneuve, “Lewis es más caballero en la pista; Michael faltaba al respeto a los demás pilotos”. Lo sufrió en sus carnes.