¿Por qué el modelo de Milei es insustentable aún con el apoyo estadounidense?

¿Por qué el modelo de Milei es insustentable aún con el apoyo estadounidense?

“No podemos decir que no haya salvataje y que todo esto desborde en una devaluación que afectaría a los sectores más vulnerables de la sociedad”, sostuvo Felisa Miceli, ex ministra de Economía, quien advirtió que “a esta situación nos lleva la propia impericia y el mal manejo de la gestión económica del gobierno”. "No sabemos qué están haciendo con los pesos que nos compraron, dónde están invertidos" expresó la ex presidenta del Banco Nación en Modo Fontevecchia, por Net TV y Radio Perfil (AM 1190).

Felisa Miceli es economista argentina, cursó sus estudios en la Facultad de Ciencias Económicas en la Universidad de Buenos Aires, recibiéndose como licenciada en Economía a los 22 años. Se desempeñó como presidenta del Banco Nación entre 2003 y 2005 y fue ministra de Economía y Producción de la Argentina entre 2005 y 2007, siendo la primera mujer en ocupar ese cargo.

Qué difícil para la oposición, en este caso el peronismo, la situación actual, porque si se pusiera en contra del salvataje generaría perjuicios que afectarían en mayor proporción los sectores más populares. Y al mismo tiempo, la contradicción que genera haber llegado a esta situación. ¿Cómo lo procesa usted?

De la misma manera. Lo he pensado bastante porque el lugar que nos queda a la oposición, y sobre todo a los economistas del peronismo, es difícil porque no podemos decir que no haya salvataje y que todo esto desborde en una devaluación que afectaría a los sectores de ingreso fijo, que son los más vulnerables de la sociedad: los jubilados, los asalariados, los que reciben planes. Ahora bien, dicho esto, digo que a esta situación nos lleva la propia impericia y el mal manejo de la gestión económica del gobierno. No es que llegamos acá por culpa de algo que pasó extraordinariamente. Hay un tema de mala gestión, de llevarnos hasta este punto, de necesitar depender de este salvataje cuyas formas y contenidos todavía no conocemos en detalle.

Se habla del famoso swap de monedas. Se habla de esto de que ciertos bancos, por orden del Tesoro de los Estados Unidos, compraron pesos. Pero no sabemos en qué cantidad, cuánto cobraron esos bancos por hacer esa operación por cuenta y orden del Tesoro norteamericano. No sabemos qué están haciendo con los pesos que nos compraron, dónde están invertidos. ¿Van a ser fuga posterior por un carry trade? Seguramente no van a dejar los pesos frenados ahí en el Tesoro; los invertirán o en bonos argentinos o en un plazo fijo a tasa de interés en nuestro país y después recomprarán la moneda. Como ya lo dijo Bessent, “apostamos a que el dólar baje y, de esa manera, estos aportes que estamos haciendo se van a convertir en un muy buen negocio”. Veamos cuánto dura este buen negocio. Veamos que a este punto hemos sido llevados por los sucesivos fracasos de la política económica, que siempre fueron salvados por dólares adicionales. Esto es una incógnita.

¿Alcanza con el respaldo de EE.UU.?

Hace dos años Roberto Lavagna nos dijo: “Esto puede durar dos años, y después la cantidad de tiempo que Estados Unidos esté dispuesto a poner dólares”. ¿Por qué, a priori, se sabía que no podía durar?

Hay una cuestión estructural que tiene que ver con la colocación de nuestros productos en el exterior y lo que necesitamos importar. A medida que el dólar se abarata, las exportaciones se hacen menos competitivas, podemos exportar cada vez menos, y, en cambio, las importaciones se hacen cada vez más abultadas, más numerosas, implican mayor uso de divisas. ¿Qué pasa en un país como el nuestro, que solo puede generar dólares con un saldo positivo del comercio exterior?. Es decir, si las exportaciones se reducen y las importaciones suben, ese saldo positivo del comercio exterior es cada vez menor.

Al ser menor, no alcanza para pagar todos los compromisos de servicios y financieros que tenemos. Entonces, empieza a haber una falta estructural de dólares. Además, cuando el tipo de cambio se atrasa, usted ve que muchos argentinos atesoran o viajan al exterior y demandan divisas, o compran en el exterior con este fenómeno que es la compra con tarjeta de crédito en plataformas globales de venta de distintos tipos de productos. Y eso se lleva todas las divisas.

Todos los países del mundo tienen una cuenta de pagos entre lo que venden y lo que importan. Y, en líneas generales, todos, si necesitan importar más de lo que van a exportar, tienen un problema de déficit. Por lo tanto, uno puede decir que eso se corrige con un dólar más alto, un dólar más barato, sea el país del mundo que sea. Ahora, esa situación puede cambiar si aparecen nuevos sectores exportadores. Como pareciera ser en el caso de la Argentina que para 2030 se duplicarían las exportaciones per cápita porque se agregaría la minería, Vaca Muerta a pleno y también el agro. Eso cambiaría la receta económica de la Argentina. Es decir, un país que pasara a no tener más problemas de limitaciones de dólares. ¿Cambiaría la economía argentina para bien? ¿Tendría efectos secundarios en aquellas industrias que no sean competitivas? Porque el precio del dólar depende de la cantidad de exportaciones y de la cantidad de importaciones que un país tiene que hacer.

Acá tendríamos varios problemas. Hay que analizarlos. Primero, que la relación con el exterior, con el resto del mundo, no se da solo en la faz comercial: se da también en la faz financiera. Y Argentina tiene un grave problema que no tienen otros países de la región, que es unos cronogramas de vencimiento de deuda externa en moneda dura que superan holgadamente, aun en el mejor flujo comercial que podamos tener. Y esto hace que la demanda de divisas sea permanente. Lo ha dicho el ministro Caputo, dijo: “Hemos tenido y hemos generado dólares, pero se nos han ido porque hemos estado pagando deuda todo el tiempo”. Y este pago de deuda no achicó la deuda: se han pagado los intereses, el capital sigue estando ahí, generando una masa muy importante de vencimientos en intereses para los próximos años, muy grande.

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Al mismo tiempo, este gasto de los argentinos en el exterior y que no haya un turismo receptivo, implican que por el lado de ese rubro también se van muchos dólares. Entonces, podemos ir teniendo una mejora en la cantidad exportable. Pero, al no solucionarse los otros problemas, se van a ir todas en pago de deuda, en pago de servicios de turismo, de servicios comerciales, etcétera. Otro problema que veo, que genera este tema de basarnos en exportaciones primarias, es el tema del empleo. Argentina tiene una estructura de dotación de factores productivos, es decir, población, recursos naturales, capital, muy particular. Y en esa particularidad, los sectores primarios no completan la necesidad de demanda de empleo que debe generarse para que la población viva bien.

Entonces, podremos tener un país que exporte, podremos tener un país que importe también, que es lo que sanamente hace cualquier país en el mundo, pero no nos va a alcanzar, por un lado, para pagar la deuda y, por el otro, para dar satisfacción a las necesidades laborales y de vida de la población.

Ahora, pareciera ser que entonces, dado que no habría manera, por más que tengamos Vaca Muerta a pleno, el cobre, el litio y la parte agrícola a pleno también, no hay manera de que se pueda pagar la deuda al mismo tiempo, aun con una balanza comercial muy positiva. Entonces, la lógica sería que la única alternativa que queda, dado que esa deuda la tenemos, y dado que parece que si uno defaulteara las pérdidas serían mucho mayores, o sea, no queda otra alternativa que generar un capital crediticio frente a los acreedores que permita renovar la deuda. Entonces, de alguna manera, somos prisioneros, estamos obligados a eso.

Bueno, pero fíjese, que con este modelo económico eso es casi una misión imposible. ¿Por qué? Porque, como no tenemos suficientes divisas, por más que hoy las ponga Estados Unidos, hace unos meses el Fondo Monetario, antes el blanqueo, las retenciones reducidas de la soja, etcétera, como no se acumulan reservas, los mercados financieros no creen en que esto va a ser sustentable. Y, por lo tanto, comienzan el retiro de los fondos que ingresaron, y ahí es necesario conseguir todavía más dólares. O sea, el riesgo país sube. Estos modelos son insustentables en sí mismos.

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Porque, como no acumulan reservas, los mercados ven que los aportes externos de dólares son transitorios y en algún momento empiezan a desconfiar. Y hacen subir el riesgo país, y no hay manera de volver a negociar con los mercados la reestructuración, o un refinanciamiento o un alargamiento de plazos en materia de deuda externa, o renovándola de acuerdo a las reglas del mercado. Entonces, es muy difícil que de acá surja una solución, en la medida en que se continúe con este esquema.

No sé cómo colocar a Javier Milei en un sentido ortodoxo, pero me parece que, así como en los heterodoxos van desde los marxistas a los desarrollistas, en los ortodoxos también hay personas muy centradas y personas muy extremas ¿Puede ser que Javier Milei haya creído más en el flujo que en el stock? Es decir, que no son necesarias las reservas, que lo importante es el flujo, y que hay un error conceptual respecto a la importancia de la reserva. Es decir, que el posmodernismo lleva a que todo es líquido.

Sí, pero lo que pasa es que los países a los que les va bien y han podido romper este círculo vicioso de endeudamiento y de no salir adelante, por ejemplo, el caso de Brasil, que es paradigmático, tienen muchas reservas: tiene 400 mil millones. Entonces, ¿de qué estamos hablando? Si tuviéramos 100 mil millones de dólares de reserva cash, no tendríamos que estar mendigando a nadie. Nadie nos haría una apuesta especulativa para arrasar con el mercado cambiario.

Tengo puntito ahí. Es verdad que hay una convicción de que el déficit fiscal, superado ahora con equilibrio, da lugar a una estabilidad que permite que no sea necesaria la acumulación de reservas porque hay una confianza tal en el mercado que implicaría que esa austeridad que se proclama déficit o un equilibrio fiscal, pero se olvidan de que estos pesos que podamos ahorrar, si no tenemos dólares, no tenemos la posibilidad de hacer frente a los compromisos que tenemos en moneda dura, en divisas.

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Kicillof creó una especie de terremoto interno cuando dijo que había que cantar nuevas canciones. Y, más allá de las nuevas canciones políticas, uno se podría plantear las nuevas canciones económicas. Entonces, ¿cuál es su nueva canción? Porque hay que decir que el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner se consumió toda la reserva. O sea, esto mismo que le criticamos a Milei es criticable al gobierno de Cristina Kirchner. Entonces, me gustaría, desde su perspectiva, y habiendo participado en un pedacito de eso, una autocrítica y cuál cree que podrían ser las nuevas canciones.

Creo que primero hay que destacar que, en su momento, hubo en el gobierno de Néstor Kirchner, y parte del de Cristina también, no solamente superávit fiscal, que fue muy alto porque fue del 3% del PBI y fue durante seis o siete años consecutivos, sino que hubo superávit externo, que en definitiva, con el superávit externo, uno puede o pagar deuda o acumular reserva. Pero eso es lo que hay que lograr. Eso se llamó los “superávit gemelos”, y eran los fundamentos en los cuales se basaba la política económica en ese momento.

Yo creo que hay que encontrar nuevas canciones en economía. Creo que una autocrítica que yo le haría al kirchnerismo en la política económica de aquellos años fue enamorarse del desendeudamiento. Es una buena estrategia desendeudar a la Argentina. Eso me acuerdo que con el exministro Lavagna lo hablábamos, esto del “país adicto a la deuda”, y estaba buena esa estrategia. Pero creo que se llevó a un extremo tan grande que se usaron reservas. Y creo que ahí, a mi criterio, hubiera sido más conveniente, a mi juicio, renovar deuda, arreglar con el problema que había con los “buitres”, que se llamaban en aquel momento, que era lo último que quedaba, y ser como más concesivo en eso. No hacía falta dejarle a Dujovne o a Macri una Argentina totalmente desendeudada. Osea, se lo hubiéramos dejado con un 60 o 70, era un estándar internacional maravilloso. Y con reservas. Esa, para mí, es algo que tenemos que aprender y entender.

Y con respecto a las nuevas canciones, yo sinceramente creo que no hay tantas nuevas canciones. Sí haría una separata, en cuanto a que es necesario mantener los superávit gemelos, es necesario acumular reservas para lograr independencia y poder de fuego, y una digresión en relación al rol del Estado. Creo que durante también el kirchnerismo el Estado tuvo un rol muy importante y quizá en algunos puntos fue excesivo. Por ahí un poco menos de keynesianismo, no en cuanto a la obra pública, sino en cuanto a las transferencias como subsidios, etcétera. Revisar un poco eso. Pero no descarto, obviamente, la importancia del rol del Estado en una economía.

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Usted está diciendo “en realidad, más que nuevas canciones, hay que volver a las canciones que fundó Lavagna y continuó Néstor Kirchner, y lo que implica es una crítica a la administración económica posterior de Cristina Fernández”.

En realidad, creo que hay que volver a esos fundamentos y tomar muchas de las cosas que se hicieron después. Hubo cambios estructurales beneficiosos para la Argentina, como haber recuperado el tema de las AFJP. Me parece que fue una fuente de financiamiento para el Estado genuina, muy importante, donde no había ninguna necesidad de pagarle comisiones a las AFJP para que administrasen un dinero que podía servir para otras cosas mucho más útiles. Eso me parece algo importante.

La recuperación de YPF, que dio lugar a que la Argentina pudiese empezar con la explotación y exploración de Vaca Muerta. Esas cuestiones me parecen también muy definitorias del gobierno de Cristina, muy buenas. Las apruebo y me parecen importantes. Pero sí, quizá, alguna cuestión de recuperar este tema del equilibrio fiscal. Lo digo también: nosotros hicimos un paradigma del equilibrio fiscal, del superávit, con Néstor Kirchner, pero no era una cuestión económica solamente, era también una cuestión política.

Un Estado que no va a hacer todo lo que los mercados quieran o lo que el poder económico quiera, y que le tenga que en algún momento parar el carro a algún sector o negociar con otro, no lo puede hacer desde una posición de pobreza y debilidad, como significa no tener un mango, y tener todo desarmado a la gestión propia. Porque cuando no hay recursos, obviamente, se desarma la gestión: no hay sistemas de información, no hay forma de negociar de buena manera con un Estado inteligente. No hay manera de construirlo.

Entonces, es una cuestión política tener superávit fiscal. Próximamente hay tantas necesidades sin resolver que si el peronismo vuelve al gobierno, no lo puede hacer de una en el primer momento, pero sí lo tiene que tener siempre como un objetivo fundamental porque no hay manera de reconvertir y transformar las cosas que hay que hacer en la Argentina si no tenemos un Estado capaz de negociar con desde un lugar de fortaleza con otros.

 

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