Tras la creación de la alianza entre Australia, el Reino Unido y los Estados Unidos, la Unión Europea avanza hacia la formación de su propia fuerza militar con el impulso de Francia.
Mientras se encuentra reunida la Asamblea General de las Naciones Unidas y delibera acerca del devenir de la humanidad, los actores más influyentes del sistema político internacional definen y recalculan estrategias de poder.
Tras la escandalosa retirada de Afganistán, el presidente estadounidense Joe Biden intenta volver a marcar el pulso de la agenda geopolítica global. Tras la formación de la alianza anglosajona entre su país, el Reino Unido y Australia (Auukus), intentará sumar un nuevo eslabón en la cadena con la que busca contener el despliegue político, económico y militar de China. El propio Biden presidirá la semana que viene la cumbre del grupo “Quad”, que tratará de “profundizar las relaciones” entre los Estados Unidos, Japón, Australia y la India.
Pero la estrategia estadounidense ya causó un impacto en la Unión Europea (UE) y más concretamente en Francia.
Enojo francés
Como consecuencia directa de la alianza Auukus se desató una crisis de intereses entre los Estados Unidos y Francia. Australia será provista de submarinos nucleares estadounidenses, en detrimento de un contrato multimillonario que ese país tenía para ser provisto por Francia. La anulación de ese contrato sirvió para que otros miembros de la UE -además del principal perjudicado- tomaran conciencia de que ya no pueden fiarse de que los Estados Unidos seguirán protegiéndolos. El ministro de economía y finanzas francés lo expresó con claridad meridiana: «nuestros socios europeos tienen que abrir los ojos” y, agregó, “no podemos seguir contando con Estados Unidos para garantizar nuestra protección estratégica».
El asunto de los submarinos aceleró el proceso de toma de conciencia respecto de que la UE debe construir su propia independencia militar estratégica. En ese sentido, Biden parece tener más continuidad que la esperada respecto de su antecesor, Donald Trump, al dejar de prestar auxilio a Europa como “policía global”.
De hecho, hay dos temas que a los europeos preocupan -y mucho- en este momento. Se trata de la inmigración irregular y de la amenaza que supone el terrorismo. El retiro estadounidense de Afganistán y la llegada al poder del Talibán amenazan con otra ola migratoria con Europa como destino. Asimismo, se ha generado nuevamente un ámbito propicio para la proliferación de grupos terroristas de vertiente fundamentalista islámica en Oriente. Los europeos parecen haberse percatado de que en adelante estarán solos para enfrentar esos desafíos.
La lectura que hacen desde el gobierno francés, que ahora deberá conducir los destinos europeos ya sin la poderosa presencia de Angela Merkel, no es errada. La mayor preocupación estratégica del gobierno de los Estados Unidos es China y cómo contener su creciente poder, que amenaza cada vez más seriamente con alcanzar el sitio de primera potencia mundial. Todo lo demás, pasó a segundo plano.
Armas y dinero
La cancelación del contrato para la compra de 12 submarinos convencionales franceses por Australia hace pocos días y su sustitución por otros nucleares estadounidenses, produjo una crisis diplomática sin precedentes entre los tres países. Las cifras hablan por sí solas: Francia perdió un negocio de 90 mil millones de dólares.
Para la empresa francesa Naval Group que fabricaría los submarinos, el anuncio fue una sorpresa total. En unas semanas presentará a Australia la factura de lo que tendrá que abonar por los gastos que la empresa o sus socios industriales ya hicieron o habían comprometido tal como estipulaba el contrato, y advirtió que haría valer sus derechos. La venta suponía para Naval Group unos 587 millones de dólares al año durante los próximos ejercicios, lo que representa el 10 por ciento de su facturación. La pérdida del negocio afecta directamente a 650 de sus empleados en Francia, a 350 trabajadores de su filial en Australia, y a varias decenas en otras compañías asociadas.
Cabe señalar que, a diferencia de los convencionales, los submarinos propulsados por reactores nucleares pueden viajar sumergidos más rápido y durante más tiempo, sin tener que emerger a menudo y, en sus 25 años de vida útil, no tienen que reabastecerse de energía. Un submarino nuclear puede pasar tres o cuatro meses sin salir a la superficie. Pero su elevado costo hace que sólo un puñado de estados -seis en total- puedan invertir en ellos.
Pugna global
El malestar entre Francia por un lado, y Australia y los Estados Unidos por otro, se explica en buena medida por un malestar preexistente entre Australia y China.
El primero siente de cerca el aliento del dragón asiático. Los gobernantes australianos avalaron durante años el acercamiento comercial con China, que apuntaba a satisfacer su apetito de recursos naturales. La mirada estaba puesta principalmente en las mineras australianas. Pero en el último lustro y medio las iniciativas más agresivas del gobierno de Xi Jinping fueron arrinconando poco a poco a países vecinos como Vietnam, Filipinas, Japón, Taiwán y a la propia Australia. Todos ellos recelan ahora del expansionismo chino.
El deterioro del vínculo entre Australia y China se acentuó en el último año y medio. En abril de 2020, el gobierno australiano pidió una investigación sobre los orígenes de la pandemia de Covid-19. Su par chino respondió penalizando las exportaciones australianas. Desde entonces la opinión pública australiana se tornó cada vez más reactiva a las presiones chinas hasta llegar a recibir cálidamente la conformación de la alianza Auukus.
Está previsto que el Reino Unido y los Estados Unidos compartan secretos tecnológicos militares y envíen equipos a Australia para que definan la mejor manera de dotar al país de los submarinos nucleares en sólo 18 meses.
Europa armada
En mayo de este año, 14 de los 27 Estados miembro de la UE pusieron sobre la mesa la idea de poner en funcionamiento una fuerza militar de respuesta rápida que el jefe de la diplomacia comunitaria impulsa cada vez con mayor fuerza y espera que se eleve antes de fin de año. El objetivo es que sea aprobada durante la presidencia francesa del Consejo Europeo que comienza en enero y finaliza en junio de 2022.
Todo parece indicar que los acontecimientos llevan a la UE a ponerse de acuerdo en algo que parecía casi imposible hace pocos años atrás: el desarrollo de una política de defensa común. La pugna global entre los Estados Unidos y China, el Brexit, la pandemia y el reagrupamiento estadounidense para afianzar un despliegue de fuerzas sólo con aliados anglosajones (al menos por ahora), acelera la creación de una fuerza armada europea.
Por su parte, si el gobierno chino estaba incómodo con la actitud general de su par estadounidense, el anuncio de que su vecino australiano obtendrá un arma formidable que sólo poseen seis países sobre la Tierra provocará sin duda una respuesta. Un paso más en el lento pero imparable espiral de tensión entre China y Occidente.
De: Mariano Yakimavicius