En el tablero mundial actual, la tensión entre Estados Unidos y China va mucho más allá de una simple disputa comercial: se trata de una lucha por el liderazgo global en un mundo cada vez más incierto. A pesar de que la constitución norteamericana impide que Donald Trump aspire a la reelección, solamente un acontecimiento extraordinario justificaría modificar la carta magna de Estados Unidos y permitirle un nuevo mandato. Esto analizaremos en esta columna de Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio JAI (FM 96.3)
¿Cuál podría ser un acontecimiento extraordinario que justifique su deseo explícito? Una guerra con China. Esto solo fue posible en la historia norteamericana cuando Estados Unidos estuvo en guerra contra la Alemania nazi, entre 1932 y 1945 con Franklin Delano Roosevelt, quien fue presidente tres veces y media. Ganó cuatro elecciones y ganó siendo presidente.
Por lo tanto, es lógico suponer que, si Trump aspira a una tercera presidencia, que es limitada por la carta magna, necesita un hecho de tal magnitud para que el país decida no cambiar a su presidente, como podría ser una guerra. El propio Trump dijo: “Mucha gente me dice: tenés que volver a presentarte. Les encanta el trabajo que estamos haciendo”.
La serie “Years and Years", estrenada en 2019, refleja muy bien el ascenso de los líderes de ultraderecha y el riesgo que suponen para el statu quo mundial. En la serie inglesa situada en el futuro, Inglaterra está gobernada por una líder populista comparable con Trump y Milei. Pero hay una escena particular en la que Estados Unidos tira una bomba atómica al mar de China.
En este lugar en disputa, China ha construido islas artificiales para que el mar se extendiera 200 millas a todo el estuario alrededor del territorio, poniendo en peligro a países como Filipinas o Japón. En este caso, tenemos el deseo de que la ficción no sea repetida por la realidad. ¿Es posible que esta escena de "Years and Years” anticipe algo que podría ocurrir en el futuro? Al menos es una advertencia que no podemos pasar por alto.
En medio de la escalada de tensiones comerciales con China, Estados Unidos viene endureciendo sus posturas y resurgen temores que evocan las grandes crisis del siglo XX, como la de los misiles en 1962 durante la guerra fría, pero ahora bajo formas que parecen provenientes de libros de ciencia ficción: con microchips, inteligencia artificial y todo tipo de nuevas tecnologías.
Trump postergó los aranceles por 90 días y los mercados rebotan, pero ¿hasta cuándo?
Este miércoles, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció una tregua de 90 días en su guerra comercial global, reduciendo a un 10% los aranceles impuestos a la mayoría de los países. Esto alivió el estrés en los mercados, que venían de varias jornadas de caídas sostenidas, pero excluyó a China de esta exención y agravó los aranceles para llegar al 125% de gravámenes. Ninguna empresa, por más eficiente que sea, puede ganar más del 20% de utilidad sobre sus ventas. Un gravamen del 125% hace casi inviable la posibilidad de que pueda exportar a ese país.
La medida, difundida a través de su red social, Truth Social, fue justificada por Trump como una reacción ante el temor de los mercados y las negociaciones iniciadas por más de 75 países. La aplicación errática y cambiante de estos aranceles, como en el caso de la Unión Europea, viene generando una gran incertidumbre global.
China fue señalada por Trump como “desleal con los mercados”, y se endurecieron los gravámenes en su contra. En tanto, países como Japón, India, Vietnam y Reino Unido recibieron alivios arancelarios, mientras que otros, como Argentina, se mantienen con el arancel general del 10 %. México y Canadá, inicialmente incluidos, fueron luego eximidos del listado.
Vamos a observar cómo respondía China al “Día de la liberación” del dos de abril y cómo las explicaciones de distintos especialistas nos colocan en la hipótesis plausible de que pueda haber no solo una guerra comercial con China, sino una militar. Luego del anuncio de Trump, China respondió a los aranceles del 104% de Estados Unidos con un 84% de aranceles a las importaciones de origen norteamericano.
Ante el Comité Nacional Republicano del Congreso, Trump afirmó que los países afectados por sus recientes aumentos de aranceles están “desesperados” por alcanzar un acuerdo y “le están besando el trasero”, pero se mantuvo firme con China.
“Hice una pausa de 90 días para la gente que no tomó represalias, porque les dijimos que si tomaban represalias se las íbamos a doblar. Eso es lo que hice con China, porque tomaron represalias. Así que ya veremos cómo sale todo. Creo que nuestro país va a estar ahí al cabo de un año o menos, pero creo que vamos a tener algo que nadie habría imaginado posible. Un hombre como Roger Penske, no quiero meterlo en problemas con China, así que no lo haré, pero él sabía que algún día tienes que hacer lo que tienes que hacer ¿Verdad Roger? Y eso es lo que hice y estoy muy contento de haberlo hecho”, sostuvo el mandatario norteamericano al anunciar la suspensión de los aranceles por 90 días. Asumimos que es necesario poner en dudas sus declaraciones porque si de algo carece Trump es de respeto por la palabra.
Roger Penske, de 87 años, es una figura legendaria en el automovilismo y fundador del Team Penske, una de las escuderías más exitosas de la historia del deporte automotor. Además, es propietario de la organización de la IndyCar Series y del circuito Indianapolis Motor Speedway, donde se celebra una de las competiciones automovilísticas más importantes.
El mensaje detrás de esta comparación es simbólico: Penske es representado como el talento, la eficiencia y la estrategia estadounidense, frente al "despilfarro" de recursos por parte de otras naciones. Un deseo de ser un triunfador y volver a la vieja “american way of life” que Trump promete constantemente a sus simpatizantes. Sería algo así como el director técnico que saca a la Argentina campeona en el mundial de fútbol.
Tras conocerse la noticia de la suspensión de aranceles por 90 días, la Bolsa de Nueva York se disparó tras haber iniciado la jornada en rojo, al igual que el precio del petróleo, que marcó un alza tras varias jornadas a la baja. Pero al excluir a China y castigarla con aranceles desproporcionados, Trump deja en claro que uno de sus objetivos es limitar el ascenso del gigante asiático como potencia rival. Finalmente, la guerra de las tarifas era un objetivo direccionado para China.
La guerra de tarifas se convierte en una herramienta para reordenar alianzas, presionar a socios estratégicos y reafirmar la supremacía de Estados Unidos en un escenario internacional cada vez más multipolar, obligando a las naciones a que negocien y se alineen con Estados Unidos. Que “le besen el trasero”, como dijo Trump.
No es casual que la mayoría de los analistas y medios internacionales hayan utilizado el término “guerra comercial”. El general prusiano y teórico de la guerra Carl von Clausewitz, decía que “la política es la guerra por medios pacíficos”, identificando ambas instancias como medios que implican distintos métodos, pero tienen el mismo objetivo: la hegemonía.
Esta definición debería despertar nuestras alarmas, porque si la “guerra comercial” se descontrola y ambos bandos redoblan la apuesta una y otra vez, puede ocurrir que el conflicto escale a otros modos de lucha entre ambas potencias. La guerra militar podría ser la guerra comercial por otros medios, invirtiendo el orden de las premisas de von Clausewitz.
Ayer, en una entrevista en este mismo programa, el sociólogo, doctor en Relaciones Internacionales y uno de los analistas más importantes del país, Juan Gabriel Tokatlian, señaló algo escalofriante: El reloj del apocalipsis está muy cerca de marcar la medianoche de lo que estaba en el momento del conflicto de los misiles en Cuba entre la ex Unión Soviética y Estados Unidos. "Entramos en un mundo peligroso”, aseguró el analista.
El “reloj del apocalipsis" es un artefacto simbólico creado en 1947 por científicos como Einstein y Oppenheimer tras los efectos de la bomba atómica para simbolizar cuán cerca podría estar la humanidad de su destrucción en cada momento. En una escena de la película “Watchmen”, ambientada durante la guerra fría, se muestra este artefacto simbólico.
Scott Bessent, secretario del Tesoro de EEUU, confirmó su visita a Buenos Aires el 14 de abril
Ahora, un testimonio del momento histórico en el que hubo una situación de cuasi guerra nuclear: la declaración de John F. Kennedy durante la crisis de los misiles. El conflicto entre EE. UU. y la Unión Soviética se desató en octubre de 1962, cuando se descubrió que los soviéticos instalaban misiles nucleares en Cuba. Kennedy respondió con un bloqueo naval y exigió su retiro, lo que llevó al mundo al borde de una guerra nuclear. Concretamente, EE. UU. ameazó con atacar a la ex Unión Soviética.
“En defensa de nuestra propia seguridad y de todo el hemisferio occidental y bajo la autoridad que me ha sido confiada por la Constitución aprobada por la resolución del Congreso, he ordenado que se tomen las siguientes medidas iniciales; inmediatamente para detener esta ofensiva, establecer una estricta cuarentena en todos los envíos los envíos de equipos militares ofensivos a Cuba”, declaró J. F. Kennedy.
Y agregó: “Todos los buques de cualquier tipo con destino a Cuba, de cualquier nación o puerto, en que se detecten que contengan cargamentos de armas ofensivas que sean devueltos, será la política de esta nación, considerar cualquier lanzamiento de un misil nuclear desde Cuba contra cualquier nación en el hemisferio occidental, cómo un ataque de la Unión Soviética a los Estados Unidos que requiere una plena respuesta de represalia contra la Unión Soviética”.
Tras días de tensión, Jrushchov, quien estaba al frente de la Unión Soviética de ese momento, aceptó retirar los misiles a cambio de que EE. UU. no invadiera Cuba y quitara los misiles de Turquía, el lugar más cercano a Moscú en ese momento que podía permitir que un misil llegara a la Unión Soviética. El conflicto marcó un giro en la Guerra Fría, impulsando acuerdos para evitar una guerra nuclear y mejorar la comunicación entre ambas potencias, lo que se denominó la mutua disuasión. Cada una de las potencias estaba disuadida de atacar a la otra porque la otra, una vez que recibiera el ataque, podría simultáneamente destruir al otro.
Durante la crisis de los misiles en 1962, los científicos estimaron el Reloj del Apocalipsis a 7 minutos de la medianoche. ¿A cuánto estamos hoy? En su reunión del 28 de enero del 2025, el Boletín de Científicos Atómicos tomó la decisión de ubicarlo a sólo 89 segundos, dejando las agujas en el punto más cercano al fin del mundo de sus 78 años de existencia.
Esto no tenía que ver con China. Tenía que ver con la guerra en Ucrania, el conflicto en Medio Oriente, el aumento del arsenal nuclear, el colapso del control de armas, el cambio climático, los riesgos asociados al desarrollo de la inteligencia artificial y la creciente tensión entre Estados Unidos y China.
Durante la presentación, el expresidente colombiano y Nobel de la Paz, Juan Manuel Santos, instó a los líderes mundiales a actuar con urgencia y unidad. “La única respuesta efectiva es que las naciones trabajen juntas, por lo que resulta preocupante que el presidente Trump haya señalado la intención de retirarse del Acuerdo de París”, dijo. Para fortalecer nuestras conjeturas, se retiró del Acuerdo de País porque no le sería un inconveniente llevar adelante una guerra verdadera. Todo esto fue hace 3 meses, mucho antes de la imposición de aranceles actuales.
Una guerra comercial entre China y Estados Unidos es el síntoma de una tensión estructural profunda que sacude los cimientos del orden internacional. Tras la caída del Muro de Berlín, Estados Unidos había emergido como potencia unívoca del mundo. El mundo bipolar del capitalismo contra el comunismo dejó paso al mundo unipolar.
Además, la entrada al mercado mundial de los países del este europeo, antes bajo la órbita de la ex Unión Soviética y con su economía estatizada, dieron un fuerte impulso al crecimiento de la economía mundial. Pero en los últimos años, un nuevo competidor empezó a emerger cada vez con más fuerza.
En los últimos años, China se transformó a gran escala hasta volverse irreconocible al renunciar a la lucha de clases y abrazar el mercado hasta convertirse en un motor del capitalismo mundial. 28 años atrás, cuando China incorpora a Hong Kong, en Beijing, lo más habitual eran las bicicletas. Hoy no queda ninguna. Solo hay autos eléctricos en lo que parece una ciudad del futuro.
Economía de mercado, aunque con fuerte intervención estatal, y un partido único, es una combinación que le permitió al gigante asiático ganar un peso cada vez más preponderante en el mundo. Casualmente, se dice que el hecho de que no tengan una división de poderes y que el Ejecutivo decida directamente, les ha dado más velocidad en la toma de decisiones. Esta es una de las discusiones que se hace acerca de cómo la democracia puede competir con un sistema autoritario que no tiene “la pérdida de tiempo” del balance de poderes.
Las sanciones, la disputa por la influencia global y la carrera por el liderazgo en sectores estratégicos como los microchips o las nuevas energías son piezas de una lucha por definir quién marcará las reglas del siglo XXI. No se trata, por ahora, de una guerra convencional, pero sus consecuencias pueden ser igual de disruptivas.
Un concepto clave para entender los riesgos que encierra esta lucha hegemónica es el de la Trampa de Tucídides. Se refiere a la tensión que se produce cuando una potencia nueva reta a otra establecida, lo que genera guerras. Esta idea fue popularizada por el politólogo Graham Allison, que observó 16 casos en los últimos 500 años donde una potencia emergente desafía a una potencia establecida. En la mayoría de ellos, el resultado fue la guerra. La dinámica no implica que la guerra sea inevitable, pero sí que es un peligro latente si no se gestionan cuidadosamente las tensiones y se establecen mecanismos de cooperación o contención.
El rápido crecimiento económico, tecnológico y militar de China ha generado preocupación en Washington, mientras que Pekín percibe muchas de las acciones de EE. UU. como intentos de frenar su ascenso. La competencia por influencia en Asia-Pacífico, el conflicto por Taiwán, y la guerra comercial son expresiones de esta tensión estructural.
La pregunta que hoy se hacen los analistas es si el mundo puede escapar a la Trampa de Tucídides o si ya estamos atrapados en ella. Creemos, como dijo el premio nobel Juan Manuel Santos, que “la única salida es que las naciones trabajen juntas”.
Por otra parte, sorprende la actitud prorrusa del presidente Trump, que le puso cero de arancel a Rusia y a Bielorrusia, pareciera actuar en la mediación entre Ucrania y Rusia continuamente a favor de Rusia y parece desarrollar una relación absolutamente primordial y afectiva con Putin. Si hubiera una guerra militar —ya no comercial— entre China y Estados Unidos, ¿quién tendría la posibilidad de cambiar el fiel de la balanza? Rusia.
Es decir, Rusia, que actualmente es un aliado de China, frente a que Estados Unidos defendía a Ucrania con la OTAN en Europa, la lógica sería que, antes de iniciar una guerra con China, tuviese que convertir en aliado a Rusia.
Algo parecido a lo que hizo Nixon en los años 70: que para luchar contra la ex Unión Soviética fue a robarse su aliado, China, y le ofreció el capitalismo y el libre mercado norteamericano, para que China se enriqueciera. Para ganarle a Rusia, la ex Unión Soviética, Estados Unidos sedujo a China. Probablemente, para ganarle una eventual guerra a China, primero tenga que seducir a Rusia. Esto es lo que está sucediendo.
Producción de texto: Facundo Maceira