Con Boris Johnson de salida tras ser derrotado por sucesivos escándalos, su voluntad de erigirse como el líder europeo más beligerante contra Rusia por la invasión de Ucrania sigue vigorosa. El ministro de Defensa, Ben Wallace, ha anunciado que el "nuevo paso" del Reino Unido, después de enviar armamento por valor superior a 2.600 millones de euros desde el inicio de la crisis, consiste en un programa para adiestrar a 10.000 soldados ucranianos en suelo británico.
La Brigada de Asistencia de Seguridad número 11 del Ejército ha recibido ya a los primeros 1.500 militares, a quienes ha empezado a instruir en el manejo de armas, tácticas de combate y estrategias de vigilancia. Las tropas se ejercitan en un campo militar en Wilshire, al suroeste del país, y su entrenamiento se centra en pistolas de última generación y los sistemas de lanzamiento de cohetes de largo alcance MLRS.
Estos misiles han generado una fuerte controversia entre los gobiernos occidentales y Moscú, ya que son capaces de acertar objetivos a ochenta kilómetros de distancia y, por lo tanto, servirían para una ofensiva en el interior de Rusia. Kiev se ha comprometido ante EE UU y Reino Unido a que los utilizará únicamente dentro de la zona en conflicto, lo que evitará que el Kremlin interprete ser víctima de una agresión interpuesta desde Occidente. Los instructores británicos, a los que se han unido varios mandos neozelandeses, han destacado en declaraciones a la BBC el "entusiasmo" de sus nuevos alumnos. "Apenas descansan. Trabajan, trabajan y trabajan".
Las horas más bajas de Johnson se han sentido de forma especial en la exrepública sovietica, donde existe "una gratitud personal hacia Boris", según el presidente Volodímir Zelenski, "apenado" por la renuncia del 'premier'. El líder confía en que Londres mantendrá inalterable el plan de ayuda hacia su país. Algunos medios y analistas kievitas han especulado con que el respaldo "decidido" de Johnson a Ucrania hubiera influido en su caída -determinadaor el 'partygate' y el hartazgo de sus mentiras en el Parlamento-, al haberle restado una supuesta atención de los problemas internos británicos.
La realidad, sin embargo, es mucho menos sugerente, aunque no entorpece el hecho de que el Reino Unido sea uno de los países más volcados en contra de la invasión rusa. Eso sí, no es el primero en entrenar a soldados ucranianos en suelo europeo. Estados Unidos les enseña a manejar plataformas lanzacohetes en la zona de entrenamiento militar de Grafenwöhr, en Alemania. Antes de la guerra, la OTAN también contribuyó a la formación del Ejército ucraniano. Canadá adiestró a 30.000 militares.
Los gobiernos de Londres y Kiev confían en que la acción combinada de instrucción y envío de arsenales aumenten la capacidad operativa frente a la ofensiva rusa de unas fuerzas de defensa que en las últimas tres semanas han cedido una parte sustancial del Donbás ante la maquinaria bélica rusa. La potencia que los invasores no mostraron al principio de la guerra en los alrededores de Kiev se ha convertido ahora en una muralla difícil de romper. Los bombardeos fueron ayer incesantes. En solo 24 horas, Rusia atacó 177 posiciones ucranianas. Las explosiones causaron alrededor de un centenar de muertos, la mayoría militares. Al menos seis civiles (otras fuentes elevan la tragedia a diez fallecidos y una veintena de heridos) fallecieron bajo las bombas en Járkov, Bakhmout, Sloviansk, Kramatorsk y al oeste de la localidad de Lisichansk, que Moscú conquistó la semana pasada.
Todo apunta a que el Kremlin prepara una ofensiva a gran escala. Las autoridades locales han pedido a la población residente en las principales ciudades de Donetsk que se marche porque se avecinan «grandes batallas». El Estado Mayor considera que los próximos objetivos rusos serán Kramatorsk y Sloviansk. Augura que el enfrentamiento en esta última ciudad será probablemente «dramático» y «encarnizado». Para frenar el asalto cuenta con la protección del río Siverski, que los atacantes no han logrado cruzar en un mes, y las fortificaciones construidas durante ocho años de conflicto en el Donbás. Pero las fuerzas rusas tienen el apoyo de los separatistas, también muy estimable. Lo atestigua la localidad de Siversk, a 40 kilómetros de Sloviansk y 50 de Kramatorsk, donde ambos aliados han atacando desde dos flancos al mismo tiempo para hacer la tenaza sobre la ciudad. Entre unos y otros frentes, el Kremlin dice que su última ofensiva ha causado 70 muertes de soldados uncranianos.
La Inteligencia británica confirma que el Ejército ruso «se está reagrupando, o más bien reconstituyendo» como prólogo a un ataque de envergadura. Fuentes militares observan aquí el final de la «pausa» que el presidente Vladímir Putin ordenó a sus tropas después de la toma definitiva de la provincia de Lugantsk con el fin de «descansar y recuperarse».
Los informes, no obstante, afirman que a este contingente se le estaría equipando con material de guerra mediocre e incluso obsoleto. La Inteligencia habla de blindados antiguos, fabricados según los cánones de hace 70 años, con una potencia y un blindaje irrisorios en comparación a los vehículos modernos. La explicación podría ser doble: o bien Moscú, que cuenta con las reservas justas, considera que en esta etapa no encontrará tanta resistencia como para necesitar material más moderno, o bien ha agotado ya su arsenal de vanguardia. Algunos análisis ven en brutales bombardeos como el del centro comercial destruido en Kremenchuk la señal de que la aviación rusa estaría usando mi?siles viejos e imprecisos.
En Ucrania, la situación de sus depósitos tampoco pinta bien. La dependencia ucraniana de las armas extranjeras es total. El Gobierno de Zelenski ha acelerado los mensajes a la comunidad internacional para ser abastecida. Carece de munición y la artillería invasora tampoco facilita las cosas: los misiles rusos destruyeron ayer un hangar donde se almacenaban obuses estadounidenses M-777 de 155 milímetros en Chasuv Yar y eliminaron varias baterías ucranianas causando la muerte de sus treinta operadores.
Por eso, el Gobierno de Zelenski ha acogido con un suspiro de alivio el anuncio del Pentágono de que la nueva ayuda militar estadounidense está en camino. Washington, que ha invertido 6.900 millones de dólares en esta guerra, suministrará en los próximos días a las fuerzas ucranianas cuatro sistemas de lanzacohetes múltiples Himars y misiles de 155 milímetros como los destruidos en Chasuv Yar.