Bendiciones de religiosos y periódicos, silencio de las autoridades y opiniones encontradas en las calles son las reacciones en Irán al ataque que sufrió el escritor Salman Rushdie, amenazado de muerte desde 1989 por una fatua emitida por el régimen teocrático iraní.
Las reacciones de la sociedad iraní al apuñalamiento de Rushdie han oscilado desde la celebración de los extremistas al rechazo de los moderados, pasando por la indiferencia de ciudadanos que consideran este asunto una cosa del pasado o directamente desconocen al novelista.
El escritor británico de origen indio, de 75 años, fue apuñalado el viernes en un acto público en Estados Unidos, está ingresado en estado grave y es probable que pierda un ojo.
El atacante ha sido identificado como Hadi Matar, un joven de 24 años a quien especialistas en radicalismo islámico identifican como simpatizante de Irán y de la Guardia Revolucionaria Islámica, considerada el ala dura del régimen iraní.
Pero las autoridades gubernamentales de Irán guardan un llamativo silencio y es difícil encontrar a figuras representativas que hablen del ataque, de Rushdie o de su novela “Los versos satánicos”, que provocó la fatua del ayatolá Ruholá Jomeiní.
“Maldito” escritor
Una excepción es el clérigo Yalal Mohebí, quien defendió el ataque contra el “maldito” escritor porque “insultó al Corán y al Profeta del Islam” en su libro.
“El imán Jomeiní lo declaró apóstata, y cuando alguien es declarado apóstata está permitido matarlo”, dijo Mohebí a Efe en el santuario Saleh de Teherán.
El religioso opinó que el ataque no es “suficiente” porque el escritor no murió y deseó su pronta muerte.
A pesar de que era mediodía de una jornada laboral, el santuario Saleh se encontraba lleno de creyentes, que se han acercado a rezar o presentar sus respetos a los numerosos “mártires” aquí enterrados.
La mayoría declinó opinar sobre el ataque a Rushdie. Uno de los pocos que accedió a hablar fue Mohamad Mashadí, quien apoyó el apuñalamiento.
“Agradecemos lo que hizo (a Matar). Yo hubiese hecho lo mismo”, aseguró este trabajador metalúrgico de 57 años.
Las palabras de Mashadí y Mohebí reflejan la opinión de buena parte de los medios conservadores iraníes, que han celebrado el asalto.
“La divina venganza alcanza a Salman Rushdie; Trump y Pompeo, son los siguientes”, titulaba este domingo el diario ultraconservador "Keyhan", cuyo director es elegido por el líder supremo, Ali Jameneí.
El diario "Jaam-e Jam" encabezaba su portada hoy con “El ojo del diablo ha sido cegado”, que acompañaba con una foto de Rushdie como un demonio rodeado de fuego al que le faltaba un ojo.
La locuacidad de los medios, muchos de ellos estatales, contrastaba con el silencio de líderes políticos, religiosos o militares.
La fundación benéfica 15 de Jordad rechazó realizar declaraciones a pesar de que ofrece tres millones de dólares por la muerte de Rushdie.
Además, figuras políticas de peso como el expresidente Mahmud Ahmadineyad tampoco quisieron hablar de la cuestión.
Rechazo e indiferencia
En las calles de Teherán las opiniones de los viandantes iban de escasos apoyo al rechazo, pasando por la indiferencia, y sobre todo la mayoría de los preguntados evitaron realizar declaraciones.
“Rushdie insultó al profeta y en su momento se debería haber hecho algo contra él, pero después de tantos años ni Irán se acordaba de él. Era mejor olvidar el tema”, dijo a Efe un empresario de mediana edad.
Por su parte, Yavad, un director de teatro de 37 años, se mostró en contra.
“Estoy en contra de la violencia, no me parece bien lo que ha sucedido”, dijo el artista tras pensar largamente.
No faltó tampoco quien directamente desconocía a Rushdie.
“No sé quién es”, dijo a Efe un joven de 15 años al ser preguntado por el escritor.
"Los versos satánicos" despertó la ira de los musulmanes chiíes, quienes la consideraron un insulto al Corán, a Mahoma y a la fe islámica y fue prohibida en la India, Pakistán, Egipto, Arabia Saudí y Sudáfrica.
A los pocos meses de su publicación, Jomeiní emitió una fatua pidiendo el asesinato de Rushdie, lo que obligó al escritor a pasar años en la clandestinidad.
Años más tarde, el entonces moderado presidente iraní Mohamad Jatamí se distanció a finales de los 90 de la fatua y afirmó que el Gobierno no buscaba la muerte de Rushdie.
Sin embargo, el líder supremo de Irán, Ali Jameneí, reiteró la fatua en 2017: "El decreto continúa tal y como lo emitió Jomeiní".
Dos años más tarde, volvería a subrayar que la fatua "es irrevocable”.
De momento, Jameneí no ha realizado comentarios acerca del intento de asesinato de Rushdie.