Janja saca un pañuelo y le seca la transpiración a Lula da Silva. Su esposo acaba de ser electo presidente y ella sube al escenario junto a la plana mayor del Partido de los Trabajadores (PT) y los principales referentes de la coalición que derrotó a Jair Bolsonaro. Las cámaras del mundo registran que la mujer está en todos los detalles: sostiene el discurso que su marido lee y pasa las páginas, le alcanza una botella de agua y susurra el final de sus frases. Al final, se emociona hasta las lágrimas. La nueva primera dama de Brasil ya comenzó a delinear su perfil público. A los 56 años se instalará en el Palacio de la Alvorada y aunque todavía es pronto para saber qué papel jugará, hay algo de lo que nadie duda: no pasará desapercibida.
Su nombre es Rosângela da Silva. Es socióloga y una militante de base del PT, al que se afilió cuando tenía 17 años. Sin embargo, a pesar de su histórica pertenencia al partido, fue una persona prácticamente desconocida hasta el 8 de noviembre del 2019. Ese día, después de haber pasado 580 días en prisión, Lula dio su primer discurso en libertad y oficializó su relación: “Logré la proeza de conseguir novia en la cárcel y, aún así, ella accedió a casarse conmigo. Es de mucha valentía para ella”, dijo.
Los últimos años de Lula habían estado marcados por la tragedia. En febrero del 2017 murió Marisa Leticia Lula da Silva, su esposa durante 43 años. Unos meses más tarde, la Justicia lo condenó a 12 años de prisión por delitos de corrupción. En enero del 2019, un cáncer terminó con la vida de su hermano mayor, Genival Inácio da Silva, conocido como “Vavá”. La Justicia lo autorizó a salir de la cárcel para despedirlo, pero no llegó porque el hábeas corpus fue concedido apenas unos minutos antes de que comenzara el sepelio en Sao Paulo, a 400 kilómetros de Curitiba, donde se encontraba preso. “No dejaron que me despidiese de ‘Vavá’ por pura maldad”, se quejó. Dos meses más tarde, en marzo, falleció a los 7 años uno de sus seis nietos, luego de que se complicara un cuadro de meningitis meningocócica. Esa vez sí pudo asistir al entierro. En una ceremonia íntima, cuentan allegados, tomó la palabra y reveló que el pequeño sufría bullying, que en la escuela le decían que su abuelo era un ladrón y le prometió a su familia que lucharía por todos los medios para que el Poder Judicial reconociera su inocencia.
En términos técnicos, la Justicia no lo declaró inocente, sino que anuló los procesos en su contra. Y, cuando salió de la cárcel, comenzó el camino que lo llevó a ganar la Presidencia de Brasil por tercera vez. Pero no lo hizo solo: Janja fue una persona clave en lo que él mismo denominó su “resurrección”. No se sabe la fecha exacta del inicio de la relación ni cómo fue que se conocieron. Pero ellos mismos contaron que intercambiaron más de 500 cartas, que ella le enviaba comida casera a la cárcel y se llevaba su ropa para lavarla, y que era una de las poquísimas personas que figuraba en la lista de “familiares” con permiso para visitarlo.
La influencia de Janja fue crucial en lo emocional, pero también en lo político. Su compañía colaboró para que el dirigente lograra construir una imagen que se asociara a la vitalidad y a la alegría. A los 77, y con una esposa 21 años más joven, sus asesores vieron en el matrimonio una gran oportunidad. De hecho, poco antes de casarse la pareja viajó a Ceará y publicó una foto en la que se los ve en pantalones cortos. Según la consultora Quaest, la imagen fue la fotografía política más comentada del 2021 y alcanzó una visualización de 65 millones. “No fue la historia de amor lo que llamó la atención de la gente, sino el estado físico del expresidente. La mayoría de los temas tratados fueron 'su muslo', su 'fuerza física' y su 'buena salud'”, informó la consultora.
Sin embargo, Janja es mucho más que una compañera joven y está muy lejos de ser una esposa que simplemente acompañe. Rosângela es la guardiana de Lula. Tiene una agenda propia y un interés particular en temas vinculados al feminismo, a la seguridad alimentaria, al medio ambiente, la cultura y a la protección de los animales. Desde antes de que comenzara formalmente la campaña electoral, se involucró de forma personal en las actividades políticas de Lula, lo acompañó en sus viajes por Brasil y por el exterior y hasta organizó mitines sin él. Los periodistas brasileños consultados por NOTICIAS coincidieron en que, hacia el interior del PT, hay un sector que observa con cierta desconfianza su creciente protagonismo. Su carisma y su altísima exposición llevaron a que la prensa la bautizara “la Evita brasileña”.
Janja da Silva, una mujer con voz propia
Janja nació en União da Vitória, Paraná. A los 18 años se afilió al PT y unos años más tarde se graduó en Ciencias Sociales en la Universidad Federal de Paraná. Además, tiene una especialización en Historia y un máster en Gestión Social y Sostenibilidad. Durante casi veinte años trabajó para la empresa de energía Itaipú Binacional en Curitiba. Se retiró en el 2020, cuando terminó por abocarse de lleno a la actividad política de la mano de Lula. “Janja será una de las pocas primeras damas con educación universitaria en nuestra historia republicana. Del total de 34 primeras damas que ya cuenta Brasil, incluida la actual esposa del presidente electo, solo cuatro tienen título superior. Y de ellas, solo dos siguieron la profesión que eligieron: la antropóloga Ruth Cardoso y Janja”, contaron a NOTICIAS Ciça Guedes y Murilo Fiuza de Melo, autores del libro “Todas las esposas de los presidentes: la historia poco conocida de las primeras damas de Brasil desde el comienzo de la República”.
Guedes y Murilo de Melo, además, señalaron los beneficios de su personalidad en la construcción de la carrera de Lula a la tercera Presidencia: “Es difícil decir que sin su presencia Lula no hubiera obtenido tanto apoyo. Pero, en efecto, ella le dio una nueva imagen, la de un hombre feliz y sin rencores. Su papel en la campaña, especialmente en la articulación y proximidad con el público joven y femenino, fue un factor importante en la conquista de este electorado”, agregaron.
Janja todavía no dio ninguna entrevista y es poco lo que se conoce sobre su vida antes de Lula. Sin embargo, sabe comunicar lo que quiere. En las reuniones políticas suele tomar la voz para dirigirse a la militancia y, en agosto del 2022, hizo públicos sus perfiles en redes sociales. En Instagram muestra postales de la intimidad con su marido, baila y canta. En Twitter sabe jugar con la ironía y el humor. Construyó un perfil de mujer alegre, moderna y desinhibida.
Janja da Silva y su agenda progre
El romance se convirtió en un asunto político. Sin embargo, el discurso público de su relación siempre fue vigilado de cerca. De hecho, en una entrevista Lula contó que durante la pandemia, y a pesar de su edad, “tenía la misma energía que a los 30 y el deseo de los 20”, pero la frase fue dejada de lado durante la campaña por temor a cómo podía caer en los sectores más conservadores de la sociedad. Janja, de todos modos, sabe cuándo jugar y hacer guiños. Apenas se confirmó la victoria de su esposo, un seguidor de Twitter le preguntó si habían tenido relaciones después del resultado y ella respondió con un emoji con los ojos bien abiertos. Enseguida su respuesta se viralizó.
Los amigos de Lula insisten en que la vitalidad con la que se lo ve en cámaras coincide con lo que se observa en su intimidad. El dirigente, le dice a los suyos, siente que tiene una nueva oportunidad. La primera vez que se casó era muy joven. Su esposa, María de Lourdes, murió en 1971 por una hepatitis contraída durante su séptimo mes de embarazo. Poco después, producto de su relación con una enfermera llamada Miriam Cordeiro, nació su primera hija. En1974 se casó con Marisa Leticia, con quien tuvo tres hijos más.
Tras la muerte de Marisa Leticia apareció Janja. Su llegada, además, fue un factor clave en la renovación de sus ideas. El dirigente evita contar detalles sobre su esposa y repite: “Realmente no me gusta hablar de Janja porque ella puede hablar de sí misma”. Sin embargo, en una entrevista reconoció su propia transformación y afirmó que en su matrimonio con la madre de sus hijos él todavía tenía una “cultura machista, de obrero de fábrica, que pensaba que la mujer tenía que cocinar la comida cuando yo llegaba”. “Ahora estoy con Janja, que es muy politizada, tiene buena cabeza política y es muy feminista”, agregó.
En su entorno cuentan que, además del feminismo, la alimentación es otra de las áreas en las que Janja lo influyó. De hecho, en los últimos meses comenzó a hablar de sustentabilidad, de vegetarianismo y de productos orgánicos. “El Lula del pasado solo hablaba de ir a comer a parrillas”, bromea una periodista que siempre siguió sus pasos.
Janja da Silva y las dudas del PT
Janja estuvo en todo. Opinó sobre la estética de la campaña y hasta de la comida que se servía en los encuentros. En la prensa cuentan que se encargó ella misma de dar instrucciones a los agentes responsables de la seguridad de Lula, de limitar las fotos y los tiempos de su marido.
Una parte del PT celebró y alentó su protagonismo. Tanto Lula como Bolsonaro tuvieron grandes dificultades en la campaña para empatizar con las mujeres y ambos se apoyaron en sus esposas para llegar a ese sector. Michelle Bolsonaro, como nunca había hecho antes, se enfocó en un discurso religioso y en la defensa de un rol conservador de las mujeres. Janja, en cambio, le habló a la juventud progresista. En “Rock in Rio” fue recibida con gritos de “primera dama” y rompió todos los estereotipos cuando publicó un video bailando al estilo TikTok junto al artista MC Dourado con una canción que se convirtió en furor: “La gente está con Lula y me dijo que diera el mensaje. Ahora es sal, sal, sal Bolsonaro”, cantaban.
Sin embargo, no todos en el PT están tan felices. Hasta ahora nadie habló mal de ella en público, pero en off the record una parte de la dirigencia del partido revela infidencias. Al parecer, la primera vez que se la miró con desconfianza fue cuando Janja decidió reeditar por su cuenta el jingle de la campaña presidencial de 1989 “Lula lá”. El clip, en el que ella aparece cantando junto a artistas de primer nivel, se mostró en el lanzamiento de la candidatura en mayo. Lo hizo sin autorización.
Su exposición también hizo que el bolsonarismo la eligiera como blanco de críticas. De hecho, durante semanas intentaron instalar la idea de que Janja y Lula tenían un pacto con el diablo. En redes viralizaron una fotografía de ella junto a imágenes de Xangó, una deidad umbanda. El sector más conservador de las iglesias evangélicas asocia a las religiones de origen africano con la “oscuridad” y la propia Michelle Bolsonaro replicó la imagen con un mensaje que decía: “Señorita vestida de blanco y girando,girando, girando...”. Por esos días, la entonces primera dama se quejó de la participación de Lula en una ceremonia umbanda.
Janja tomó el guante y, sin nombrarla, escribió en redes: “Aprendí que Dios es sinónimo de amor, compasión y, sobre todo, paz y respeto. No importa la religión o el credo. Mi vida y la de mi esposo siempre ha estado y estará guiada por estos principios”, publicó. Una vez más, actuó sin autorización de los jefes de la campaña y muchos dejaron trascender su molestia: la esposa del candidato a presidente había abordado uno de los temas más delicados en Brasil, el religioso, sin conversar sobre de qué forma hacerlo. En off, la describen como una persona "invasiva" y "demasiado espontánea".
Además, la gran coalición que lideró Lula para ganar la Presidencia incluye sectores que no comparten su agenda progresista. Entre las máximas especulaciones, hay quienes se preguntan si su esposo la nombrará en un cargo o, más todavía, si piensa en ella como una posible sucesora. Sin embargo, antes de comenzar a hablar en público, los aliados del nuevo Presidente de Brasil dejarán que pase el tiempo. Janja, por ahora, tiene todo para seguir aumentando su influencia
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