Natalia Sosa es una enfermera salteña que durante la pandemia estuvo en la primera línea en la lucha contra el Covid 19. Días atrás recibió la vacuna rusa y agradeció a Dios la oportunidad de haber llegado a esta instancia “cuando mucha otra gente quedó en el camino”, recordó. Dijo que le preocupa el relajamiento social en Salta.
Natalia Milagro Sosa es una enfermera salteña que durante la pandemia estuvo en la vanguardia en la lucha contra el Covid 19. Días atrás fue una de las primeras en recibir la primera dosis de la vacuna Sputnik V y agradeció a Dios la oportunidad de haber llegado a esta instancia “cuando mucha otra gente quedó en el camino”, recordó.
El coronavirus llegó en marzo al país. En Salta estuvimos más o menos tranquilos hasta pasada la primera mitad del año. Pero luego, en agosto y septiembre fue lo peor. La cosa se desmadró. Fue entonces en que el requerimiento laboral de la clínica en la que trabajo fue total. Hasta tuve que dejar otros empleos para abocarme de lleno a la terapia intensiva. Durante ese período trabajé un mes entero sin descansos, con guardias de 16 horas, atendiendo un área de Covid 19 llena, con todas las camas ocupadas.
Fue muy duro, teníamos que estar vestidos con ambos, encima de él dos equipos de protección, triples guantes, doble camisolín, triple barbijo, antiparras, pantalla, doble cofia, dobles botas, etc. Y todo el tiempo colocándonos alcohol. No se podía ni respirar. Tuve mucho miedo.
"Una vez que salía de atender los pacientes de la terapia, entraba al baño y sacaba la nariz por una ventanita para poder tomar una bocanada de aire. Transpirábamos muchísimo con ese equipo de protección, tenía las manos arrugadas, la cara marcada, las piernas hinchadas. Se sufrió mucho"
Hasta ese momento pensábamos que esas cosas ocurrían en China, Estados Unidos o España, pero ahora nos tocaba a nosotros. Entonces tomábamos valor y entrábamos al área Covid a atender a los pacientes.
Yo me aislé sin tener síntomas, empujada por el miedo de llevar el virus del trabajo a mi casa. Me fui a una vivienda de mi abuelo que estaba desocupada. Ahí armé mi cama. No vi a mis hijos por un mes, aproximadamente. Los mandé con su papá. Era salir del trabajo, llegar a casa y estar totalmente sola, luego de transitar por calles vacías. Sentí profundamente la desolación. Eso lleva a un bajón terrible. Creo que ese tipo de situaciones le bajó el sistema inmunológico a varios.
En los meses difíciles moría prácticamente un paciente por día. Se retiraba el cuerpo e inmediatamente ingresaba otro a cubrir ese lugar. Una cosa que me impactó muchísimo fue, además de la muerte en sí, los preparativos de los cuerpos que eran ingresados por protocolo en dos bolsas a la espera del personal de la funeraria. Llegaban todos cubiertos de blanco e ingresaban directamente el cadáver en un cajón que se sellaba inmediatamente. Después se desinfectaba todo. Así se hizo durante mucho tiempo. Hoy cambió un poco el sistema.
"Fue una época muy triste en la que hubo que ver a los pacientes morir y a los familiares no poder entrar a despedir a sus seres queridos. Muerte y dolor en soledad. Todo muy tétrico"
La cara positiva de todo esto es que también vimos a muchos pacientes recuperarse. Era toda una fiesta, ver a abuelos de 80 u 85 años superar la situación nos llenaba de alegría.
Realmente, hoy veo a la gente muy relajada, con el barbijo en el cuello de adorno. Los veo amontonados en la peatonal o en un supermercado y me digo a mí misma: “Que inconsciencia”. Debe ser porque no les tocó ver morir a una persona a causa del coronavirus. Porque no vieron sufrir a un enfermo por no poder respirar, por no poder llenar los pulmones con un poquito de aire y luego morir. Y el peligro sigue latente y le puede tocar a cualquiera. Si saben que un mercado está lleno tal día, vayan otro o busquen un horario mejor. La gente está saliendo más de lo debido y no está tomando los recaudos necesarios. Si todos aplicáramos un protocolo preventivo a conciencia reduciríamos muchísimo los riesgos. Y digo todos, no solo el personal de salud o el de seguridad. No meterse en medio de las aglomeraciones, usar el barbijo bien puesto, lavarse constantemente las manos, usar alcohol, ingresar a casa sin el calzado, etc.
Cuando se habló de la vacuna en julio me puse recontenta. En aquel momento pensé que si llegaba a la Argentina en diciembre estabamos totalmente salvados. Hoy me doy cuenta que no es así. Será todo un proceso. Además, la vacuna merma la posibilidad de contagio, pero no nos libera un ciento por ciento del peligro. Tenemos que seguir cuidándonos. Es hora de replantearse en serio la forma de vivir. Saber en qué ocupar las horas de descanso, pensar a quién se las voy a dedicar. Mañana no se si voy a estar. Doy gracias a Dios que no tuve que ver a ningún familiar del lado de la camilla.
Ahora me coloqué la Sputnik V durante el operativo que se realizó en el Centro de Convenciones. Al principio tuve un poquito de miedo, pero finalmente tomé coraje y me la puse, es imprescindible.
¿Sentiste algún efecto extraño luego de colocarte la Sputnik V?
La verdad es que no tuve ningún tipo de síntoma, ni cefalea ni fiebre. Nada de nada. Fue rápido, como cualquier otra vacuna. Me la colocaron en el brazo izquierdo. La única recomendación es la de no tomar bebidas alcohólicas por 48 horas. La vacuna viene en un frasco multidosis que alcanza para cinco personas. El procedimiento es el siguiente: cuando está la unidad con las cinco personas, se saca el frasco del congelador y se la deja unos minutos, se cargan las jeringas en cantidades iguales y se las coloca en el acto. Luego la persona se queda allí por unos 15 minutos, para ver si surge algún mareo o reacción. Si esta todo bien, a casa.
De: El Tribuno