Vidal y el Gestapogate: escapando de la tormenta

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    María Eugenia Vidal llega caminando al balneario Hemingway, acompañada de su pareja, el periodista Enrique Sacco. Es la mañana del domingo 2, el último día de descanso de la ex gobernadora en la playa, y, con la ciudad costera explotada de turistas, prefiere venir a pie para evitar el lío para estacionar. También quiere esquivarle a la concentración de gente y a los saludos de ocasión, y se ubica en una de las últimas sombrillas de la playa. Después de asegurarse de que el siempre rebelde “Quique” se ponga protector solar, Vidal se acuesta sobre una reposera y arranca la última mitad del libro que está leyendo, “El abanico de seda”, un texto de Lisa See que narra la opresión que sufrían las mujeres en la China milenaria. Es una escena, la de la diputada y su novio relajados sobre la arena de Cariló, que presta a la confusión: más de uno podría pensar que el año arrancó bárbaro para la dirigente opositora, y que su mayor problema hoy es convencer a su novio de cuidarse la piel del sol costero. Pero, al menos en el barro de la política, no es el caso para Vidal: entre la derrota que sufrió a la hora de bloquear el cambio de ley sobre la reelección de los intendentes bonaerenses y el escandaloso video donde funcionarios suyos, sentados con espías de la AFI, pedían armar una Gestapo para “terminar con todos los gremios”, el 2022, hasta ahora, no le sonríe. Tendrá que reponer fuerzas en la costa para lo que serán meses complejos.

    Las olas y el viento. Pero todo este nubarrón parece lejano de la Vidal versión playera. Ella llegó para pasar fin de año a Pinamar junto a su pareja, en una postal que comienza a repetirse: desde que dejó el gobierno es el tercer verano que va a descansar a la ciudad costera, donde mantiene el ritual de mantener una única reunión política, con el intendente local Martín Yeza. El resto de sus días en la costa son para el descanso y para devolver saludos y posar para las selfies con los votantes que se le acercan.

    Pero este verano se vio obligada en más de una ocasión a cortar el relax. El sábado 1 llamó por teléfono, desde Cariló, a Horacio Rodríguez Larreta. Los que caminan este mundo dicen que la relación con el jefe de gobierno porteño, su histórico socio político, no estaría pasando por su mejor momento. Es que el debate sobre la ley que habilitó a los actuales intendentes bonaerenses a presentarse para otro mandato en 2023 provocó un tsunami dentro de la oposición. Y si bien en lo formal Larreta no apoyó la avanzada de los miembros del PRO que buscaron cambiar la norma, son varios los que cerca de Vidal cuentan que el alcalde hizo su juego: evitó confrontar a los intendentes propios que querían cambiar la ley -como Julio Garro, de La Plata, Néstor Grindetti, de Lanús, entre otros- y, tras bambalinas, mandó a su círculo, como fue el caso de Diego Santilli, a apoyar la iniciativa. Con miras al 2023, Larreta no quiere poner en riesgo las delicadas alianzas que tiene en Buenos Aires.

    En cambio Vidal jugó de lleno para evitar el cambio, en lo que fue una jugada que no prosperó. Además de empujar a los senadores y diputados de la Provincia que le responden a votar en contra, publicó una carta en La Nación en donde se quejó de los “privilegios inaceptables”, emparentó la avanzada con los históricos “barones del conurbano” y llamó a decir “que no” a la medida. Fue un texto que cayó más que pesado entre los intendentes del PRO, que hace no tanto tiempo atrás le respondían -hecho que se vio bien claro cuando Vidal confirmó su candidatura porteña y convenció a los mandatarios bonaerenses de cambiar el apoyo de Jorge Macri hacia Santilli-. Otros tiempos.

    Laberinto. Sin embargo, el conflicto que más pegó en su imagen es el que reveló la AFI a fines del año pasado: un video en el que su entonces ministro de Trabajo, Marcelo Villegas, cuenta que le gustaría tener una Gestapo, la policía secreta de Hitler, para barrer al sindicalismo. La desubicada frase, encima, se dio en el contexto de una reunión en el 2017, entre Villegas, otros dos altos cargos del gobierno bonaerense, Garro, cinco empresarios de la construcción y dos funcionarios de la secretaría de inteligencia de ese momento, que se habían juntado para avanzar en la detención del sindicalista Juan Pablo “Pata” Medina. Es un escándalo que el Frente de Todos empuja con astucia, que alimenta el fantasma del lawfare, y que ya llegó a la Justicia.

    Vidal lo sigue con preocupación. Mientras que intenta despegarse de Villegas y de sus terribles dichos, la ex gobernadora insiste en que ella nunca tuvo idea de ese encuentro y que menos aún lo alentó, lo que de por sí es llamativo: hablaría de una mandataria que no sabía lo que hacía su propia gente. Otro punto en debate es el lugar de la reunión. La gente de Vidal asegura que ocurrió en las oficinas porteñas del Banco Provincia, por lo que el escándalo podría llegar a Comodoro Py, el juzgado federal en el que prefieren que termine la causa.

    Es una tormenta de problemas para Vidal, pero ningún turista que la haya cruzado en Cariló, donde quizás vuelva algún fin de semana de enero, lo puede notar. En la playa, y con su novio, parece bien lejos de cualquier lío.

     

    De: Noticias

     

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