Cristina Kirchner se sentó en el banquillo de los acusados con una gran cantidad de papeles y anotaciones con nombres y hechos que le sirvieron de guía para hilar su defensa. Habló de corrido durante 3 horas y 30 minutos, en las que sólo tomaba su agua mineral marca Glaciar, porque no quiso beber el de la jarra que el tribunal colocó para ella.
Durante su indagatoria enumeró a diferentes personas que podrían funcionar como un adelanto de su lista negra. Jueces, fiscales, funcionarios nacionales, diputados y operadores judiciales que durante los próximos años caminarán con la mirada de Cristina sobre sus espaldas.
El más nombrado fue Julián Ercolini, el juez que la envió al juicio oral en el que declaró. Se trata de la causa por las obras viales de Santa Cruz que la tienen a ella y al empresario K Lázaro Báez como protagonistas. A Ercolini lo llamó, de forma burlona y degradante, “el mutante”, para referirse a que había cambiado porque en una causa similar del 2011 la había sobreseído y ahora la procesaba y la enviaba a juicio.
“Cambió el gobierno y cambió Ercolini, por eso lo llamo el mutante”, afirmó. Quiso poner en evidencia que el juez era permeable al poder de turno. La contradicción en este punto es que en 2011 la presidencia estaba a cargo de la propia Cristina Kirchner. ¿En ese momento no le parecían cuestionables sus fallos?
El momento más fuerte de su declaración fue cuando le adjudicó a Ercolini los problemas de salud de su hija Florencia. “Ercolini es el mismo que provocó que mi hija se enfermara”, se despachó. Cabe recordar que Florencia Kirchner continúa con su tratamiento en La Habana, Cuba, por diferentes causas, como pérdida de peso y ataques de pánico. Otro apuntado, también por poner el ojo sobre la hija de CFK, fue el ex presidente del Banco Central Federico Sturzenegger, quien en una reunión de directorio del BCRA mostró una foto de Florencia Kirchner y dijo: “¿Y con esta qué hacemos?”. Este comentario le valió una denuncia penal por abuso de autoridad.
Dentro del mundo judicial, los otros apuntados fueron Claudio Bonadio, por ser el juez que más veces procesó a la flamante vicepresidenta y que incluso la llamó a ocho indagatorias en un día, un episodio inédito en la historia judicial argentina.
Acusadores. Luego llegó el turno de Gerardo Pollicita e Ignacio Mahiques, los fiscales de la causa Vialidad que la llevaron a este juicio. En este punto ponderó el trabajo del fiscal Eduardo Taiano, que había sido el fiscal inicial de la causa pero luego fue apartado por el juez Ercolini. Cristina se quejaba de que a solo 15 días de haber asumido en la causa, los fiscales ya habían pedido su indagatoria. De los dos fiscales, el que tiene un panorama más complicado es Mahiques, porque él se había sumado a la fiscalía de Pollicita como “fiscal ad hoc”, es decir que actuaba solo en algunos expedientes, en particular los que involucraban a Cristina.
Mahiques tiene aspiraciones más grandes. Quiere ser juez federal de Mercedes y estaba a punto de salir su pliego hasta que el triunfo electoral cambió todo el panorama y su nombramiento, como el de varios jueces más, volvió para atrás. Ahora, con el cambio de Gobierno su chances se complicaron, a pesar de que tiene aliados en el cristinismo. Uno de ellos es Gerónimo Ustarroz, candidato a ocupar el sillón del Poder Ejecutivo en el Consejo de la Magistratura, el organismo encargado de evaluar a los jueces. Ustarroz llegaría a ese lugar apadrinado por su primo Eduardo “Wado” De Pedro, quien se crió con los Ustarroz y está interesado en ocupar el juzgado federal de Mercedes con un aliado. Ignacio Mahiques era el candidato ideal, porque las familias Ustarroz y Mahiques son amigas, pero la opinión de Cristina tiene más peso.
Otro apuntado por CFK fue Martín Irurzun, el presidente de la Cámara Federal, a quien le endilga haber abierto la puerta para las prisiones preventivas a través de la llamada “doctrina Irurzun”, en la que sostenía que los ex funcionarios podrían tener lazos dentro de la estructura del Estado que servirían para entorpecer las investigaciones. Además de esto, Cristina también le recriminó que le había exigido al juez Sebastián Casanello que la indague en el marco de la causa conocida como La Ruta del Dinero K. La muestra más fuerte de su encono con Irurzun fue cuando se refirió a la oficina de escuchas y a la filtración de sus diálogos con el ex director de la AFI, Oscar Parrilli, de quien se descubrió que ella lo trataba de “pelotudo”. Cuando explicó que esa oficina de escuchas depende de la Cámara Federal, de la que Irurzun es presidente, Cristina resumió: “Irurzun te escucha y te mete preso”.
El tribunal que la escuchaba el lunes 2 no fue exento de dardos. Con destratos y chicanas los menospreció al afirmar que la condena contra ella “ya estaba escrita”. Este fue un golpe a la credibilidad de los magistrados y a su imparcialidad. Por ahora no hubo respuesta. Durante la audiencia, los jueces Jorge Gorini, Jorge Tassara y Rodrigo Giménez Uriburu solo la miraban. Sobre la acusación, se refería a ella como un “guión”, que se había escrito en otro lugar, en alusión al Poder Ejecutivo, y no dentro del ámbito del juicio. Los abogados presentes en la sala afirmaron a este medio que al fiscal Diego Luciani le temblaban las manos cuando tomaba nota.
Mesaza. Otros apuntados en la lista de Cristina son los integrantes de lo que se llamó la “mesa judicial” del Gobierno saliente. La vicepresidenta solo nombró al ministro de Justicia Germán Garavano, al secretario de Legal y Técnica Pablo Clusellas, se refirió al jefe de asesores del Presidente como “un tal Torello” (se llama José) y luego remató con “Angelici, el presidente de Boca”.
“No tengo nada contra el presidente de Boca, soy de Gimnasia y Esgrima de La Plata, no soy de River, pero la verdad que tenía que llegar Mauricio Macri al Gobierno para que el presidente de Boca integrara una mesa judicial. Un escándalo. Una vergüenza. Apretando jueces, atropellado fiscales, celebrando sus reuniones en público y con crónicas periodísticas que contaban cómo, cuándo y dónde se reunían”, sostuvo en uno de los momentos más expresivos de su presentación. Se la vio disfrutar ese instante en el que dejaba en evidencia esa falla institucional del macrismo.
Lawfare. La mayor parte de la exposición de Cristina estuvo sostenida en que era víctima de lo que se bautizó como lawfare, que traducido significa “guerra judicial” y que tendría como objetivos, en esta parte del mundo, a dirigentes latinoamericanos como ella, “Lula” Da Silva y Rafael Correa. Cuando explicó la matriz de esta metodología, dijo que se iniciaban a través de denuncias de opositores al Gobierno con amplia cobertura mediática. En ese punto se refirió, sin nombrarla, a Margarita Stolbizer y luego a Elisa “Lilita” Carrió junto con Mariana Zuvic y Javier Iguacel, el ex director de Vialidad Nacional quien fue el que originó la causa por la que llegó a juicio oral.
En otro capítulo de su presentación apuntó contra los organismos que son querellantes en la mayoría de las causas contra el kirchnerismo, como la Oficina Anticorrupción y la Unidad de Información Financiera (UIF). Allí le dedicó un capítulo a cada uno de sus titulares, por un lado a Laura Alonso, quien tuvo que conseguir que por decreto le permitan estar al frente de ese organismo por no ser abogada, y también a Mariano Federici, quien antes de desembarcar en la UIF fue asesor legal del FMI. En este punto, Cristina afirmó que Federici había trabajado en el banco HSBC, acusado de lavado, pero ese fue un error. De todos modos eso no le elimina de su lista de la vendetta.
Otro organismo al que apuntó fue la AFI y a sus directores: Gustavo Arribas y Silvia Majdalani.
Si se mira la lista negra de Cristina, a excepción de algunos pocos nombres, no es muy distinta de la de “Lilita” Carrió, la diferencia entre una y la otra es que la primera se formó en el peronismo y la segunda en el radicalismo y están enfrentadas entre sí.
Esta segunda etapa de Cristina Kirchner en el gobierno la encuentra en plena guerra con el Poder Judicial. El mismo que le fue funcional durante su primera etapa en la presidencia y que luego la persiguió. ¿Qué hará ahora? ¿Eliminará solo a los infieles o intentará reformar el sistema? ¿Qué rol tendrá Alberto Fernández? La vicepresidenta, en el final de su declaración, ya les dio a los jueces un adelanto de lo que piensa: “Preguntas tienen que contestar ustedes, no yo”.