Cuando Alberto Fernández se fue de la Casa Rosada, apenas pasadas las 20 horas del lunes, ninguno de sus colaboradores sabía lo que estaba por ocurrir. En ese círculo reducido se venía especulando, desde el fin de semana, en una posible reunión con Cristina Kirchner. Pero durante todo el día en el que juró Silvina Batakis, el Presidente no había querido soltar ninguna pista. De hecho, cuando se subió al helicóptero que lo llevó de vuelta a la Quinta de Olivos nadie en el Gobierno suponía con quién se iba a encontrar. La cena que mantuvo con su vicepresidenta fue el primer mano a mano que tienen en lo que va del año. ¿Habrá deshielo entre los compañeros de fórmula?
Es cierto que Alberto estaba más que reticente a juntarse con Cristina. Se lo habían sugerido e insistido una amplísima gama de dirigentes -albertistas y no tanto- el sábado y el domingo, pero el Presidente no quería dar el brazo a torcer. El acto de la Vicepresidenta en Ensenada, en el que volvió a atosigar al Presidente sobre el uso de la lapicera y el manejo del poder -hasta se dio el lujo de replicarlo a través del manual de conducción de Juan Domingo Perón y le aconsejó no buscar la reelección-, había complicado mucho una situación que ya de por sí era mala. El sábado a la noche Alberto se fue a dormir hecho una furia. Ese enojo alcanzaba a Martín Guzmán, el saliente ministro del que piensa que le faltaron “códigos”: en el círculo presidencial y en el Gabinete juran que el ex funcionario no le había adelantado la renuncia al mandatario, sino que apenas, en un encuentro el jueves, le había asegurado que necesitaba hacerse con mayores controles de la botonera económica. Entre los allegados a Guzmán, la versión es distinta: dicen que el discípulo de Stiglitz exigió quedarse con el control de Energía porque sino “no podía seguir”. Debate para la historia.
El domingo también fue un día de vértigo. Se analizaron varias variantes de reemplazo, mientras que gran parte del oficialismo le insistía a Alberto sobre retomar el diálogo con la Vice. Quien destrabó la situación fue Estela de Carlotto, un aporte que pesó más de lo que muchos piensan. La histórica dirigente social recibió un llamado desde Bolivia de Daniel Filmus, el ministro de Ciencia y Técnica que estuvo en ese país y en Perú reunidos con sus pares de esos lugares. La referente de las Abuelas le dio “una orden” de que llame a Cristina, a pesar de las excusas de Fernández. Este decía que le había mandado un mensaje y que era CFK la que no le contestaba. En el camporismo sugieren otra versión: que Alberto le había mandado un mensaje a un celular que CFK no usa los fines de semana, y que recién luego de la intervención de Estela cayó en la cuenta del teléfono descompuesto. Creer o reventar.
La llamada del domingo, cuentan de ambos lado de la grieta oficial, fue tensa. Hubo reproches y falta de acuerdo sobre el reemplazante de Guzmán. Recién en una segunda llamada, Alberto y la vice se pusieron de acuerdo en el nombre de Batakis, sugerida por Miguel Pesce y empujada por Daniel Scioli, quien la tuvo de ministra en su etapa de gobernador y quien le envió un conveniente mensaje sobre la tarde noche del domingo. En ese segundo llamado fue que quedaron en verse en los días venideros, aunque sin ninguna precisión.
La cena de lunes fue manejada con un hermetismo absoluto. De hecho, varios de los que consultaron al Presidente en esa jornada se encontraron con respuestas esquivas sobre la posibilidad de verse con CFK. En este punto, nadie puede confirmar si realmente dudó en cenar esa noche con ella o si estaba jugando al misterio, por temor a alguna filtración y a sus consecuencias. Otro debate para la historia.
El encuentro fue largo e incluyó sobremesa. Era la primera vez que tenían un mano a mano -este año se cruzaron para la apertura de sesiones en el Congreso y para el acto de YPF- desde diciembre de 2021, cuando se juntaron a cenar con Lula.
Los detalles del encuentro también fueron mantenidos en resguardo por ambas partes. Una diputada K, cercana a Máximo Kirchner, hoy entró a la sesión en la Cámara preguntando a los pares que se cruzaba si alguien sabía que había pasado ayer. En el albertismo circulaba una idea que venía de Olivos: “Fue mucho mejor que la llamada del domingo, y quedó más acomodada la relación. Esperemos que sigan así”. Lo más probable, sin embargo, es que hayan nuevos capítulos en esta novela entre el Presidente y su Vice.