La política está observando en estos días un fenómeno impensado: la devaluación del discurso de Cristina Kirchner. El primer síntoma es el de la atención mediática: lo tradicional siempre fue que todos los medios, incluso aquellos que profesan una explícita línea anti-kirchnerista- transmitieran sus apariciones públicas en vivo, en una especie de cadena nacional de facto. Sin embargo, su último acto en el complejo deportivo Diego Maradona de Avellaneda fue prácticamente ignorado por los medios.
Pareció la culminación de un proceso de pérdida de influencia política. Antes, con un "timing" muy inconveniente por la imposibilidad de competir con la euforia mundialista, Cristina había intentado, sin éxito, que se generase un movimiento masivo en contra de su condena judicial. Pero el resultado quedó a la vista: una manifestación mínima frente a Comodoro Py y luego un acto del Grupo de Puebla, que debió ser suspendido dos veces.
El acto en sí era una excusa para que se produjera una gran manifestación callejera que impactara en jueces y fiscales y que, además, protestara contra la "proscripción" de la vicepresidente. Pero, como luego se haría evidente, el aparato peronista no estuvo en condiciones de asegurar ese impacto político.
En teoría, ese acto, en el que líderes de la región -desde Lula Da Silva hasta Pepe Mujica- expresarán su solidaridad con Cristina en su lucha contra el "lawfare" se realizará en marzo, primero por un contagio de Covid y luego por problemas de agenda. Pero lo cierto es que hoy nadie se anima a decir que efectivamente ese encuentro vaya a concretarse, cuando ya el impacto por la noticia de la condena haya quedado muy atrás.
Y, en realidad, la propia noticia de la condena también tuvo un efecto que se diluyó rápidamente, lo cual está llevando a que todo el ámbito político -desde la oposición al presidente Alberto Fernández, pasando por los gobernadores provinciales, los medios y las grandes empresas- empiece a cuestionarse qué tan vigente está la "centralidad" de Cristina Kirchner en la escena política nacional.
"Cristina y sus problemas desaparecieron de la mente de la gente. Todos hablan de ella, pero ya no mueve las emociones como antes. Millones de argentinos salieron a celebrar el triunfo sin que nadie les pague, ni les proporcione camiones, banderas, carteles y catering", analizó el "gurú" Jaime Durán Barba. El politólogo recurrió al contraste entre el festejo espontáneo por el Mundial y los actos organizados y financiados por los aparatos políticos para marcar la creciente falta de sintonía de la clase política con la población.
En su reciente acto en el complejo Diego Maradona, Cristina Kirchner reclamó al peronismo una actitud más decidida para luchar contra la "proscripción" Días después, el acto de Cristina en Avellaneda mostró uno de los peores momentos de la ex presidente. Una convocatoria limitada, tanto en público como en dirigentes, con afluencia de incondicionales de la segunda línea y lejos de aquella adhesión de todos los sectores que había tenido el anterior acto en el estadio único de La Plata.
En todo caso, lo que la situación actual dejó en evidencia es un fuerte contraste entre la Cristina de hace pocos meses, que era capaz de voltear ministros con un tuit y que le reprochaba en público a Alberto Fernández su falta de determinación para enfrentar a los "grupos concentrados" y la de hoy. Esta Cristina acepta a regañadientes la "claudicación" del dólar preferencial a los exportadores sojeros y se queja de la falta de apoyo en los dirigentes y de entusiasmo en su propia militancia para ayudarla a superar su situación judicial.
El peronismo imagina el escenario post Cristina Kirchner
Pero acaso haya algo que preocupa más a la líder kirchnerista que una opinión pública más indiferente absorbida por los problemas de la economía: el cambio de actitud del propio peronismo, que parece estar buscando una fórmula de supervivencia en el poder ya sin Cristina en la fórmula.
Todos tomaron nota de que en su último discurso haya puesto el énfasis en que su anuncio de no postularse a cargos electivos en 2023 no debe interpretarse como un "renunciamiento" sino como una proscripción. Y que esa proscripción no es apenas personal sino que alcanza a todo el peronismo.
Un mensaje potente para la propia interna, porque implica que quienquiera que se postule a la presidencia, si eventualmente gana, tendrá un gobierno ya con legitimidad limitada desde el arranque. Una situación comparable a la de los presidentes radicales de la década del ’60, que surgían de elecciones con varios millones de votos en blanco. O, también, algo similar a la situación de Héctor Cámpora, el presidente que en 1973 representaba a un Perón proscripto y que, ante la primera desavenencia con el líder, renunció apenas siete semanas después de haber sido electo.
Lo cierto es que hoy ya se habla de un "operativo clamor" fallido. El anuncio de Cristina el día de su condena no generó los actos masivos que se esperaban pero, además, tampoco hubo una adhesión masiva de dirigentes peronistas a su tesis sobre que la condena judicial equivale a la proscripción de todo el peronismo. Más bien al contrario, está ganando intensidad la especulación sobre candidaturas.
En la medida en que Massa logra moderar la inflación y alejar el fantasma de una crisis, crecen sus chances de que el peronismo apoye su postulación Las encuestas empiezan a medir con más insistencia a Sergio Massa, cuyas chances van mejorando en la medida en que se aleja el temor a una hiperinflación inminente y que se dan muestras de que hay un "plan llegar" que pueda mantener una razonable chance de victoria para el peronismo.
Además, otros nombres de perfil "centrista" han vuelto al candelero, como el del embajador Daniel Scioli. Y, también se empieza a hablar sobre cómo sería el futuro político del kirchnerismo sin Cristina, con los nombres del ministro del Interior, Eduardo de Pedro y del gobernador bonaerense Axel Kicillof como posibles candidatos.
A pesar de la erosión de la gestión de Gobierno, consecuencia de la alta inflación, los analistas se niegan a dar por derrotado al peronismo. "Hay que tener en cuenta que quien tiene los recursos del Estado difícilmente obtenga menos de un tercio de los votos", observa el politólogo Rosendo Fraga, quien recuerda que incluso en una crisis profunda como la hiperinflación de 1989, el candidato oficialista fue apoyado por un 38% del electorado.
Fraga argumenta que lo que mejora las chances del peronismo es la alta probabilidad de fragmentación de la oposición. "Va a ser una situación difícil de resolver, porque las diferencias entre Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich son cada vez de tipo ideológico antes que de matices personales", afirma.
Mientras tanto, los gobernadores provinciales más cercanos a Cristina toman distancia de la pelea político/judicial y se concentran en sus respectivos escenarios electorales, con la disputa presupuestaria como bandera en común.
Alberto Fernández profundiza la división interna
Pero, sobre todo, si alguien ha dado muestras de no recoger el guante del pedido que ha hecho Cristina es Alberto Fernández, quien mantiene interrumpido el diálogo con su vice.
Al día siguiente del discurso de Avellaneda, casi como una estrategia de respuesta, el Presidente volvió sobre sus tópicos preferidos: destacó las mejoras recientes contra la inflación, rechazó las acusaciones K de no haber hecho esfuerzos para reformar al poder judicial y, sobre todo, replanteó que el peronismo sigue competitivo a nivel electoral y que hay que definir en las PASO quién liderará al Partido Justicialista.
Todos en el peronismo saben que si hay algo que Cristina jamás quiso es, precisamente, una elección interna para dirimir candidaturas, sobre todo si su propio liderazgo puede quedar en cuestión. Su estrategia es la absolutamente opuesta: que, tal como pasó en 2019, haya una candidatura peronista de consenso y entonces que las PASO se transformen de hecho en la elección nacional.
"El que se quiera presentar que se presente, el que quiera competir que compita. Lo mejor es saber que todos tenemos lugar. Porque si uno es el dueño de la decisión, entonces el que no es amigo del dueño de la decisión se queda afuera", dijo el Presidente ante las cámaras de C5N. Un día antes los partidarios de la vice cantaron "Cristina presidenta" y que Axel Kicillof decía: "Te necesitamos para seguir garantizando derechos".
El discurso oficial del kirchnerismo, ya desde antes de la condena judicial, es que la causa "Vialidad" es, en realidad, un caso ejemplarizante para que todos los dirigentes políticos sepan que serán perseguidos con el "lawfare" si intentan afectar intereses de los "grupos concentrados". En consecuencia, la reacción que espera Cristina es que todo el peronismo reaccione como si la condena afectara a todo el partido.
Y fue sugestiva su mención a que los militantes deben "sacar de la mochila el bastón de mariscal", una imagen que fue unánimemente interpretada como un reproche a la dirigencia peronista por su falta de disposición a confrontar con las empresas y el poder judicial, y un llamamiento a la militancia para que obligue a los dirigentes a asumir posturas más radicalizadas.
Pero no es lo que está ocurriendo. Alberto Fernández retomó la idea de una instancia de debate interno: "En el Frente de Todos tiene que darse un sistema armónico de convivencia y resolución de diferencias. Me voy a poner al frente de ese trabajo y voy a consensuar con todos".
La frase generó irritación en el kirchnerismo, donde desde hace tiempo se está pidiendo una mesa de conducción en la que el Presidente comparta espacios de poder. Sin embargo, la respuesta de Alberto no se interpreta como una voluntad de dar participación a Cristina en las decisiones, sino de avanzar en un armado que prescinda de la vicepresidente.