“Vamos siendo conscientes de cómo las notificaciones tratan de “secuestrar” nuestra atención”, explica uno de los expertos que intenta desarrollar una fórmula para combatirlo.
“Degradación humana” es un termino acuñado por el científico informático Tristan Harris y su socio Randima (Randy) Fernando, cofundadores del Center for Humane Technology (CHT, Centro para la Tecnología Humana), una organización que se impuso como misión “realinear la tecnología con nuestra humanidad”.
Es algo que ambos plantean en el documental de Netflix The Social Dilemma (“El dilema de las redes sociales”) donde exponen cómo las redes sociales a través de cuanto tiempo estamos frente a las pantallas utilizando las redes sociales y otras tecnologías digitales.
“A las empresas les resulta muy fácil configurar perfiles sobre nosotros en base a la información que compartimos en las redes sociales, y comparten esa información con los anunciantes. Este modelo de negocio hace que nuestra atención se vuelva vital y además no se fundamenta en nuestros intereses, sino en los de los anunciantes”, comentó Fernando para BBC Mundo.
“Gran parte del trabajo que hacemos tiene que ver con la mente, con las adicciones y con cómo combatirlas; con la meditación y con el bienestar emocional. También con la democracia y la polarización, con la tergiversación de la verdad”, agregó.
Los expertos lo describen como algo cíclico: a medida que se han ido mejorando y actualizando las máquinas, se degrada a los seres humanos. “Y debería haber sido al revés. Eso es algo que se repite constantemente”.
También califica que la “degradación humana” ha sobrepasado algunos límites importantes, por eso ahora les genera preocupación.
“Vamos siendo conscientes de cómo las notificaciones tratan de “secuestrar” nuestra atención. Si los diseñadores lo usan a su favor pueden hacer que pasemos más tiempo en su producto, atraer nuestra atención para que nos fijemos en ciertos elementos a través de aspectos como el brillo de la pantalla y otros pequeños “trucos””, explica Fernando.
“Y ya no sabemos qué es real y qué no. Los deepfakes (videos con personas aparentemente reales modificados con inteligencia artificial) son un buen ejemplo de ello”.
Por: Felipe Alcaíno