Qué son las relaciones parasociales???

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    El mundo es digital; al menos el de los adolescentes, dedicados a vivir conectados de modo excluyente. Pocos temas desesperan tanto a los adultos, aunque es importante recordar que en todas las épocas los chicos buscaron sitios donde ocultarse y que hoy asumen las redes sociales tecnológicas como refugios.

    Allí se encuentran, hablan sus dialectos, comparten imágenes, dudas e impulsos. Pero fundamentalmente buscan compararse, tarea principal en su búsqueda de identidad. En este contexto, ocurren las relaciones parasociales, término que denomina a los vínculos establecidos cuando una persona cree contactar con un personaje famoso, real o ficticio. Son relaciones unidireccionales; por lo tanto, asimétricas.

    El seguido ignora a su seguidor; desconoce sus sentimientos, que son tan auténticos como con alguien realmente cercano. No se trata de mero cholulismo; deportistas, cantantes, actores o superhéroes seguidos revelan la necesidad adolescente de contar con modelos (famosos) para compararse durante la etapa de definiciones. El fenómeno no es nuevo. Ya en el siglo XIX se hablaba del «síndrome de adoración de celebridades» como un trastorno adictivo-obsesivo en el que una persona se involucraba desmedidamente en los detalles de la vida de una celebridad.

    En 1956, los psicólogos Donald Horton y Richard Wohl utilizaron por primera vez la palabra «parasocial» para describir un efecto generado por la televisión: la intromisión de personajes famosos en el hogar, sitio hasta entonces restringido al núcleo íntimo. Las redes tecnológicas llevan hoy estas relaciones a otro nivel, al ofrecer la posibilidad de apelación directa de los adolescentes a las cuentas de las celebridades, y así potenciar su idea de una presunta horizontalidad y una simetría en la relación.

    Es excepcional que una celebridad (o el encargado de la cuenta) responda un mensaje personal, pero el milagro desdibujaría el concepto de «famoso» como una persona inalcanzable, alejada del común de la gente.

    Hay perfiles psicológicos más propensos a las relaciones parasociales; chicos y chicas con cierta dificultad para gestionar relaciones recíprocas. Tímidos en los encuentros cara a cara, pero eficientes para interactuar con simuladores de la comunicación humana: los bots, sistemas capaces de mantener una conversación coherente sobre un tema para el cual han sido programados y mediados por un avatar con aspecto humano.

    Pero no preocuparse, adultos. La mayoría de los adolescentes diferencian fantasía de realidad y tramitan la relación con naturalidad. Entienden que el enamoramiento es idealizado, transitorio y que puede finalizar, como se comprueba al terminar una serie televisiva: los espectadores que habían entablado una relación parasocial con los personajes sufren temporalmente su ausencia, pero todos se recuperan sin daño.

    Más recientemente crece la preocupación de padres y de madres cuyos hijos de apenas 7 u 8 años comienzan a seguir a youtubers. Por regla general, se piensa que, a menor edad, los chicos son más influenciables, pero tampoco conviene en estos casos menospreciar la astucia de los menores. No se trata de privar a los chicos de figuras referentes o de modelos positivos, sino de mantenerlos en los límites de la realidad y limitar la posible potenciación de efectos negativos en su subjetividad. Tal vez las relaciones de carne y hueso sean el mejor recaudo para prevenir estas y otras novedades que surgen del (ab)uso de la tecnología.

     

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