¿Fue el año de la pandemia el peor de todos?

    Estrellas inactivasEstrellas inactivasEstrellas inactivasEstrellas inactivasEstrellas inactivas
     

    Para todos los que lo vivimos, el 2020 fue un año inolvidable para el olvido. En diciembre de ese año, que, por las dudas, mejor no nombrar, la portada de la histórica revista norteamericana Time definió al 2020 como el peor año de todos los tiempos.

    “Esta es la historia de un año al que no querrás volver”, comienza diciendo el artículo del semanario, que, concentrado en la realidad de los Estados Unidos, ofrece los argumentos que respaldan tamaña afirmación: catástrofes naturales, unas ’bochornosas’ elecciones presidenciales en Estados Unidos, la pandemia de COVID-19 (que hasta el momento se había llevado más de un millón y medio de vidas), la muerte de Kobe Bryant, protestas y violencia callejera en todo Occidente, el aburrimiento, la ansiedad, el desempleo, o las condiciones de ’explotación laboral’, especialmente de los jóvenes, la muerte de Diego Armando Maradona, las protestas del Black Lives Matter y, por supuesto, los videos de TikTok y las clases virtuales de absolutamente todo.

    Más allá de que técnicamente es casi incomprobable saber cuál fue el peor año de la historia de la humanidad —por ejemplo, tendríamos un largo trabajo definiendo qué consideramos peor o mejor, y sobre la base de qué lo hacemos— lo interesante es que la idea de que estamos atravesando el peor periodo de la historia no suena tan descabellada.

    La noción de que estamos pasando por tiempos complejos y turbulentos está presente en el discurso público cotidiano mucho antes de la llegada del COVID-19. Y, como veíamos, también repercute en la forma en que percibimos el mundo, reforzando las distopías y las miradas negativas en relación con el porvenir. La pandemia eliminó el futuro, y convirtió todo en un presente continuo. Y la revista Time, con esa portada, adoptó la misma postura.

    Cada generación ha vivido momentos decisivos de tragedia que se terminaron volviendo puntos de inflexión. Para la Generación X, y probablemente para muchos millennial, ese punto de inflexión fueron los atentados del 11-S, para los Baby Boomers, el asesinato de JFK, o la Guerra de Vietnam, y para la Generación silenciosa definitivamente los conflictos bélicos de mediados de siglo, con todos los horrores que trajeron aparejados.

    Estos puntos de inflexión causan un efecto de desaceleración temporal. Como si, de alguna manera, el reloj se detuviera y nos quedáramos atrapados en el presente, sin perspectiva para ver hacia atrás ni capacidad para mirar hacia adelante. Esta pandemia nos parece terrible precisamente por esto, porque elimina el futuro y destruye las proyecciones, dejándonos presos de un presente interminable.

    Sin embargo, podríamos hacer el ejercicio de pensar en cómo hubiera resultado una pandemia de este tipo dos siglos atrás, o cómo hubiera sido una pandemia que nos hiciera aislarnos de la tecnología. Hacer este ejercicio nos permite comprobar que, en realidad, la visión negativa y desesperada que aplicamos al momento que vivimos es anterior al coronavirus.

    En 2015, el Financial Times publicó un artículo al que tituló “Golpeado, magullado e inestable: el mundo entero está al límite”. Diez años antes de esa tapa, la filósofa francesa Therese Delpech anticipó este “mundo al límite” en un ensayo llamado “El Retorno a la Barbarie en el siglo XXI”, donde advierte que el conflicto y la inestabilidad son inherentes a la historia, y que en el siglo XXI estamos entrando en un nuevo periodo de barbarie.

    Decir hoy que algo anda mal en el mundo no es para nada disruptivo. De hecho, es algo completamente factible de escuchar en cualquier ámbito y por distintos motivos. Y lo más curioso: casi de cualquier país en Occidente.

    Pero en 2005, cuando Delpech anticipó nuestro retorno a la barbarie, todavía este no era el sentido común de la sociedad. El fin de la guerra fría, la expansión de la democracia y la incipiente revolución tecnológica derivada del internet y la burbuja de las puntocom generó en occidente una sensación de que El fin de la historia había llegado y, por alguna razón, estábamos del lado correcto.

    Pero a partir de la crisis de las hipotecas en 2008, la balanza comenzó a inclinarse hacia el otro lado. Esta crisis, completamente inesperada, derivó en desempleo en el peor de los casos y subempleo en la mayoría —especialmente en la población joven—, lo que, a su vez, generó protestas, conflictividad social y, consecuentemente, inestabilidad política y el surgimiento de líderes mesiánicos.

    El guion es más o menos parecido en todo el Occidente desarrollado, y tiene sus características particulares en las distintas regiones como América Latina o Medio Oriente. Pero si hay algo común en todos los casos es, como profundizaremos en el siguiente apartado, el impulso que brindaron las nuevas tecnologías frente a esta inestabilidad.

    De: Revista Time

     

    Tags: ,
    © 2017 Solamente Salta. All Rights Reserved.
    Templates by Engine Templates / Pawered CEGdesign