Uniforme de campaña. Por qué el look de los políticos suma votos

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    A tono con el confort y la funcionalidad que hoy dicta la moda en todo el mundo, los políticos en plena actividad por el cierre de listas, optaron más que nunca por la indumentaria de rigor en calle: pulóver, camisa y jean. Hasta Cristina Fernández, en otros tiempos tan adicta a los stilettos y los tailleurs artesanales, se bajó de los tacos y adoptó un look casual y elegante con pantalones clásicos y abrigo “low profile”.

    En Juntos por el Cambio, la campera tipo Uniqlo y los cuellos sin corbatas ya habían sido elegidos como uniforme, con sabiduría marketinera, en tiempos de Mauricio Macri. La idea subyacente a esta elección siempre fue despejar de la imagen, cualquier rastro que delatara la clase social de la que provenían la mayoría de los integrantes del PRO. El estilo de la gente de trabajo era el que mejor disminuía los oropeles de los apellidos patricios y los varios ceros de las cuentas bancarias de sus militantes. También, transmitía una imagen de dinamismo y juventud, de novedad y aire fresco, de desacartonamiento frente a la rigidez de las elecciones indumentarias más tradicionales. Hasta la primera dama del movimiento, Juliana Awada, siempre distinguida por su elegancia, sólo abandonaba las zapatillas y las remeras informales en situaciones protocolares. Su glamour, hasta hoy, se basa en llevar con charme la misma ropa que cualquier ama de casa usaría para ir a buscar a los chicos a la escuela.

    Los posteos de Juliana Awada.

    En cambio, al peronismo, que a diferencia del PRO tiene tradición y pasado, la apuesta por la sencillez nunca le resultó tan fácil. En relación con las primeras damas, seguramente en la memoria pesa la lectura que históricamente se realizado de la imagen de Eva Perón. La “princesa rubia” que el pueblo adoraba, la “única reina” que Dior vistó, es aún parte del imaginario social, aunque resalte en contraposición a la Evita luchadora. Esta era la mujer política, la que se deslomaba en jornadas agotadoras para atender a sus descamisados y que adoptó el traje sastre sencillo y el rodete clásico, para no complicar sus días repletos de obligaciones.

    Tal vez sin intención, a esta imagen responde la elección de Fabiola Yáñez, princesa en su burbuja, siempre impecable, abocada a tareas mucho menos desgastantes que las que realizaba Eva.

    ¿Alguien del común o un ser excepcional? Esa parece ser la pregunta detrás de las elecciones de indumentaria de los políticos. ¿Siempre con corbata, como Alberto Fernández, o con una simple remera como Horacio Rodríguez Larreta?

    Si el lujo es un apoyo para lograr una imagen que se destaque, la sencillez es el pasaporte directo a la comunicación entre pares. Al fin y al cabo, lo que entra por los ojos es lo real, parece pensar la gente. Mientras los discursos políticos se vacían de significado, la imagen parece ser lo único con lo que contamos para entender quién es, de verdad, el hombre o la mujer que estamos votando.

     De: ADRIANA LORUSSO

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