De la mano de una lógica rupturista, el voto de Milei no responde a un solo sector social o político, sino que parece componer un repertorio distinto. Más hacia la derecha del espectro ideológico, pero no solo.
El partido que nació y creció en la Ciudad de Buenos Aires no construyó representación política desde la oferta, dándole forma a demandas organizadas, sino que pensaba la política como la respuesta a demandas o malestares individuales.
Para que esa lógica se visibilizara a nivel nacional era necesario entender con mucho detalle a quiénes había que hablarles y cómo hacerlo.
Con el arribo de Mauricio Macri al gobierno de la Ciudad y de la mano del auge de las redes sociales, se ponía de moda la segmentación de los mensajes políticos. Como con un traje a medida, Cambiemos construyó en la Argentina de este siglo, capilarmente, la lógica política de la demanda individual.
A unos les hablaban de luminarias, a otros de desechos de los perros, según el barrio, según el perfil ideológico más o menos cercano al gobierno. Del mismo modo que lo hacen las marcas, se trataba de ir a buscar a los consumidores de ese mensaje capilar dentro del caballo de Troya de su ideología política.
Definido el público, para cada demanda de ese público había una respuesta y si no había respuesta había al menos un café.
Desde una posición ideológica pero teniendo en claro que no había que hablar de ideología, como decía Jaime Duran Barba, se trataba también de incrementar la disponibilidad afectiva de los consumidores políticos. Mostrando por ejemplo, como lo hizo Macri en su asunción, a un simpático perrito ocupando el sillón presidencial.
Así como Perón en el siglo pasado construyó una nueva identidad política a través de la demanda organizada de los trabajadores, llena de simbologías propias y escenificaciones que no podían pasar desapercibidas, Cambiemos, bailando al ritmo de los tiempos, con los trabajadores precarizados, desocupados, quizás haya terminado de desandar ese camino de organización popular.
El macrismo no generó una identidad política fuerte. De hecho, si se mira en las encuestas, en el clivaje de la grieta, el kirchnerismo y el antikirchnerismo aún hoy siguen pesando más que el macrismo-antimacrismo. La fuerza centrípeta, lo que genera identidad dentro la grieta siempre fue el kirchnerismo.
Sin embargo, tal vez por los propios cambios en la estructura social, la lógica de la representación y de la comunicación de todo el arco político en los últimos años parece haber sido influida por la de Cambiemos.
Con los liderazgos más debilitados, los políticos de los partidos mayoritarios parecieron verse cada vez más forzados a determinar sus agendas en relación a la demanda que aparecía en las encuestas, corriendo de atrás a los temas para ir a reconquistar a sus públicos perdidos. Buscando atraer a sus consumidores.
Incluso el peronismo que siempre fue el partido de la construcción simbólica, el que operaba en relación a la organización política y social para construir su oferta, pareció verse forzado a jugar con la misma lógica.
La aparición de Javier Milei llegó para cuestionar ese paradigma introduciendo desde la oferta política, y no desde la demanda, un nuevo lenguaje en la discusión.
Así como el kirchnerismo en su momento llegó con sus vocablos debajo del brazo, nadie hablaba de casta ni de dolarización en la argentina hasta antes de la llegada de Milei.
De la mano de esa lógica rupturista de lo anterior, el voto de Milei tampoco responde a un solo sector social o político, sino que parece componer un repertorio distinto. Más hacia la derecha del espectro ideológico, pero no solo. De un público con posiciones duras pero a la vez en muchos casos alejado de la comprensión cabal de lo que esa nueva oferta política significa.
Si se trata de la incipiente construcción de una nueva subjetividad política, todavía es muy pronto para saberlo. Por lo pronto parece que en esta oportunidad fue a través de la oferta política y no sólo a través de la demanda, el camino para anudar un tipo de elector nuevo.
*Julieta Waisgold, ccnsultora en comunicación política.