Bienvenida la reaparición de Mauricio Macri y de Cristina Kirchner a la caldeada e impredecible escena política argentina. Los dos grandes dirigentes que encarnaron los aspectos más extremos de la grieta salieron nuevamente a jugar, lo que representa una oportunidad para el presidente Javier Milei que aún se muestra incapaz de ordenar aspectos centrales y garantizar la convivencia democrática.
El fracaso de la Ley Ómnibus dejó al descubierto las enormes dificultades que tiene el primer mandatario para gobernar con la metodología más noble y sensata, la de persuadir en vez de imponer.
Esa manera de proceder también es la más efectiva, si realmente se promueven reformas de largo plazo. En definitiva, no es más que el uso de la política, tan defenestrada por estos días.
Claro que esa no es la lectura que hace el liberal libertario, quien entiende que la caída de su proyecto fundacional representó un paso clave para el reordenamiento de las fuerzas políticas.
Milei volvió a jugar al todo o nada y destruyó los puentes con los gobernadores, incluso aquellos de las provincias que apuntalaron su victoria en el balotaje como fue el caso de Córdoba.
El apasionado economista recurrió nuevamente a su versión de candidato, sin medir palabras, y lanzó duras críticas a los cuatro vientos contra los “traidores”. Nada es casual, porque sus diatribas no sólo buscan mostrar el fondo de su cruzada “moral” sino que le permiten, por ahora, correrse de las explicaciones que demandan cada vez más sectores ante el estricto plan de ajuste y la crisis social que se agrava.
Milei ya avisó que las cosas empeorarán en el corto plazo. Su diagnóstico es que en “marzo y abril” se “tocará fondo”, y que luego las condiciones empezarían a cambiar. En su apuesta no hay promesas concretas de mejoras para los asalariados, atrapados en la sangrienta espiral de la inflación. Las virtudes de aquel divulgador económico que sumó voluntades para luchar contra la “casta política” hoy parecen insuficientes para canalizar los nuevos estados de ánimo, para darle un sentido al agobiante camino emprendido.
Así las cosas, quizás Milei encuentre en Mauricio Macri y en Cristina Kirchner la llave para ordenar el juego de las fuerzas políticas y las narrativas que necesita cualquier gobierno .
La referente de Unión por la Patria ya hizo lo propio: en su documento de 33 páginas plasmó su diagnóstico, sus diferencias pero también sus tan esperadas propuestas para aggiornar a un peronismo que no termina de superar el shock de la última derrota electoral que sufrió encolumnado detrás de Sergio Massa. La ex presidenta pateó el tablero para abrir discusiones tabú y llamó a debatir una reforma laboral, la composición del Estado y hasta la posibilidad de privatizaciones.
Quizás Milei encuentre en los expresidentes que protagonizaron la vieja grieta la llave para ordenar el juego de las fuerzas políticas y las narrativas que necesita cualquier gobierno .
Cristina Kirchner puso el foco en el clamor detrás del fenómeno Milei para diseñar nuevas consignas que permitan volver a empatizar con los sectores que anhelan cambios y consecuentemente reorganizar a la tropa peronista.
En principio, es un trabajo que bien podría capitalizar el presidente libertario para pulir ideas y evitar la repudiable caza de brujas como la que llevó adelante contra Lali Espósito.
Y Mauricio Macri se encamina a ser la otra variable para alcanzar cierto equilibrio. El expresidente trabaja para aportarle a Milei la estructura que tanto necesita en el Congreso y su experiencia para esquivar o sobrellevar conflictos. Todavía es un terreno desdibujado, en el que sobran las preguntas.
Por ejemplo, qué sucederá con la Unión Cívica Radical (UCR) y otros con sectores de Juntos por el Cambio (JxC) que empiezan a incomodarse con los términos para acompañar el cambio.
La debacle que transita la Argentina exige que todos los actores involucrados procedan con la máxima responsabilidad y sensibilidad social. Milei, que tanto apela al 54% que lo votó para rechazar los cuestionamientos más incómodos, debería tener presente que esa mayoría silenciosa también se pronunció para superar las ruidosas grietas sin sentido.
Por Leandro Boyer