Plebiscito a cielo abierto
A los 54 años Javier Milei, El Psiquiátrico, es el primer presidente de la versión de la democracia iniciada hace 40 años que se encuentra en problemas reales. Debe hacerse cargo de administrar el país estructuralmente imposible con el gobernador de Buenos Aires en contra. Axel Kicillof, El Gótico, mantiene la visión ideológicamente enfrentada. Diferente concepción del Estado y casi con la misma edad, 53.
Pero Milei atraviesa también la interna feroz de extrema derecha con la vicepresidente, señora Victoria Villarruel, La Cayetana (por Álvarez de Toledo). Plebiscito permanente a cielo abierto.
La perspectiva Trump
Difícilmente pueda sostenerse la idea de que al inventado Fenómeno Milei puede irle muy bien como presidente.
El cálculo más optimista impone la ilusión de que Donald Trump, The Fire Dog, se imponga fácilmente en Estados Unidos sobre la señora demócrata Kamala Harris, La Morenita. Y que Trump se decida rápidamente por instalarlo a Milei como aliado exclusivo en la agenda universal, a los efectos de ayudarlo con decenas de miles de millones de dólares.
De la misma forma en que Trump ayudó, seis años atrás, a Mauricio Macri, El Ángel (cuando entonces era) Exterminador.
La perspectiva Trump -según interpretación probablemente inexacta del Portal- de ningún modo va a ocurrir. En el utópico caso que transcurra tendría que ser, lo más pronto, en marzo, acaso abril de 2025. A este ritmo, en la evaluación Milei no llega. Menos aún si continúa con el mamarracho de los comportamientos que lo inducen a las confrontaciones sectarias con los presidentes colegas. Con Lula, cliente principal. Con el ostensiblemente agredido Petro de Colombia. O con el humillado español Pedro Sánchez, El Gitano Señorón.
Lo más positivamente optimista que se puede ser con el destino del desgobierno de Milei es que le vaya moderadamente bien. Es como decir, en efecto, moderadamente mal.
La tercera alternativa implica que todo esto siga inconcebiblemente igual. En la cotidianeidad decadente de la declinación. Las alternativas entonces son tres. 1) País de sombrero o colapso. 2) Moderación (para el bien como para el mal). 3) Continuismo del estancamiento.
Es cuando exactamente la casta debe preparar los respectivos proyectos de representación.
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País de sombrero. Axel
Descartada la alternativa del éxito pleno, Milei -el gran pícaro del siglo berreta- demuele cualquier próxima perspectiva de derecha relativamente extrema. Como la que La Cayetana pueda arbitrariamente encabezar.
O de centro derecha gradualista, como la impulsada, sin mayor suerte, por la utopía romántica del macrismo. Es la identidad en riesgo posiblemente absorbida, como con acierto lo indica la señora Patricia Bullrich, La Montonera del Bien.
El colapso -o el país de sombrero al que arrastra el libertarismo oral- favorece ampliamente al más inmanente opositor. Turno de Axel, en probable combinación, o mera alianza, con el indemne radical Martín Lousteau, El Personaje de Wilde. Se trata del dirigente que mejor supo de entrada como tratar, o cómo entrarle, a Milei, el astuto pícaro que se cargó (juntos) a la superstición del peronismo y a la ensoñación radical.
El colapso eventual del proyecto del Psiquiátrico conduce ineludiblemente a Axel. Aunque Axel arrastre la maldición moral de ser gobernador de Buenos Aires. Es el privilegio que atraviesa el ciclo históricamente maléfico que fue apenas interrumpido por Eduardo Duhalde, El Piloto de Tormentas (generadas). Es (Duhalde) quien perdió por elecciones en 1999 con De la Rúa, El Radical Traicionable, pero obtuvo de todos modos el puesto de presidente en 2001 por la Asamblea General.
La subestimación total del concepto de Estado, concebido por Milei como una asociación ilícita, conduce directamente, a través del fracaso, a la valoración inmediata del mismo concepto. Tarea que nadie encarna con mayor entusiasmo vocacional que Axel. Estilo superior.
Milei tiene de Menem solo las patillas
Entender el Fenómeno Menem, separado de la cultura de la superstición peronista, es el máximo horror teórico de Milei. Como de los sobrevivientes huérfanos del menemismo nostálgicamente enternecedor. Apoyan a Milei como si fuera un profeta por situar el retrato del líder extinto en el Salón de los Próceres. O por definirlo como el mejor presidente que mantuvo la Argentina en el siglo XX (sentencia que el Portal comparte).
Pero Milei solo tiene del Emir Menem las patillas. O la fantasía metodológica de la transformadora privatización. La epopeya de Menem fue distinta porque mantuvo como respaldo las estructuras populares y emocionales de la superstición del peronismo. Aparte, en representación del peronismo había sido antes tres veces gobernador de La Rioja, Tierra Santa. Incluso había triunfado en la única gran interna nacional de la superstición. Sobre Antonio Cafiero, Tony Sanardi. Pero no conforme aún, Menem volvió a ser en 2003 uno de los tres candidatos de la superstición, en un sistema legitimado por El Piloto de Tormentas (generadas).
Al margen del neo menemismo que también enternece, puede que a Milei le vaya moderadamente bien. O moderadamente mal (en el fondo es lo mismo). En semejante caso, el movimiento que sostiene a la superstición puede mostrar la vertiente más sensata que representa Martín Llaryora, El Pituco de San Francisco. Como Axel con el maleficio geográfico o demográfico, Llaryora debe superar el obstáculo ingrato del cordobesismo. Patología que obstaculizó, en su momento, a José Manuel De la Sota, Hugo Boss.
El estadista vocacional que se estrelló en la ruta hacia Río Cuarto, cuando justamente la superstición más lo necesitaba. En la alternativa inspirada en el epílogo de la moderación, el centro derecha tiene también, aparte de Llaryora, otra opción presentable. Intercalada en el centro ideológico, entre la superstición racional y el neoliberalismo recurrente. La representa el gobernador de Entre Ríos Rogelio Frigerio, El Tapirito, cargado de ancestros desarrollistas por el abuelo homónimo.
Continuismo. Bisagra Massa
Probablemente la alternativa no sea el éxito ni el fracaso de Milei. En el país donde todo, invariablemente, termina (en efecto) mal. La alternativa del continuismo arrastra la certeza permanente de la incertidumbre. Se consagra entonces como sujeto protagonista el inoxidable Sergio Massa, El Profesional. Es la bisagra efectiva de la política contemporánea.
En 2013 Massa, con su emancipación, perforó el proyecto de La Doctora Eterna. En 2015 creyó engañosamente que podía saltar desde la mini gobernación de Tigre hacia la presidencia (y facilitó el triunfo del Ángel que exterminaba).
En 2017 favoreció en la Provincia del Pecado el triunfo de Juntos sobre La Doctora. En 2019 facilitó con su retorno el acceso de la superstición al poder. A partir de 2022 desde la improvisación del ministerio de Economía fue el candidato a la presidencia.
A los 52 años -como Llaryora- El Profesional se encuentra en la plena edad del poder. Pero carga con el arrastre de tres derrotas al hilo, dos ya como aspirante a la presidencia. El panorama no es precisamente para emocionarse. Pero es quien reconoce, mejor que nadie, hasta el penúltimo intersticio del Estado.
Al cierre del despacho, a Massa -uno de los inventores del Fenómeno Milei- le queda tiempo generacional para una sola derrota más. No olvidar nunca que en la superstición del peronismo la derrota no es ninguna contingencia elemental de la política.
Es mucho peor. Un error.
Escribe Oberdán Rocamora