President Javier Milei’s administration feeds off social media, pouring huge amounts of resources and energy into disputing the shaping of public opinion with traditional media outlets. An operation based on edgy rhetoric claiming to merely utter uncomfortable truths silenced by “political correctness.” The problem with culture wars, however, is not their stated goal of challenging the status quo but how they exacerbate emotions and increase the potential for violence.
We saw a clear example of this last weekend. A group of Milei’s officials, lawmakers, and activists launched Las Fuerzas del Cielo (The Forces of Heaven), a new radicalized group, in an event in San Miguel, Buenos Aires province. Dozens of people paraded across a dimly lit stage with vertical banners displaying fascist rhetoric like “God, country, home.” One sign read, “Argentina will be the lighthouse that will light the world,” a reference to a Mussolini summer retreat. They also sang against Kirchnerism and the “left.” Daniel Parisini, who posts on X under the moniker of El Gordo Dan (Fat Dan) and is part of the administration’s communication team, gave a passionate speech, calling themselves the government’s “armed wing.”
The presentation was an aesthetic provocation devoid of any real political substance. Deadcatting to shift the topic of conversation to culture wars. And it’s working because the rally caused a massive outcry. It managed to incense the opposition and many parts of society, getting them to discuss this fascist cosplay over much more relevant topics like the brutal effects of the government’s policies on Argentine society.
The fact that younger members of the Milei administration spearheaded the event and that no senior government officials were present reinforces the idea that this was an attention-farming effort. Children playing around while there were no adults in the room. The challenge, however, is to tread the fine line between not overlooking the gravity of this messaging and its bleak history while avoiding the bait.
This type of operation is in line with the idea of permanent campaigning, which is an intrinsic part of contemporary politics. It is not the only smokescreen the government launched in the past few weeks: several La Libertad Avanza members (including Vice President Villarruel) have also accused four books included in Buenos Aires province school libraries — incidentally, all written by women — of being “pornographic.”
This strategy can be successful in the short run insofar as it consolidates the government’s rhetoric. But it’s a fragile setup that can come tumbling down when bread-and-butter issues go unresolved. Argentine history is full of cautionary tales, where communication strategies like these ended up being useless due to poor results and could not prevent governments from losing elections.
The Milei administration has tried to downplay this group’s proclamations, saying that the “weapons” they were referring to were actually cell phones. However, cases like Pizzagate in the United States remind us that there is a real risk that certain tactics intended for online combat can have consequences in the real world.
We have already seen instances in which the government’s digital militia’s online violence has spilled onto the streets. This past week, two libertarian activists who work in a pizza parlor tried to assault scientists in Mendoza while yelling that they were “stealing from the state,” voicing a talking point Milei has used repeatedly.
A Herald member who investigated a particularly ruthless online group with government ties was targeted in the real world with an attempted smear campaign. Someone opened a fake LLC in their name in the United States, and the online group’s ringleader accused them in a Twitter Space of being “dirty,” using the fake LLC’s existence to claim they were accepting bribes.
It is clear that, in its efforts to do battle in the court of public opinion, the government is willing to use practices completely devoid of democratic principles. This strategy can be successful as long as the economy is working. The problems will arise if it begins to go south because a deepening of cultural wars is a direct path to authoritarianism.
Militantes de LLA hacen cosplay fascista: ¿señal de alerta o maniobra de distracción?
La presentación de un nuevo grupo radicalizado encabezado por los militantes jóvenes que apoyan al gobierno de Milei es una provocación pero también un desafío a los límites de la tolerancia y la democracia
El gobierno de Milei es una máquina que se alimenta de las redes sociales. Allí destinan una gran cantidad de recursos y energía, en una estrategia que les permite disputar el sentido con los medios de comunicación tradicionales. Una operación basada en una retórica picante que dice estar meramente enunciando verdades incómodas silenciadas por la “corrección política”. El problema con la batalla cultural, sin embargo, no es el desafío del status quo, sino cómo exacerba emociones y va corriendo los límites de violencia.
Esta semana hubo un ejemplo claro de esto. Un grupo de jóvenes dirigentes de LLA presentó hace una semana en la provincia de Buenos Aires un grupo que llamaron “Las fuerzas del cielo”. Decenas de dirigentes desfilaron sobre un escenario en penumbras plagado de referencias fascistas, con banderas que repetían las consignas “Dios, patria y hogar” y la leyenda “Argentina será el faro que ilumina el mundo”, una referencia a una residencia veraniega de Mussolini. También entonaron cánticos en contra del kirchnerismo y la “izquierda”. El Gordo Dan, uno twittero que es parte del aparato comunicacional del gobierno, dijo en un discurso encendido que ellos eran “el brazo armado” del gobierno.
La presentación fue una provocación estética pero falta de densidad política. Una operación para correr el eje de discusión y para instalar lo que ellos llaman “batalla cultural”. Y les da resultado, porque el acto provocó un rechazo masivo. Lograron que la oposición y la sociedad civil discuta y se indigne por este cosplay fascista incluso por encima de otros temas muy relevantes, como los efectos sociales de las políticas económicas del gobierno.
El hecho de que fuera comandado por los dirigentes más jóvenes de la LLA y no estuviera ningún ministro de primera línea del gobierno refuerza la idea de que fue una puesta en escena para generar atención. Un cosplay de niños aprovechando que los adultos no estaban. El desafío es recorrer la delgada línea entre no minimizar la gravedad del mensaje y los antecedentes que evoca, pero a la vez no caer en la provocación.
La operación está en línea con la idea de la campaña permanente que ya es parte intrínseca de la política contemporánea. No es la única ofensiva que armaron en estas semanas: también están las acusaciones de “pornografía” que varios dirigentes de LLA (incluida la vicepresidenta) lanzaron contra cuatro libros escritos por mujeres incluidos en las bibliotecas escolares de la provincia de Buenos Aires.
Es una estrategia que puede generar réditos en el corto plazo en tanto solidifica la narración de un gobierno, pero es frágil en tanto y en cuanto puede derrumbarse si los resultados materiales empiezan a escasear. En la Argentina tenemos antecedentes de este tipo de estrategias comunicacionales, que terminaron siendo fútiles por la mala performance del gobierno y no evitaron que eventualmente fueran eyectados del poder o perdieran elecciones.
Desde el gobierno tratan de minimizar los objetivos de este grupo, diciendo que en realidad no buscan la violencia física y que las “armas” a las que se referían era en realidad el celular. Sin embargo, casos como el Pizzagate en Estados Unidos son antecedentes importantes que nos recuerdan el riesgo de que ciertas tácticas que se piensan para horadar al rival en la esfera virtual pueden tener consecuencias en el mundo real.
Ya se han visto casos donde los ataques online de las milicias digitales del gobierno han traspasado las fronteras y se han convertido en hechos de violencia en las calles. En los últimos días se supo de un caso de dos militantes libertarios que atienden una pizzería que fueron a agredir a un grupo de científicos en Mendoza, repitiendo la consigna de que le están “robando al estado”, un argumento esgrimido hasta el cansancio por Milei.
En el Herald tenemos a un compañero que investigó un grupo radicalizado dentro de estas milicias digitales y producto de ello intentaron montar una operación de desprestigio abriendo una sociedad falsa a su nombre en Estados Unidos. En un space de Twitter, el líder del grupo hizo pública la empresa falsa para acusarlo de “sucio”, y sentenció que “algún día van a tener que explicar eso”.
Es evidente que en su camino de disputa por el sentido en la opinión pública están dispuestos a usar herramientas que no tienen ningún tipo de vínculo con prácticas democráticas. Mientras la economía siga bien, cosecharán apoyos. El problema puede agravarse si los resultados económicos se hacen más esquivos, porque una profundización de la batalla cultural es un camino directo al autoritarismo.