El billonario sudafricano se convirtió en el nuevo y único dueño de una plataforma donde los discursos de odio y comportamientos abusivos son moneda corriente. ¿Cómo será la red social bajo el enfoque de libertad de expresión absoluta que busca garantizar?.
Terreno de mensajes cortos -y rápidos- cargados de emoción, sarcasmo e ironía, Twitter es famosa también por ser un espacio en el que discursos de odio y comportamientos abusivos circulan con frecuencia. Por eso genera incertidumbre el inminente desembarco de su nuevo dueño, Elon Musk, un autorproclamado "enemigo de la moderación de contenidos" y defensor a ultranza del "libre discurso".
Este lunes Musk puso 44.000 millones de dólares sobre la mesa para comprar Twitter, red social a la que se unió en 2009 y en la que supo jugar con sarcasmo y polémica como usuario popular, acumulando más de 85 millones de seguidores. Hoy, ese megáfono mundial está en sus manos.
Algoritmos de código abierto, humanos identificados y un escenario sin bots de spam son algunos de los cambios que anticipó va a incorporar en la plataforma, donde buscará “garantizar la libertad de expresión” a rajatabla, a la que denominó como “la base de una democracia que funcione”.
“Espero que hasta mis peores críticos permanezcan en Twitter, porque eso es lo que significa la libertad de expresión”, aseguró en la previa a que se anunciara la adquisición. Apenas un día antes había publicado una comparación entre Bill Gates y el emoji de una persona embarazada, haciendo alusión al aspecto físico del fundador de Microsoft.
¿Habrá rienda libre para el bullying? ¿Tendrán -aún más- lugar los incitadores a la acción violenta? ¿Se afianzará el perfil tóxico que en los últimos años los esfuerzos por moderar los contenidos quiesieron contener? ¿Volverá el vetado Donald Trump?
El empresario “con su estilo provocador, parece ignorar el largo y problemático camino transitado por Twitter y otras plataformas en la gestión y moderación de contenidos”, expresó a Télam Martín Becerra, especialista en medios de comunicación e industrias culturales e investigador del Conicet. “Es como si los últimos diez años de las redes, con escándalos como los protagonizados por Trump al convocar a reprimir violentamente a quienes protestaban por el asesinato de George Floyd, o su aliento a la toma del Capitolio que luego le valió la expulsión de Twitter (y de las redes de Facebook) o las campañas de odio y limpieza étnica en Myanmar, no hubiesen existido”, completó el profesor universitario.
“Una cosa es ser un alborotador sin cargas de conducción en la plataforma, y otra distinta es tener responsabilidad en un ámbito en el que hay operaciones de acoso, discriminación racial, violencia de género y otros discursos que los estándares de libertad de expresión clasifican dentro de los límites legítimos”, continuó Becerra.
Entre otros, un informe de Amnistía Internacional publicado en diciembre de 2021 alertó que periodistas y actrices, activistas y defensoras de derechos humanos de las mujeres y personas LGTBI+, ven a “Twitter como un espacio que habilita la violencia de género en la conversación”.
La organización de derechos humanos manifestó que “es destacable que el 100% de las que usan la plataforma numerosas veces a la semana y que no denunciaron abusos respondieron que ‘no valía la pena el esfuerzo’”.
Aún así, la plataforma ha intentado algunas acciones frente a las problemáticas que tienen lugar día a día: “Si bien animamos a las personas a expresarse libremente en Twitter, el abuso, el acoso y la conducta de odio no tienen cabida en nuestro servicio”, detalla Twitter en su blog oficial.
“Hasta la fecha, nuestras reglas contra las conductas de odio prohíben la utilización de lenguaje que deshumaniza a otros por su religión, casta, edad, discapacidad, enfermedad, raza, etnia o lugar de origen”, detalla la plataforma, que también “prohíbe el lenguaje que deshumanice a personas por motivos de género, identidad de género u orientación sexual”.
Si bien faltan aproximadamente seis meses para que el acuerdo de la compra por parte del dueño de Tesla se oficialice, ¿se puede empezar a pensar cómo será el enfoque de Musk frente a los discursos de odio, en el contexto de la libertad de expresión que busca garantizar?
Solo el tiempo mostrará cómo administra Musk “esta tensión cuando esté a cargo de Twitter”, en palabras de Becerra.
El nuevo dueño
El hombre más rico del mundo tendrá en sus manos una red social poderosa, que aún con 217 millones de usuarios activos diarios monetizables (mDAU) -una cifra que implica que son alcanzados por la publicidad-, es el cuarto sitio más visitado del mundo, según el ránking de Similar Web, y una plataforma que marga agenda al ser usada en su mayoría por periodistas, políticos y artistas influyentes.
La noticia sobre su compra fue recibida con “preocupación” por algunos empleados de la plataforma, que aún buscan respuestas sobre cómo será el futuro de la plataforma, informaron medios especializados.
“Una vez que se concrete el acuerdo no sabemos qué dirección tomará la plataforma”, manifestó el CEO de Twitter Parag Agrawal, y agregó que es una consulta que deberán “encarar con Elon”.
Asimismo, aclaró que “no habrá despidos, por el momento”, pero fue claro en afirmar: “No tenemos todas las respuestas. Este es un período de incertidumbre”.
La situación es distinta al ambiente relajado que se vivió en enero de 2020, cuando miles de empleados de Twitter se reunieron en Estados Unidos para una cumbre corporativa llamada #OneTeam.
En ese evento, Jack Dorsey, entonces CEO de Twitter, reveló que había convocado a un invitado sorpresa y fue así que Elon Musk apareció en pantallas gigantes sobre el escenario. En esa ocasión, cuenta el New York Times, fue recibido con aplausos y sonrisas, pero habrá que ver cómo será esa recepción cuando aparezca como nuevo dueño.
Panorama a futuro
Para José Luis Fernández, investigador de la UBA y autor del libro “Vidas Mediáticas”, hay que tomar conciencia de que Twitter “no es siquiera la plataforma con más penetración”, pero “sí la plataforma que aman políticos, periodistas y académicos”.
“Musk, como mucho, podrá incorporar contenidos pero no transformará los sistemas de intercambio discursivo tan variados como los de Twitter”, consideró. “Los intercambios que afectan psicológicamente deben ser resueltos psicológicamente”, continuó Fernández, y dijo que “también en Twitter los usuarios están en proceso de aprendizaje”.
Musk es cabeza de Tesla, SpaceX, the Boring Company y Neuralink, y ahora suma entre sus compañías a Twitter, que el excéntrico millonario busca posicionar como un terreno de “libertad de expresión absoluta”.
Durante la última parte de la administración de Jack Dorsey como CEO de Twitter, sus esfuerzos fueron a que Twitter se convirtiera en una plataforma para “una conversación saludable”, y marcar el camino para un “protocolo descentralizado”.