Juan Manuel de Rosas, el desprecio por su apellido y la “otra” familia que la historia casi olvida

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    El Restaurador de las Leyes fue uno de los personajes políticos más importantes del siglo XIX, figura amada y odiada se convirtió en un símbolo del poder de Buenos Aires con decisiones que no le escaparon a la polémica. Su vida personal no fue ajena a esto con disputas familiares y una doble vida que no hace mucho, poco se sabía.

    Juan Manuel José Domingo Ortiz de Rosas y López de Osornio nació el 30 de marzo de 1793 en Buenos Aires, hijo de León Ortiz de Rozas y Agustina López de Osornio. Su familia era una de las más importantes de la Provincia puesto que poseían varias miles de hectáreas lo que convirtió a Rosas en un prestigioso estanciero de la región.

    Recién en 1820, a sus 27 años, comenzó a incursionar en la política. Su condición de estanciero le permitió posicionarse entre figuras de renombre ya que con su poder adquisitivo impulsaba las campañas militares y brindaba apoyo a personajes como Manuel Dorrego y Martín Rodríguez e incluso fue clave su rechazo para impedir la invasión del caudillo santafecino, Estanislao López, en Buenos Aires.

    Su figura política comenzó a crecer a medida que la guerra civil entre unitarios y federales escalaba, transformándose en un dirigente militar representando a los propietarios rurales y alineándose a la corriente federal que sería clave en sus mandatos. El fusilamiento de Dorrego significó un hecho clave en sus aspiraciones, la decisión de Juan Lavalle de asesinar al ex gobernador terminaría por acabar con su carrera política y acrecentar la de Rosas que vio una oportunidad repudiando el hecho y ganando adeptos que veían con buenos ojos que ocupe el lugar de gobernador.

    Finalmente, el 8 de diciembre de 1829, la legislatura de Buenos Aires proclamó a Rosas Gobernador dándole el título de Restaurador de las Leyes e Instituciones de la Provincia de Buenos Aires, esto significaba que tendría todas las facultades ordinarias y extraordinarias. Su primer mandato duró hasta el 17 de diciembre de 1832.

    Durante los años en los que no fue gobernador la escalada de violencia entre unitarios y federales estaba en su punto máximo con el asesinato de Facundo Quiroga en Barranca Yaco, esto obligó a que el gobernador Vicente Maza renuncie y se le ofrezca a Rosas un nuevo mandato que rechazó en un principio por no tener las facultades que si se le habían dado en el primero. Finalmente, este pedido fue aceptado y se le otorgó la suma del poder público que no era más que la representación y ejercicio de los tres poderes del Estado. El 7 de marzo de 1835 comenzó su segundo período como gobernador.

    Pero la vida del Restaurador fue mucho más que una figura política amada y odiada. Para empezar, llama la atención que en público jamás hiciera mención a su apellido original: Ortiz de Rozas y del motivo que lo llevó a cambiarlo por una S. Existen dos teorías sobre esto: una habla de una fuerte pelea con su familia por el manejo de una de las estancias, era sabido del carácter fuerte y temerario de Juan Manuel que lo llevaron a un sinfín de discusiones. Por otro lado, la segunda versión, tiene que ver con el rechazo de su madre Agustina a que él se casara con Encarnación Ezcurra por no ser de su agrado; Rosas debió mentir y asegurar que ella estaba embarazada para que finalmente aceptara el matrimonio.

    Su vida personal es conocida a medias. Se sabe que Manuelita -fruto de su relación con Encarnación- fue la luz de sus ojos, además tuvieron otros dos hijos: Juan Bautista y María (murió en edad infante) y a eso sumarle que crió al hijo de Manuel Belgrano y su cuñada María Josefa: Pedro Pablo Rosas de Belgrano. Pero hay un capítulo en su vida amorosa que con los años se fue dilucidando.

    Rosas tuvo una amante reconocida por la historia, una muchacha llamada Eugenia Castro que llegó a la casa luego que su padre -Juan Gregorio Castro- muriera y nombrara al gobernador tutor de sus dos hijos. Ella llegó, embarazada de un sobrino de Encarnación, con 14 o 15 años cuando esta se encontraba gravemente enferma y se ocupó de sus cuidados hasta su muerte en octubre de 1838. Al poco tiempo se convirtió en la concubina del Restaurador.

    Eugenia dio a luz a varios hijos de Rosas, la primera fue Ángela o "Soldadito" como su padre la llamaba y más tarde llegaron Nicanora, Emilio, Justina, Joaquín y Adrián. Esto solo era conocido por la familia y círculo íntimo, públicamente jamás se había hecho mención a la "nueva familia" que tenía el hombre más poderoso de Buenos Aires.

    Rosas fue derrocado en la Batalla de Caseros el 3 de febrero de 1852, se fue exiliado a Inglaterra mientras Eugenia se quedó y se casó con otro hombre. Se intercambiaron algunas cartas, la primera que firmó el exiliado fue el 5 de junio de 1855 en donde le pide nuevamente que viaje a vivir con él junto con “tus hijos”. "Si cuando quise traerte conmigo, según te lo propuse con tanto interés en dos muy expresivas y tiernas cartas hubieras venido, no habrías sido tan desgraciada”, escribió. La última carta de Rosas está fechada en 1870 y en su testamento redactado en 1862 hace referencia a Eugenia y a una casa y un terreno que les regaló, además se le adjudicaba una cierta cantidad de dinero cuando “le sean devueltos” a Rosas los bienes confiscados según la cláusula Nº 12.

    Rosas, quien supo ser el hombre más poderoso de las pampas, murió el 14 de marzo de 1877 en Southampton. Un día después, en su obituario, el diario The Times de Londres lo describió como un hombre que "sólo era feliz cuando montaba a caballo y daba órdenes a sus subordinados".

    Por Yasmin Ali

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