Los 80 de Bob Dylan y algunas preguntas....

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    I

    Como mucha otra gente, Dylan llegó a los 80. Como ningún otro, el hecho resuena como ese tipo de verdades que nos repetimos en voz baja para convencernos. ¿Pero convencernos de qué? La edad de Dylan nos habla de nuestra propia edad, nos devuelve a un recorrido personal por una ruta compartida. ¿Qué ruta es esa? ¿Cuántos años tenemos nosotros, en fin?

    Un almanaque llamado Bob Dylan. Alguien que en los últimos años se las ingenió para disimular una voz en retirada y mantenerla vigorosa a través de las letras. Su voz se pluralizó, y de algún modo volvió al comienzo del camino, aunque ahora, como paradoja del oficio, es el camino el que canta y habla a través suyo, e invita no tanto a comprender un significado sino a dejarse llevar por el sentido, los acordes, la melodía.

    Este es el Dylan poeta, que cita a Whitman y contiene multitudes. Dylan es el Perón de la cultura rock. Es el que electrificó el folklore de su país, el que les dio porro a los Beatles para que aflojen con su rigidez británica, el que hizo discos brillantes y discos horribles. El que nunca dejó de ser referencia para gente tan diversa como David Bowie y Jerry García, o Lou Reed y Joni Mitchell, Van Morrison o Neil Young, sin olvidar a Caetano Veloso, León Gieco y tantísimos más en todo el planeta. Imposible no cruzarse con Dylan en cualquier calle de la música popular contemporánea que quiera transitarse.

    II

    Sí, una canción es un poema. Podrá ser mejor o peor, como cualquier poema publicado en letra impresa. Podrá ser escrita con talento o sin él. Podrá revelar pericia y sensibilidad, o sólo sera un producto mediocre y estereotipado. Podrá, en fin, discutir críticamente al lenguaje, o ser parte de la máquina trituradora del sistema. Pero es un poema. Mejor o peor. Irá para allá, o para otro lado. Pero es un poema.

    El autor de canciones es un escritor. Sí, lo es. Obviamente si estamos tomados por el fetiche del libro como soporte excluyente, no vamos a aceptar que un autor de canciones es un escritor. Pero lo es. Y la discusión sobre el soporte de la obra ya es un poco vieja. Siqueiros y Diego Rivera no fueron menos pintores por hacer muralismo. Edgardo Vigo no fue menos poeta por hacer poesía visual.

    Por otra parte hubo muchísimos poetas “de libro” que han hecho canciones, y no como un producto menor. Manuel Castilla, Atahualpa Yupanqui, Washington Benavides.

    El vínculo entre poesía y música popular tampoco se agota en la canción. En la película “The last waltz”, de Scorsese, dos poetas aparecen durante el ya mítico concierto final de The Band. Son Michael Mc Clure y Lawrence Ferlinghetti.

    ¿En qué momento una canción se luce como un poema? Cuando hay algo más que rima y literalidad. Eso tiene un solo acceso y es la lectura. Dylan fue y es tremendo lector. Su gran viaje iniciático fue a través de la lectura, y no el bolazo que inventó para forjar su propio mito, o sea, toda esa historia de que se escapaba a la ruta cuando tenía 14 años y etc etc.

    La huella de la lectura está presente en los grandes autores de canciones, de cualquier punto del planeta.

    III

    Y la presencia de la lectura como hábito y alimento en los autores de canciones, termina de zanjar cualquier discusión en torno de arte popular vs. arte culto. También es una disputa que atrasa décadas.

    En este punto es inevitable volver al momento en que a Dylan le dieron el premio Nobel de Literatura. Recuerdo una encuesta del diario El Día: el 70 por ciento estaba en contra. Qué notable, pensé, cuántos consumidores de cultura tiene el diario El Día.

    A mí me puso contento, más allá de que en general todo lo que hace a los premios Nobel me pase por el costado.

    Pero hay una pregunta que sigue sonando, y es la siguiente: ¿necesitaba Dylan el premio Nobel? Más bien diría que lo necesitaba la academia sueca, por motivos acaso indescifrables.

    Aunque ya no es tanto lo que importe a la academia sueca, sino más bien a todo tipo de interés académico.

    Y no se trata, como dijo alguien hace unos años, de una brecha entre “los intelectuales” y “la calle”. ¿O acaso “la calle” por sí sola, genera un Baudelaire, un Discépolo, una Patti Smith, un Indio Solari?

    En todo caso, el interés académico sigue en deuda con un posible abordaje crítico y severo de la canción popular dentro del mundo literario. Es hora de que el mundo de la canción popular sea un tema presente en las cátedras universitarias y en los colegios secundarios. Que se estudie, en fin, la obra de tipos que, como Bob Dylan, se nutrieron de las raíces musicales y literarias de su país, y fueron el soundtrack de varias generaciones.

     

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