Desde aquellos duelos entre Prost y Senna, ambos pilotos del equipo Mc Laren, la F1 no vivía una rivalidad semejante como la que hoy protagonizan Verstappen y Hamilton. Como en aquella ocasión se encuentran los defensores y detractores de uno y otro. Estamos a unos pocos días de la definición del campeonato pero lo sucedido en el controvertido Gran Premio de Arabia Saudita hizo que tanto el holandés como el británico lleguen a la última prueba con puntajes similares, algo que nunca se dio en la categoría.

Soy consciente que estas líneas nuevamente darán lugar a la polémica porque cada uno tiene derecho a tomar una posición aunque no esté regida por un análisis imparcial. La pasión puede más que los razonamientos. Lo sucedido el domingo pasado es lamentable desde varios aspectos. Como primera medida quedó claro que los comisarios deportivos nombrados por la FIA no tiene suficiente criterio ni autoridad para tomar decisiones y además “negocian” con los equipos las posibles penalizaciones algo absolutamente inadmisible. Los comisarios de un GP no tiene que consultar a nadie, simplemente toman decisiones en base a lo que marca el reglamento. Pero es evidente que la encarnizada lucha por el campeonato los superó totalmente aflorando sus limitaciones.

Es obvio que el circuito de Arabia no es apto para la F1 (el dinero manda…) ya que todo su recorrido está encajonado entre paredones lo que, tal como sucedió, conlleva a que se produzcan accidentes y la pista se convierta en un basural con partes de autos desparramadas en la pista obligando la entrada del pace car y hasta de una segunda largada que siempre penaliza a quien venía en punta haciendo diferencias.

Los dos protagonistas de esta historia que culmina dentro de unos pocos días tienen características y personalidades diferentes. Uno, Verstappen (24 años) dispuso del arma necesaria para enfrentarse a Hamilton dejando establecido que cuenta con indiscutible talento y una gran cuota de agresividad, a veces sin medir las consecuencias de sus actos. El británico (36) con larga experiencia y siete títulos mundiales en su haber siempre se mostró como uno de los más rápidos pero a la vez con mente fría y calculador buscando el momento oportuno para el sobrepaso sin arriesgar más allá de lo que indica la coherencia o manteniendo su línea de marcha a sabiendas que por el lado externo no es posible ganar posiciones.

Lo sucedido el domingo pasado dejó en claro la actitud de cada uno. Cuando Verstappen, al superar los límites de la pista, tuvo que dejar pasar a su adversario primero le dio paso y luego volvió a superarlo en una maniobra incomprensible desde el punto de vista deportivo. ¿Una demostración de rebeldía ante la penalización? En la vuelta siguiente frenó intempestivamente cuando Hamilton estaba a la cola que lo obligó a rozar el neumático trasero izquierdo del Red Bull con el spoiler delantero derecho y por consecuencia dañando el caucho del holandés. Como se vio y escucho en la transmisión de TV desde el box de RB le informaron por radio: “No debemos hacer eso…”.

Luego finalizada la carrera la expresión de Verstappen habló por sí misma lo que se manifestó minutos más tarde en el podio cuando tras recibir el premio correspondiente al segundo puesto pegó media vuelta y se retiró sin más dejando a Hamilton y Bottas en la celebración.

En estos casos los hechos hablen más que las palabras. No todos llegan a este nivel de la F1 con 24 años y a un paso de consagrarse campeón mundial por lo que algunas actitudes pueden llegar a ser comprensibles aunque no aceptables. Nadie puede discutir el inmenso talento de Verstappen (que no heredó del padre) pero todo llega a su turno y es muy probable que ese momento llegue dentro de unos días.