¿Quién financia a los Talibanes?

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    En términos doctrinales, el movimiento talibán (estudiante de teología, en lengua pastún) no difiere en su lectura fundamentalista del Corán de otras escuelas radicales suníes, como la wahabí, que impera en Arabia Saudí, o la que preconizan grupos yihadistas como Al Qaida y Estado Islámico (Daesh, por su siglas en árabe). Pero la diferencia en materia política entre los talibanes y estos dos grupos yihadistas marca una distinción capital. El movimiento talibán no aspira a expandirse fuera de las fronteras de Afganistán (aunque en el vecino Pakistán existe una filial muy influyente), mientras que Al Qaida y Daesh predican un califato mundial y legitiman el terrorismo. Esa diferencia propició el acuerdo de 2020 entre Donald Trump, la OTAN y los talibanes, que establecía la retirada militar occidental de Afganistán a cambio de que este país no volviera a ser nunca más una plataforma para atacar a Occidente. En 2001, el régimen talibán de Kabul dio protección a Bin Laden y a la red Al Qaida, y aquel fue el detonante de la invasión norteamericana.icil saber con exactitud el volumen de fuerzas del movimiento rebelde afgano talibán, pero los servicios de inteligencia estiman que oscila entre los 58.000 y los 100.000 combatientes. Formados en los años 90 con los muyahidín, o guerreros islámicos, que lucharon contra la ocupación soviética de Afganistán, los talibanes son una fuerza bien armada y, sobre todo, dotada de una moral de combate reforzada por la ideología islamista radical que pregona el establecimiento de un estado integrista o califato.

    ¿Cómo se financia el movimiento? Durante los veinte años de resistencia armada, los talibanes no han dejado de controlar una parte importante del territorio, particularmente en el este –a lo largo de la enorme y porosa frontera con Pakistán–, factor que les ha dado acceso a recursos internos. En particular, la explotación del comercio del opio, droga que sitúa a Afganistán en el primer puesto mundial de exportación de heroína. Los talibanes imponen un impuesto en cada fase de la producción y comercio de ese narcótico. Además tienen acceso al comercio ilegal de producción y venta de minerales.

    En los territorios que han ido conquistando en los últimos años, los rebeldes fundamentalistas han ido imponiendo un sistema de 'impuestos islámicos' que les ha dado también muchos beneficios: un 10 por ciento de las cosechas, un 2,5 por ciento de impuesto a la riqueza (zakat). Un estudio llevado a cabo por la OTAN en 2020, y difundido por Radio Free Europe, señaló que los talibanes ganaron ese año 1.600 millones de dólares, una cantidad que –según los analistas militares– les permite autofinanciarse sin necesidad de recurrir a la ayuda de otros países.

     

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