El sucesor al trono podría hacer cambios en la forma en la que gobernaba su madre.
El reinado de Isabel II se ha jactado de mantener una neutralidad política. Sin embargo, muchos dicen que su hijo, el sucesor del trono, el rey Carlos III, no estará dispuesto a seguir esta línea. Por el contrario, es probable que el hombre de 73 años no esté dispuesto a callar sus opiniones en público.
Durante 2004 y 2005 el mismísimo príncipe le envió 27 cartas a Tony Blair y ministros de su Gobierno en las que daba instrucciones concretas sobre diversos asuntos políticos. En las misivas, reclamaba un programa para impedir la propagación de la tuberculosis bovina, se quejaba del contenido nutricional de la comida que se servía en los colegios y hasta exigía que los militares británicos en Irak recibieran mejores helicópteros. Incluso le pidió a Blair que retrasara la aplicación de una directiva de la UE que limitaba el uso de hierbas y plantas como supuestos fármacos en Reino Unido.
A SUS 73 AÑOS, CARLOS II SE POSICIONA COMO EL REY QUE LUCHARÁ CONTRA LOS EFECTOS DE LA CONTAMINACIÓN AMBIENTAL
Dichos escritos le preocupaban a más de uno ya que sostenían que era un comportamiento impropio de un futuro Rey.
A los gobiernos les preocupaba que su contenido perjudicara el buen nombre de Carlos y que “pudiera ser seriamente dañino para su papel como futuro monarca, porque si abandona su posición de neutralidad política como heredero del trono, no podrá recuperarla con facilidad cuando sea rey”, según el fiscal general Dominic Grieve.
Cómo es Carlos III y porqué podría poner en jaque a la monarquía británica
Según el historiador Max Hastings, Carlos III es un hombre petulante y convencido de que está en posesión de la verdad en todo aquello que le importa. Incluso recuerda el momento en el que el ahora Rey aseguró que tomar jugo de zanahoria o tomar enemas con café son dos excelentes curas contra el cáncer. Un disparate, que varios prestigiosos científicos salieron a desmentir de inmediato.
El compromiso del príncipe con la defensa del medio ambiente es intenso y conecta mucho más con la gente joven que con la clase dirigente. “Una persona que le conoce bien dice: 'Yo solía pensar que Camilla (su esposa) le haría entrar en razón, pero es demasiado tarde. Es un niño malcriado'”, escribió Hastings, que fue director del Daily Telegraph.
El problema es que cuantas más cosas se han sabido de la personalidad de Carlos, más se ha resentido su imagen pública. Su fallido y tormentoso matrimonio con Lady Di, la escandalosa separación y la posterior muerte en Francia de la "princesa del pueblo" contribuyeron a definirlo como un hombre frío y con pocos sentimientos.
Carlos ha vivido toda su vida a la sombra de su madre. Incluso las encuestas marcaban que la población prefería a la monarca por sobre su hijo, que sólo ha conseguido el séptimo lugar de popularidad. Bajo para el cargo que le toca afrontar hoy en día tras la muerte de Isabel II.
Una biografía publicada en 2018 y escrita por Tom Bower, experiodista de BBC, describe a Carlos como un hombre caprichoso y obsesionado con lo que piensa la opinión pública sobre él. Lo peor no son sus excentricidades, producto de una vida de privilegios en la que paradójicamente no ha podido tomar algunas decisiones muy personales, sino su costumbre de tener asesores que sólo pueden cumplir lo que él ordena, “como un lord feudal”. Como monarca, “actuará solo sin ningún asesor que le contenga”, escribe Bower. “Para los monárquicos comprometidos, esa independencia es alarmante”.
En el libro de Bower, aparece una frase del príncipe de 2004: “Nadie sabe que ser príncipe de Gales es un completo infierno”. Será cuestión de esperar para ver cómo efectivamente se desenvuelve en su nuevo rol, al que esperó durante toda su vida pero parecería despreciar.