Un mundo que no ayuda a quienes no pueden pagar el tratamiento es cínico y sin futuro.
"¡La salud no es un lujo! Un mundo que descarta a los enfermos, que no ayuda a los que no pueden pagar el tratamiento, es un mundo cínico y no tiene futuro". Este es el grito de denuncia lanzado por el Papa Francisco con motivo de la audiencia con los miembros de la Federación Italiana de las Órdenes de Técnicos en Radiología Médica y de Profesiones Técnicas de la Salud, Rehabilitación y Prevención, recibida en audiencia esta mañana, lunes 16 de enero, en la Sala Clementina. He aquí el discurso del Pontífice.
PAPA FRANCISCO: Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y bienvenidos!
Doy las gracias a la Presidenta por sus palabras de saludo. Representáis a miles de profesionales sanitarios: este encuentro, por tanto, me brinda la oportunidad de renovar mi cercanía y gratitud por lo que hacéis cada día. Me gustaría agradecerles su compromiso y dedicación, especialmente cuando están ocultos. Los profesionales sanitarios, en los últimos tres años, han vivido una experiencia muy particular, difícil de imaginar, la de la pandemia. Se ha dicho en otras ocasiones, pero no debemos olvidarlo: sin vuestro compromiso y vuestros esfuerzos muchos enfermos no habrían sido tratados. El sentido del deber animado por la fuerza del amor os ha permitido prestar vuestro trabajo al servicio del prójimo, incluso poniendo en peligro vuestra propia salud. Y con ustedes doy las gracias a todos los demás trabajadores de la salud.
En menos de un mes, el 11 de febrero, se celebrará la Jornada Mundial del Enfermo, que siempre invita a reflexionar sobre la experiencia de la enfermedad. Esto es tanto más oportuno, incluso necesario, hoy porque a menudo la cultura de la eficiencia y el desperdicio "nos lleva a negarlo. No hay lugar para la fragilidad. Y así, el mal, cuando irrumpe y nos asalta, nos deja en el suelo aturdidos. Puede suceder, entonces, que otros nos abandonen, o que nos parezca que tenemos que abandonarlos, para no sentir una carga hacia ellos. Así es como comienza la soledad". (Mensaje para la XXXI Jornada Mundial del Enfermo).
La cultura del cuidado, personificada por el buen samaritano (cf. Lc 10,25-37). No mira hacia otro lado, se acerca a los heridos con compasión y se preocupa por esa persona a la que otros habían ignorado. Esta parábola indica una línea precisa de comportamiento. "Nos muestra con qué iniciativas se puede reconstruir una comunidad a partir de hombres y mujeres que hacen suya la fragilidad de los demás, que no permiten construir una sociedad de exclusión, sino que se acercan y levantan y rehabilitan al hombre caído, para que el bien sea común" (Enc. Hermanos todos, 67).
Queridos amigos, vuestra profesión nace de una elección de valores. Con tu servicio contribuyes a "levantarte y rehabilitar" a tus pacientes, recordando que ante todo son personas. De hecho, la persona debe estar siempre en el centro, en todos sus componentes, incluido el espiritual: una totalidad unificada, en la que se armonicen las dimensiones biológicas y espirituales, culturales y relacionales, de planificación y ambientales del ser humano en el camino de la vida. Este principio, que está en la base de la Constitución ética de vuestra Federación, guía el camino y nos permite no ceder a la eficiencia estéril o a una aplicación fría de los protocolos. Los enfermos son personas que piden ser atendidas y sentirse cuidadas, y por eso es importante relacionarse con ellas con humanidad y empatía. Ciertamente con un alto nivel profesional, pero con humanidad y empatía.
Pero también vosotros, profesionales de la salud, sois personas, y necesitáis a alguien que os cuide, a través del reconocimiento de vuestro servicio, la protección de unas condiciones de trabajo adecuadas y la implicación de un número adecuado de cuidadores, para que se reconozca el derecho a la salud para todos. Corresponde a cada país esforzarse por buscar "estrategias y recursos para que cada ser humano tenga garantizado el acceso a la atención y el derecho fundamental a la salud" (Mensaje para la XXXI Jornada Mundial del Enfermo). ¡La salud no es un lujo! Un mundo que descarta a los enfermos, que no ayuda a aquellos que no pueden pagar el tratamiento, es un mundo cínico y no tiene futuro. Siempre recordamos esto: la salud no es un lujo, es para todos.
Os exhorto a considerar siempre los valores éticos como una referencia indispensable para vuestras profesiones. De hecho, los valores, si están bien asimilados y combinados con el conocimiento científico y las habilidades necesarias, permiten que las personas que se os confían te acompañen de la mejor manera posible.
Queridos hermanos y hermanas, que os acompañe la intercesión materna de la Virgen María, a quien el Evangelio nos presenta como una mujer solícita, que se apresura a ayudar a su pariente Isabel. Vele por usted y su trabajo. Os bendigo cordialmente a vosotros y a vuestras familias. Y les pido, por favor, que recen por mí. ¡Gracias!