Corría 1944 cuando los alemanes perpetraron una de las represalias más sanguinarias ocurridas en territorio italiano a lo largo del siglo pasado. En la matanza de las Fosas Ardeatinas fueron ejecutados con un tiro a la cabeza 335 hombres.
Ninguna de las víctimas de la matanza tenía vínculo alguno con una mortífera emboscada que la resistencia romana al nazi-fascismo había llevado a cabo el día anterior en la Via Rasella, una callejuela del centro de Roma. La explosión provocó la muerte de 33 miembros de un batallón del regimiento SS Bozen integrado por soldados del Alto Adigio (la región de Italia de habla alemana).
Tras el estallido, los nazis pusieron en marcha un mecanismo relámpago que se detuvo 30 horas más tarde en las Fosas Ardeatinas, una vieja cantera a las puertas de la ciudad. Desde Alemania, Hitler dio una orden telegráfica: exigió fusilar cuanto antes a entre 30 a 50 italianos por cada uno de los muertos en la Via Rasella. Finalmente, el número establecido fue de 330 condenados. El apuro y el desorden alemán costó la vida a otras cinco personas, visto que el balance final de la masacre fue de 335 víctimas. Para recordar a ese trágico 24 de marzo del 1944, el pasado fin de semana no fueron pocos los romanos presentes en una conmemoración encabezada en el mausoleo de las Ardeatinas por el presidente de la República, Sergio Mattarella. Esta fue la masacre urbana más grande de la Segunda Guerra Mundial, recordó durante el acto el alcalde de la ciudad, Roberto Gualtieri: aquí, destacó, el horror de la guerra tocó uno de sus momentos más bajos.
Esa posibilidad. El horror de las Ardeatinas señalado por el alcalde pertenecía hasta ahora a un pasado visto como remoto, algo ocurrido hace ya 80 años. Sin embargo, y aunque pueda parecer inverosímil, lo cierto es que de una u otra manera de hecho, de mil maneras- en Europa la palabra guerra ha comenzado a sonar cada día más, algo que hasta hace un tiempo era inconcebible: hoy los escenarios son otros.
A casi dos años de la invasión rusa a Ucrania, casi no pasa día sin un título alarmante en los medios europeos: por ejemplo, La OTAN teme un ataque de Moscú y prepara nuevas tropas para blindar sus fronteras, El terror que desafía al mundo, Llamado de la UE para una defensa común.
En el caso de Italia, en estos días el recuerdo de las Ardeatinas (el pasado lejano) y los análisis sobre eventuales escenarios bélicos a partir de la crisis con Rusia (¿el futuro?) se entrecruzaron: por cierto, lo que sale hecho trizas de este extraño cruce de épocas es la paz.
No sólo en las sedes centrales de la UE en Bruselas, sino también en diferentes capitales de la región, no se descarta la posibilidad de un conflicto bélico. Y esto ocurre tras largas décadas a lo largo de las cuales el continente vivió una prolongada fase de paz durante la cual, en todo caso, los conflictos tenían lugar lejos de la región.
Oscuras tinieblas. Frente a un escenario crítico y aterrador, las nuevas movidas y decisiones europeas son muy claras: en el sector de la Defensa, la UE quiere contar con una industria más eficiente y que pueda responder sin titubeos a las nuevas y alarmantes (cada día más) amenazas provenientes de Rusia.
Si queremos la paz debemos prepararnos a pensar en la guerra y a reconvertir nuestras economías en una economía de guerra, destacó días atrás el belga Louis Michel, presidente del Consejo Europeo, declaración que deja traslucir tanto la posibilidad de un conflicto como la necesidad de reperfilar nuestras economías en el marco de un contexto claramente bélico.
Presionados por estas nuevas exigencias, la semana pasada los países de la UE dieron luz verde a una inyección de dinero fresco por 5.000 millones de euros destinados al llamado Instrumento europeo por la paz, cifra que va a añadirse a los 12.000 millones ya aprobados por el bloque en el 2021.
¿Para qué sirven esos nuevos recursos? Para la compra por parte de la UE de armas y municiones. El Instrumento contempla también la adquisición de infraestructuras de diferente tipo además de formación y consultorías, siempre dentro del ámbito de la llamada PESC, la política exterior y de seguridad común de la UE. También fue aprobado un nuevo Fondo de asistencia para Ucrania que, se precisó, incluye el suministro de equipos militares letales y no letales.
La vicepresidenta de la Comisión Europea, la danesa Margrethe Vestager, fue a su vez muy clara: En los últimos dos años la industria de la Defensa europea no tiene una capacidad de producción suficiente para responder a una demanda que está aumentando rápidamente, precisó, tras apuntar contra la fragmentación que caracteriza al sector en Europa, hecho que a su vez limita a nuestras economías de escala, además de crear desconfianza e ineficiencia.
Con la mirada fija en Europa y en el que es mucho más que un llamado de atención, el canciller de Ucrania Dymitro Kuleba fue al grano: Sé que los europeos no están acostumbrados a la idea de la guerra, pero se trata de una falta de atención que no pueden permitirse, indicó en una entrevista a Politico.
También el Vaticano hizo sentir su voz a través del presidente de la Comisión Episcopal italiana, cardenal Marco Zuppi: No podemos acostumbrarnos a la guerra estamos experimentando tinieblas muy oscuras”.