Joe Biden llama a la moderación, y Teherán considera el asunto “concluido”, pero la respuesta de Israel y el destino de la región está en manos de los tres integrantes –y rivales– del gabinete de guerra: Netanyahu, Gallant y Gantz.
La perspectiva de una gran guerra regional en Oriente Próximo pende de un hilo este domingo, cuando el gabinete de guerra de Benjamín Netanyahu debe reunirse para decidir la respuesta de Israel al ataque con drones y misiles de Irán. Un ataque que es respuesta, a su vez, al bombardeo de la embajada de Irán en Damasco por parte de Israel hace dos semanas, que causó 13 muertos.
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Los ministros de Benjamín Netanyahu votaron a media noche delegar esa decisión en el minúsculo gabinete de guerra, formado por Netanyahu, el ministro de Defensa, Yoav Gallant, y Benny Gantz, opositor a Netanyahu que se incorporó al gobierno como ministro sin cartera tras el ataque de Hamás del 7 de octubre, que inició la espiral de violencia que ha llevado a Israel e Irán al borde de la guerra: estos tres espinosos rivales decidirán el siguiente paso; el destino de la región está ahora en sus manos.
El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, convocó al Gabinete de Guerra con carácter de urgencia en la madrugada de este domingo en respuesta al ataque con drones y misiles iniciados por Irán contra su territorio. EFE / Ministerio de Defensa Israelí.
En las tensas horas previas a la reunión del gabinete de guerra, Netanyahu y Biden hablaron por teléfono durante 25 minutos, durante los cuales, según algunos medios israelíes, el presidente estadounidense instó a la moderación.
Biden emitió un comunicado minutos después de la llamada en el que no daba ningún llamamiento explícito a Netanyahu, pero señalaba que, con la ayuda de EEUU, se habían derribado “casi todos los drones y misiles” lanzados desde Irán.
Esa “notable” capacidad defensiva, argumentó Biden, era por sí misma “un claro mensaje a sus enemigos de que no pueden amenazar eficazmente la seguridad de Israel”.
A primera hora de la mañana del domingo, la única víctima mortal de la ofensiva aérea era un niño de 10 años del desierto del sur de Israel, miembro de la comunidad de los beduinos. Una base militar del sur sufrió daños leves también.
En vísperas del esperado ataque iraní, fuentes del Gobierno estadounidense habían formulado la hipótesis de que los proyectiles iraníes caerían en el desierto y no causarían víctimas significativas. En ese caso, los funcionarios predijeron que Washington instaría enérgicamente contra una respuesta israelí precipitada.
Está claro que Irán espera una respuesta de este tipo. En un mensaje transmitido a través de su misión en la ONU, Teherán sugirió esperanzado que tras su represalia: “El asunto puede darse por concluido”.
Tanto Biden como los iraníes son muy conscientes de que Netanyahu puede querer destruir las instalaciones nucleares iraníes, que considera desde hace tiempo una amenaza existencial para Israel. Reducirlas a escombros sería muy difícil sin ayuda estadounidense, pero es posible que él y otros halcones israelíes intenten aprovechar esta oportunidad para hacer realidad esa ambición.
NBC News informó el sábado por la noche que algunos altos miembros de la administración están “preocupados de que Israel pueda hacer algo rápidamente en respuesta a los ataques de Irán sin pensar en las posibles consecuencias posteriores”.
La cadena decía que Biden había expresado en privado su preocupación por que Netanyahu esté “intentando arrastrar a Estados Unidos a un conflicto más amplio”, citando a tres personas familiarizadas con los comentarios del presidente.
Los miembros de la Administración de Biden son muy conscientes de que Netanyahu tiene un incentivo para mantener las hostilidades: evita el colapso de su coalición y la celebración de nuevas elecciones.
Aunque los daños sufridos por Israel fueron mínimos, los responsables israelíes podrían argumentar que no se debieron a Teherán, sino a la fiabilidad de la defensa antiaérea israelí y de sus aliados, sobre todo Estados Unidos, Reino Unido y Jordania. Jordania se arriesgó a ser criticada en el mundo árabe por interceptar algunos de los drones iraníes cuando cruzaban su espacio aéreo.
Esa acción conjunta, preparada la semana anterior al ataque iraní, salvó vidas con casi total seguridad y pudo haber evitado una guerra mayor. También podría servir como recordatorio de la dependencia de Israel de Estados Unidos para mantener a salvo a los israelíes.
A corto plazo, Washington puede consolarse con algunos indicios de que cualquier respuesta israelí no será al menos inmediata. Israel ha convocado una sesión del Consejo de Seguridad de la ONU sobre el ataque, que tendrá lugar el domingo a las 16.00, hora de Nueva York. Parece improbable que se lanzara un contraataque antes de esa sesión.
Otra posible señal de que la respuesta podría ser aplacada fue la conversación de Gallant con su homólogo estadounidense, Lloyd Austin, tras los ataques. Según el Ministerio de Defensa israelí, Gallant “subrayó que la defensa está preparada para cualquier nuevo intento de atacar al Estado de Israel”. Es decir, no se mencionó la posibilidad de que Israel devolviera el golpe.
Una tercera señal en las primeras horas del domingo fue la confirmación por parte de un dirigente israelí citado por el New York Times de que “la respuesta de Israel se coordinaría con sus aliados”.
Es probable que Washington recuerde a Israel en las próximas horas y días lo que ha ganado al haber resistido el ataque de Irán, del que ha salido en gran medida indemne.
Por el momento, el ataque ha desviado la atención mundial de la guerra de Israel en Gaza. Además, es probable que el ataque iraní disipe también los murmullos en el Congreso de Estados Unidos sobre la posibilidad de frenar el suministro de armas a Israel por la matanza en Gaza. Ahora, los partidarios de Israel pueden considerar que tales restricciones dejan al principal aliado de Estados Unidos en Oriente Medio indefenso ante la amenaza iraní.