A primera hora de este lunes, una nueva valla ha comenzado a rodear la Casa Blanca, en caso de disturbios y tumulto durante el recuento electoral. No se recuerdan aquí en Washington unos preparativos para las elecciones como los de este año: vallas, muros, rejas, y no sólo alrededor de la residencia del presidente. Este fin de semana tiendas, restaurantes, oficinas y hoteles en el centro de la capital federal han comenzado a tapar con maderas sus ventanales y puertas, ante el temor a saqueos.
El fantasma de la violencia recorre Estados Unidos en unas elecciones insólitas, tras un verano caliente de protesta racial y disturbios en todo el país por la muerte de varias personas de raza negra a manos de la policía. Ya hubo en junio medidas de excepción en Washington, con el ejército desplegado, toque de queda y un perímetro de seguridad ampliado en torno a la Casa Blanca. Nunca antes estas medidas excepcionales se habían tomado a días de unas elecciones, la celebración de la democracia.
El 31 de mayo, Trump fue conducido por el Servicio Secreto hasta el búnker subterráneo de la Casa Blanca, ante el temor a un asalto. El presidente pidió salir de él en seguida, y después dijo que había descendido a él sólo para inspeccionarlo.
Este pasado fin de semana, cientos de personas se han concentrado en el centro de Washington y han marchado puño en alto gritando el lema «las vidas negras importan», que ya entonaron durante la protesta racial del verano. La policía local les ha seguido de cerca, pero estos grupos a menudo se reúnen sin avisar a las autoridades, cortando calles y marchando de forma improvisada, como han hecho en semanas pasadas ante la propia Casa Blanca o el hotel Trump, que está entre ésta y el Capitolio.
Unos grandes almacenes en la Quinta Avenida, en Nueva York, han protegido sus escaparates con planchas de madera.
El presidente seguirá el recuento desde Washington. Hay una fiesta preparada en el hotel Trump, al cabo de la avenida Pensilvania, pero su equipo de momento no ha confirmado si acudirá. De momento, la construcción de la nueva valla, a prueba de asaltos, parece indicar que Trump estará en su residencia, dadas las dificultades que podría tener para recorrer en coche el corto trayecto hasta el hotel que gestiona su empresa familiar. Esa calle ha sido cortada repetidamente por los manifestantes en meses recientes.
Ya en verano, una turba intentó derribar la estatua ecuestre del presidente Andrew Jackson, justo enfrente de la Casa Blanca, algo que la policía impidió. Por eso, el presidente ordenó construir un perímetro de seguridad alrededor de las calles aledañas a su residencia. Unos vándalos también intentaron quemar una iglesia, prendiendo fuego a su sótano, donde estaba la sacristía.
El 2 de junio, Trump ordenó desalojar las calles y se hizo acompañar de varios generales hasta esa misma iglesia, donde posó con una Biblia, prometiendo algo que se ha convertido en uno de los eslóganes de su campaña: ley y orden.