UN GAUCHO SALTEÑO (10 de noviembre Día de la Tradición) Hijo de un orgulloso domador y doña trabajadora, nació en ese cualquier viejo rancho levantado en mitad de un alfalfar de una finca ubicada a unos cinco kilómetros del pueblo. Desde chico se le veía franco de carácter, y poseedor de un físico fuerte, rayano en la dureza. Creció extasiado entre el paisaje siempre verde de las lomadas suaves que preceden a la masa azul grisácea de la cordillera, que se levanta misteriosa hacia el poniente. El rojo de los ceibales, a donde iba en busca de sombra en los días calurosos del verano, le hacía mirar con asombrado cariño ese rincón de Salta que le había atrapado el corazón desde que era niño.
Admiraba a los gauchos de la zona, donde había varios de sus familiares. Los miraba desfilar orgullosos en las fiestas patrias y ansiaba el día de poder acompañarlos.
De noche solía escurrirse de su lecho de tientos, para acercarse a donde estaban los grandes, junto al fogón, contando casos de aparecidos o riñas camperas, y donde solían recitarse versos antiguos. Se emocionaba al escuchar la zamba, melodía del alma, que en labios de los gauchos de las serranías agrestes cobraba un especial significado.
Así fue creciendo, mientras aprendía las rudas faenas del campo al lado de sus mayores, siguiendo sus indicaciones en enseñanzas amenas, donde todo parecía un juego hecho para hombres decididos. El lazo no tenía secretos para él, y aprendió a domeñar un toro embravecido en campo abierto, ayudado por su jauría de perros fieles, que atropellaban a su lado, cuando lanzando alaridos de guerra medía sus fuerzas con el toro hasta llevarlo al bramadero, y entre agrios juramentos, embramarlo con coyundas de cuero -cuero crudo-, inmovilizando al animal.
Buen jinete y hábil domador se hizo a golpes y experiencia, llevaba dentro de sí una insaciable ansia de libertad propia de los gauchos de su estirpe. Ansina son los gauchos de Salta. Orgullosos como Dn. José Solis Pizarro. Dueños de si y de su pequeña tierra.
Creyentes de un Dios justo y bondadoso. Adoradores de su madre la Virgen María que en América tiene muchos nombres pero todas son una en el corazón mestizo. El gaucho habita una cultura de combinaciones donde lo mágico y lo religioso se confunden en un especial sentimiento. La Virgen María por ejemplo será la deidad por excelencia de la América resultante. En ninguna parte del mundo la Madre de Cristo tendrá tantas devociones y seguidores. El espíritu femenino de la madre por excelencia será el puntal espiritual de la religiosidad sincrética de la América. No habrá ciudad, ni pueblo, ni región que no tenga una virgencita amparadora. Pero esta virgen ya no será blanca de ojos claros, será mestiza, morena de negros y brillantes ojos. Será la Pacha encarnada en las vestimentas imperiales o reales de una reina europea.
Pero para el criollo salteño, al margen de la religión, tendrá como punta de lanza su espíritu miliciano. Desde muy temprana edad se le enseñará a ser defensor de la cultura, las tradiciones y la misma patria.
La historia de la independencia estará grabada a fuego en su memoria y la imagen del General Güemes será la estrella que iluminará su camino, marcarán sus valores y fundamentalmente determinará su propio devenir.
Por:José de Guardia de Ponté