El lunes por la noche, poco antes de que su ministro de Economía viajara a Washington, Alberto Fernández anunció un bono para trabajadores informales y otros. Una medida redistributiva de las que el peronismo debería estar orgulloso. Para financiarlo se iba a crear un impuesto a la "renta inesperada", como consecuencia de la guerra de Ucrania: sacarles a los ricos para darle a los pobres. Nada podía salir mal. Pero el anuncio terminó por dinamitar la tensa calma que se vivía adentro del Frente de Todos.
El escenario se montó muy cuidadosamente. Casa Rosada, Alberto con Guzmán al lado; es el ministro de Economía que Cristina Kirchner quiere reemplazar. El apoyo fue categórico. Alberto tenía buena cara. Los que lo tratan a diario lo vieron descansado. Abajo, sentados en las dos primeras filas, había funcionarios kirchneristas y otros detractores del ministro; el mensaje fue claro: él arriba, ustedes abajo.
Wado de Pedro y Fernanda Raverta (de La Cámpora, que defenestra a Guzmán). Sergio Massa (que en una de esas tiene el reemplazante de Guzmán). Axel Kicillof (exministro de Economía de Cristina, crítico de la política económica y ¿candidato a suceder a Guzmán?). Jorge Capitanich (gobernador de Chaco, autopostulado para reemplazar a Guzmán). Juan Manzur (Jefe de Gabinete mudo que oscila entre las críticas a la gestión y las ganas de volverse a Tucumán).
Dijo Guzmán: "En las próximas semanas vamos a estar trabajando convocando a las fuerzas laborales, productivas, laborales y políticas de nuestra sociedad en la construcción de un mecanismo que nos permita capturar parte de la renta inesperada". No especificó cuándo, cómo, ni cuánto. Tampoco está claro cómo una medida así podría ser aprobada en el Congreso, si el Gobierno no tiene mayorías.
Un dirigente de la nueva mesa chica de Alberto Fernández le recomendó tomar una medida de este tipo y hacer un anuncio fuerte, incluso usando la cadena nacional. "Alberto hizo lo que le pedían, pero lo hizo al estilo Alberto. Dijo que va a convocar a una mesa de negociación a empresarios y que después lo va a mandar", dice con resignación este dirigente que se ilusionaba en integrar el próximo gabinete.
"No se puede salir a anunciar un proyecto que no tiene forma de ser aprobado. Es un desgaste más de la autoridad presidencial que va a mandar algo al Congreso que ni siquiera va a llegar a ser tratado. Es fulbito para la tribuna", se quejaban fuentes del bloque del Frente de Todos en Diputados.
La lectura es que Alberto desaprovechó una oportunidad de mostrar un nuevo liderazgo. Y que Guzmán se quedó a mitad de camino al anunciar que iba a empezar a discutir un impuesto. Ya ni los más cercanos creen que Alberto pueda retomar el liderazgo.
Alberto surfea la crisis más importante que vivió el Frente de Todos. En el albertismo creen que muchas críticas son injustas: ocupación récord, crecimiento de producción industrial, generación de nuevos puestos de trabajo... y dicen que esos números van a hacer que los salarios le ganen a la inflación este año. Si hay pleno empleo, los sueldos van para arriba.
Pero el resto de los socios del Frente de Todos no tiene la misma mirada. Además del kirchnerismo -que lo dice a viva voz- ya le soltaron la mano el massismo, gobernadores, CGT, algunos empresarios que perdieron la paciencia... Los argumentos son elocuentes:
La inflación tocó un nivel récord con el 6,7%. No hay absolutamente ningún indicio de que vaya a bajar. Se conoció este miércoles el índice de precios mayoristas. Dio 6,3% de aumento respecto al mes anterior. Suele anticipar el índice de inflación general del mes siguiente. Los números de la inflación presionan sobre los tipos de cambio. No hay un programa económico para mejorar esas cifras. Incluso se sigue negando el fenómeno, diciendo que va a ser la más alta del año. Ya se hicieron pronósticos similares antes. Aunque los precios internacionales de granos están en valores récord, el Banco Central apenas mantiene estable el nivel de reservas.
Estacionalmente, deberíamos transitar hacia el mejor momento del año. Pero las reservas se mantienen en 43 mil millones y no crecen. El dólar relativamente estable de momento va a pegar una disparada cuando haya que pagar el gas del invierno y cuando se termine de liquidar la cosecha. Sería en julio. También esos dólares que se deberían estar acopiando ahora deberían servir para pagar insumos (del agro, de la industria...).
Hoy, los sectores productivos ven una amenaza de parálisis a futuro por falta de dólares. Según el último índice de comercio exterior del Indec, en marzo crecieron 28,5% las exportaciones (dato positivo) pero 33% las importaciones (negativo). Sigue habiendo superávit, pero se achica. Para contener la inflación y evitar una fuga de pesos hacia el dólar, hay que aumentar las tasas de interés. Eso va a tener consecuencias inevitablemente recesivas que van a impactar sobre el crecimiento que festeja el albertismo.
"La economía política tiene que estar toda conjugada. Este bono corre por detrás de los acontecimientos, en lugar de plantear una política monetaria, fiscal y de ingreso, que apunte a bajar la tasa de inflación. Esa es la mejor manera de sacar a nuestros ciudadanos de la pobreza, y dar un margen de previsibilidad que necesita nuestros comerciantes, nuestros fabricantes, nuestros sectores productivos", criticó Martín Redrado, uno de los que suena para reemplazar a Martín Guzmán en un eventual cambio de gabinete. Alberto por ahora no está convencido de mover a su ministro estrella.
No es el único que piensa de esa manera.
Massa, Cristina y las puntas que se unen
Sergio Massa y Cristina Kirchner están en las antípodas ideológicas en muchas cuestiones. Sin ir más lejos, Massa fue un activo militante del acuerdo con el FMI y Cristina mandó a su gente a votar en contra; Cristina hizo una maniobra para nombrar un consejero propio en la Magistratura y Massa firmó la designación de un opositor...
Pero entre ellos dos andan bien, al menos tácticamente. Y coinciden en que el Gobierno tiene que cambiar de rumbo. No está claro cuál es ese rumbo, pero a esta altura ya no importa demasiado. El diagnóstico compartido es que el liderazgo de Alberto no arranca; el albertismo coincide.
Esos cambios se materializarían con una modificación del gabinete que Alberto resiste: sacar a Guzmán, sería perder a la pieza clave de su gobierno; antes le tocó desprenderse de Santiago Cafiero. "Y el resultado no fue bueno", dicen cerca del presidente.
Hay otros nombres que también están en la mira: Gustavo Béliz, Julio Vitobello y Juan Manuel Olmos. Son los asesores más cercanos a Alberto; los tres son parte del peronismo porteño, que el resto del peronismo detesta.
Cristina dijo en su entorno que avalaría un cambio de gabinete que no incluya a ningún dirigente de su espacio (basta que no le saquen lo que tiene). Lo fundamental para ella es que el Gobierno se empiece a mover. En estos días, el kirchnerismo dejó de pegarle a Alberto. Saben que cuanto más lo critiquen públicamente, menos se va a animar el Presidente a hacer los cambios.
También se sumaron en las últimas horas a las críticas los gobernadores. Son los que bancaron a Alberto Fernández desde el inicio del Frente de Todos. Empiezan a imaginar un futuro "sin Alberto ni Cristina", dicen en el entorno de uno de los mandatarios provinciales que quieren armar juego propio. Es más: se imaginan presentando candidaturas en la provincia de Buenos Aires con el "albertismo sin Alberto". Por ahora es ciencia ficción.
Otros sectores quieren que se active algo ya mismo. Son gobernadores que encontraron su vocero en Jorge Capitanich, de Chaco, que hasta se (¿auto?) candidateó como ministro de Economía.
Por las dudas, el chaqueño está armando su plan de gobierno: capaz que lo usa como ministro, si asume, y si no será sea su plataforma para lanzarse en 2023; en 70 días va a tomar una definición y cree que puede tener el aval de Cristina para ser candidato.
Capitanich cree que hay que aprovechar los altos precios internacionales de los alimentos para pedirles a los exportadores que exporten cosechas retenidas. Dice a los suyos que hacer un acuerdo con el campo para que liquiden lo antes posible y el Estado pueda acumular reservas. No descarta para eso bajar momentáneamente las retenciones, afirman en su entorno.
Ya no están preocupados por la próxima elección, sino por la estabilidad de un gobierno que no muestra signos de reacción. Las elecciones se ganan y se pierden. Pero un gobierno peronista no puede sufrir una crisis de autoridad y gobernabilidad. En eso estamos.