Era el gran tabú. Durante todo este año, el riñón histórico de los aliados de Javier Milei había jurado que, contra lo que indicaban las evidencias y lo que NOTICIAS venía documentando, la alianza del economista con Ricardo Bussi no iba a suceder jamás. Que era sólo un rumor de pasillo que motorizaban, en soledad, dos personas: Carlos Kikuchi, el monje negro del liberal, y Karina Milei, la hermana y operadora todoterreno del candidato presidencial.
Pero el viernes 1° de octubre la teoría que sostenía gran parte del ecosistema mileisista se cayó a pedazos: no sólo el líder liberal formalizó su contubernio con el hijo de uno de los peores dictadores de la historia argentina, para quien en su momento había trabajado, sino que dio un paso más allá y negó a los 30 mil desaparecidos en un acto en Tucumán. ¿La libertad avanza? ¿O retrocede?
Grietas
La alianza con Bussi fue lo que hizo detonar la interna liberal. Ricardo, el flamante aliado de Milei, es el hijo orgulloso de Antonio, el genocida condenado por crímenes de lesa humanidad que comandó el “Operativo Independencia” -el primer ensayo de represión a gran escala, durante el gobierno de Isabel Perón, a principios de 1975- y luego fue goberandor de facto de Tucumán durante la última dictadura.
Los coqueteos de Milei con Bussi hijo, a principios de año, fueron los que hicieron bajar del barco a aliados históricos suyos, como el abogado Carlos Maslatón, o los influencers Emmanuel Dannan o Eduardo Prestofelippe, más conocido como “El Presto”, entre otros. “Es que hay un giro al fascismo. Milei está traicionando a toda la militancia liberal para privilegiar sólo los negocios de la casta política”, dice Maslatón que, alejado de Milei, pide unas PASO dentro del liberalismo en el 2023. Varios de los que se habían quedado venían haciendo fuerza, en silencio, para evitar darle la razón a Maslatón.
“Pero bueno, capaz que era cierto lo que decía Carlos”, dice, en estricto off, una de las manos derechas de Milei que, como muchos, se negó a viajar a Tucumán y luego quedó desconcertado con lo que sucedió ahí. Es que no sólo el liberal hizo gala de su polémica alianza, sino que en una conferencia de prensa chicaneó a una periodista mientras negaba la existencia de los 30 mil desaparecidos. “Esa es una visión tuerta de la historia. ¿Me podés mostrar la lista completa de los 30 mil desaparecidos?”, dijo el economista, una declaración que levantó polvareda, le valió críticas de todos los sectores y causó escozor en el propio.
Sin embargo, esta alianza, como contó NOTICIAS en una nota llamada “El tren fantasma de Milei”, es una de varias: en Salta está cerca de cerrar con el polémico Alfredo Olmedo, en Santa Fe tiene de operador a José Bonacci, histórico hombre del filonazi Alejandro Biondini, además de la alianza que hizo en el 2021 con el carapintada Juan José Gómez Centurión.
La familia unida. “Tus valores son los que Tucumán necesita”. Esa es una frase que suele repetir Ricardo cuando habla de su padre. El legislador, que trabaja para el Estado desde 1984 -la casta, podría decir Milei- y tiene una denuncia de abuso sexual en su contra, que investiga la Justicia, es un orgulloso hijo de su padre genocida. Tiene un cuadro de él en su despacho, y cuando puede lo usa como ejemplo de un modelo a seguir.
La oscura historia de quien le dio vida no lo asusta. A pesar de que Bussi, como quedó demostrado en el Juicio a las Juntas o en el que le hicieron en el 2008 -cuando lo condenaron a perpetua-, fue uno de los asesinos más sangrientos que vio el país. Es que, a diferencia de Videla -a quien admiraba tanto que, cuando lo visitó en Tucumán en el invierno de 1977, hizo levantar a la fuerza a todos los mendigos de la capital y abandonarlos en un desierto en Catamarca- u otros altos cargos de la dictadura, Bussi ejecutaba personalmente los asesinatos. “En dos oportunidades presencié fusilamientos en la Compañía de Arsenales Miguel de Azcuénaga. El que efectuaba el primer disparo era el general Bussi, y después hacía participar a todos los oficiales de mayor jerarquía. Cada quince días se asesinaban entre 15 o 20 personas”, contó el conscripto Omar Torres en el Juicio a las Juntas.
Con la llegada de la democracia, Bussi creó Fuerza Republicana, partido con el que ganó la gobernación en 1995. En esos años hizo una defensa cerrada de su histórico amigo, el comisario Mario “Malevo” Ferreyra, símbolo de la mano dura, asesino confeso durante los 70 y, para cuando Bussi llegó al gobierno, culpable por tres crímenes de gatillo fácil. Bussi padre lo indultó (“le puede dar mucho a la sociedad, es un hombre trabajador y corajudo”, dijo), aunque después la Justicia volvió sobre el “Malevo”, que terminó suicidandose frente a las cámaras.
Después de ser gobernador, Bussi logró una banca como diputado, aunque la Cámara no lo dejó asumir por su pasado criminal. En ese interín, Javier Milei fue su asesor personal, en especial en temas económicos. La única vez que el liberal habló del tema lo hizo, increíblemente, en nombre de la democracia. “¿Se te pasa por la cabeza que Bussi llegó a la banca por votación? ¿Acaso renegás de la democracia?”, le dijo Milei, en un debate, al frentetodista Leandro Santoro.
Uno de los tantos a los que asesinó Bussi fue el senador peronista Guillermo Vargas Aignesse, por cuyo crimen fue condenado en el 2008. Su hijo Gerónimo es hoy legislador en uso de licencia y jefe regional del Ente Nacional de Obras Hídricas de Saneamiento. “Lo que hizo Milei fue una provocación innecesaria. Fuerza Republicana es un partido que cobijó a represores y una usina reivindicante del terrorismo de Estado. ¿En esto se va a convertir el liberalismo?”, le dice a NOTICIAS. Y es una pregunta que queda flotando.
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