Durante la pandemia, el papa Francisco ha cancelado sus viajes porque, dijo, “en conciencia no puedo provocar reuniones”, pero agregó que lo único que le impediría ser el primer pontífice en visitar el Irak asolado por la guerra sería un nuevo aumento en los contagios. Eso es justo lo que ocurrió. El aumento de los casos de coronavirus ha hecho que las autoridades iraquíes impongan cierres de emergencia. Las autoridades chiitas suspendieron las peregrinaciones religiosas. El domingo, el embajador del Vaticano contrajo el virus y fue aislado.
Por si fuera poco, también han aumentado los atentados suicidas, los ataques con misiles y las tensiones geopolíticas. Sin embargo, para desconcierto de muchos, Francisco se propone ir de todos modos. Después de más de un año encerrado tras los muros del Vaticano, volará a Bagdad el 5 de marzo en uno de los momentos más virulentos de toda la pandemia, con lo que envía un mensaje que va en contra de casi todas las directrices de salud pública y pone en peligro a miles de iraquíes. “Si Dios quiere, iré a Irak para una peregrinación de tres días”, declaró el miércoles en su discurso semanal a los fieles, unas cuantas horas después de una nueva serie de ataques con misiles. “Les pido acompañar con la oración este viaje apostólico para que pueda desarrollarse de la mejor manera posible y dé los frutos esperados. El pueblo iraquí nos espera”. Francisco recibió la vacuna contra la COVID-19 a mediados de enero y, aunque se le ha criticado por su negativa a usar cubrebocas en audiencias privadas, ha exhortado a los países ricos a dar vacunas a los pobres y dijo que la negativa a vacunarse era “suicida”.
El séquito del papa también está vacunado, pero sus seguidores temen que un viaje diseñado en gran medida para llevar paz y ánimo a los cristianos iraquíes que llevan tanto tiempo sufriendo, tenga el potencial de convertirse en un evento de superpropagación del virus. A sus aliados en Roma no se les escapa esa posibilidad y el posible desastre de que, sin querer, el papa de 84 años ponga en peligro a una población iraquí que casi no tiene acceso a las vacunas. “Existe esta preocupación de que la visita del papa ponga en riesgo la salud de la gente, esto es evidente”, dijo Antonio Spadaro, un sacerdote jesuita y aliado cercano de Francisco. “Hay una conciencia del problema”. Incluso el predecesor de Francisco, el papa Benedicto XVI, manifestó, en una entrevista con el periódico italiano Corriere della Sera, su preocupación por el viaje y calificó la visita de importante, pero “peligrosa”.
El Vaticano insiste en que la visita del 5 al 8 de marzo será segura, cumplirá con el distanciamiento social y será sobria, desprovista de las fanfarrias y las celebraciones habituales. El martes, el vocero del Vaticano, Matteo Bruni, minimizó la cantidad de casos en Irak al dirigirse a los reporteros que le preguntaron cómo era posible que el papa justificara no retrasar un viaje que podría poner en riesgo a tantas personas. También enfatizó la relativa juventud de muchos iraquíes y dijo que el pontífice viajará en un auto cerrado para no suscitar multitudes.
“No más de unos cientos de personas, distanciadas” se reunirían para verlo a fin de minimizar los riesgos, dijo. No obstante, Francisco tiene prevista una gran misa con miles de personas en un estadio de fútbol en la ciudad kurda de Irbil, y es probable que atraiga a una multitud para verlo rezar en Qaraqosh, una ciudad de católicos sirios, en las planicies del norte de Nínive.
Aunque el padre Qasha dijo que los casos de coronavirus parecían estar aumentando exponencialmente, no estaba preocupado por las reglas de distanciamiento social porque muchos ya habían contraído el virus y se habían curado. Dijo que él se había recuperado del virus y que gracias a que sus feligreses rezaron “todos juntos” en las iglesias abarrotadas se produjo un milagro. “El virus casi desapareció de mi pueblo”, dijo. El cardenal Luis Rafael I Sako, el patriarca de la Iglesia católica caldea, comentó en una entrevista que, tratándose de las congregaciones multitudinarias en las reuniones diplomáticas de Francisco: “No hay riesgo para él ni para la gente” porque se cumplirá con las medidas del uso de cubrebocas y el distanciamiento social.
“No creo que haya riesgo para nadie”. Andrea Vicini, médico, sacerdote jesuita y profesor de teología moral y bioética en el Boston College, admiró la voluntad del papa de arriesgarse por la paz mientras promueve el diálogo con el islam y pide protección para los perseguidos y las minorías. Dijo que Francisco se mantenía fiel a su formación jesuita al viajar a las fronteras de la fe. “Quiere demostrar que está dispuesto a arriesgarse.
El problema es que otros también estarán en riesgo”, dijo Vicini quien, “como médico”, estaba preocupado porque el pontífice aumentaba las posibilidades de poner a las personas “en una situación de vulnerabilidad. Así que está equilibrando eso”. Paolo Benanti, profesor de ética y bioética de la Pontificia Universidad Gregoriana en Roma, explicó que el peligro del viaje del papa durante una pandemia tenía que medirse con base en la posibilidad de mejorar de manera significativa la situación de la seguridad para los cristianos y otros iraquíes en el territorio. I Spadaro consideró la posibilidad de mejoras concretas para los cristianos como resultado de la reunión de Francisco con los líderes chiitas.
Pero la mayoría de los expertos, incluidos los sacerdotes en Irak, lo consideran tan inverosímil como fantasioso. “No creo que nadie se haga ilusiones de que los problemas vayan a desaparecer de la noche a la mañana”, dijo el reverendo Joseph Cassar, director del Servicio Jesuita a Refugiados en el país y, hasta la llegada del Papa y su séquito, el único sacerdote jesuita en el país. Aunque también dijo que las restricciones de viaje, las medidas de distanciamiento social, la ocupación de solo una parte del estadio al aire libre en Irbil y la imposibilidad de acercarse al papa deberían evitar la propagación generalizada del virus. “Una de las cosas que la gente está comprendiendo es que no todo el mundo podrá conocer al papa, lo que en cierto modo es lamentable”, dijo. “Pero también he conocido a muchas personas que dicen que incluso el hecho de que el papa pise el suelo iraquí es bastante alentador.
Es una gran señal y una muestra de apoyo de su parte, sobre todo porque las cifras están disminuyendo”. Aunque el Vaticano cuenta con que los iraquíes sigan todas las reglas de distanciamiento social, el padre Cassar señaló que la gente en el país tiende a ser “desdeñosa” e “indiferente” con respecto a esas medidas, y no parecía tan preocupada a pesar del aumento de casos y la detección de nuevas variantes en Irak. El domingo, el gobierno chino dijo que donaría las primeras 50.000 dosis para el país. Francisco no es el primer pontífice que intenta ir a Irak.
En 2000, el papa Juan Pablo II quiso hacer una peregrinación a Irak, Egipto e Israel, con la primera parada en la ciudad de Ur, que según la tradición es el lugar de nacimiento de Abraham, padre del judaísmo, el cristianismo y el islam. Pero las negociaciones con el gobierno de Saddam Hussein fracasaron, lo que, según Francisco, provocó que Juan Pablo “llorara”.
La seguridad para el viaje también surgió como un problema después de los recientes atentados suicidas con bombas en Bagdad, los ataques con cohetes contra las fuerzas de la coalición liderada por Estados Unidos, incluso cerca del aeropuerto de Erbil —donde el papa llegará durante el fin de semana— y los ataques aéreos de represalia por parte del gobierno de Joe Biden. Antes del viaje, Francisco dijo que incluso si esos iraquíes solo lo vieran por televisión, significaría algo porque “verán que el papa está en su país”. Y añadió: “Soy el pastor de las personas que sufren”. “La mejor manera de interpretar este viaje es como un acto de amor”, dijo Bruni el martes, argumentando que, por naturaleza, el amor “puede interpretarse como extremo”.