"Con China siempre hay que estar alerta" Alicia Bárcena (Cepal)

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    Las Naciones Unidas tienen un ojo en América Latina. Es la Cepal (Comisión Económica para América Latina), y lo que ve es una región que sigue sin encarar el cambio estructural que necesita.

    Este año hay cierto dinamismo, el próximo volveremos a los niveles que teníamos antes", dice la mexicana de Latinoamérica Alicia Bárcena, de 69 años y secretaria ejecutiva de la Cepal desde 2008. Bióloga, cree que serlo le facilita la comprensión de algo tan complejo de seguir como la economía latinoamericana.

    ¿Cómo ve a las grandes economías de la región?

    Ha caído la inversión extranjera directa en Brasil, en parte debido al sector automotriz, en tanto que ha aumentado en México. ¿Por qué? Los brasileños apuntan más a su mercado interno y al regional, que se han visto fuertemente afectados por la pandemia. Aunque diría que Brasil también tiene características de diversificación muy importantes, con capacidad industrial, que también tienen México y Argentina. Estos tres países tienen la oportunidad de hacer un verdadero cambio estructural hacia un sistema de producción con mayor valor agregado.

    ¿Vuelve a crecer América Latina?

    El crecimiento de este año fue de 5,2% y el del próximo, de 3,9%... Un país que tiene mucho dinamismo es Panamá, que es un gran hub logístico. México crecerá 5,8% o 6%, pero el que viene volverá a niveles de 3,2%. Brasil puede crecer el 4,5%, pero el próximo año el 2,3%. Este año hay cierto dinamismo, el próximo volveremos a los niveles que teníamos antes.

    ¿Qué es China para América Latina, una oportunidad o un peligro?

    Tenemos una mirada bastante pragmática. Es el principal socio comercial de Sudamérica, no podemos negar eso. China no solo nos está comprando materias primas, sino que está invirtiendo en sectores estratégicos muy importantes como la energía. En buena parte en base a fusiones y adquisiciones, le está comprando activos a empresas europeas en temas tan cruciales como electricidad, infraestructura y transporte. Y ya hay una tercera etapa en la que está China, la de las inversiones directas. Por ejemplo, hay un plan para una planta de vacunas en Chile, otra en Colombia, otra en Brasil. Y China está muy interesada en avanzar en el tema digital, convirtiéndose en un financiador del desarrollo, con un incremento importante de los préstamos soberanos a la región. En 2020 China fue el mayor inversor en el mundo, eso hay que tenerlo en cuenta.

    Insisto, ¿hay peligros?

    Siempre hay que estar alertas a las empresas chinas, la mayoría son estatales. Hay que tener claridad en las reglas de juego, pero tener también en cuenta que se ha propuesto ser la líder de las industrias mundiales para 2049. Pasó de ser el 5,5% del acervo mundial de inversión extranjera directa al 11%. Hay que entender que está realizando un cambio estructural muy fuerte en su propia economía. ¿Qué tienen que hacer América Latina y el Caribe? No rechazar la inversión directa de China, pero tener reglas de juego. Que sea de calidad y respete el medio ambiente.

    El acuerdo entre la UE y el Mercosur es la historia de nunca acabar.

    Hay varios temas ahí. Uno de ellos son las ventajas comparativas en materia agropecuaria: eso ha sido un obstáculo muy importante. Debería haber por ambas partes la comprensión de que Mercosur necesita también apertura de mercados, no solo comprar. Lo que le ha pasado a Mercosur es que ha perdido fuerza como mercado intrarregional, cada país opta por su propia estrategia internacional. Ha disminuido la acción conjunta. Uruguay tiene mucho interés en abrir el Mercosur y Argentina y Brasil tienen una serie de temas por resolver. No veo posible que se cierre este acuerdo en el corto plazo.

    ¿Qué plazo imagina?

    No sé, no me atrevería a poner fecha... En 2019 hubo avances en los que se lograron concluir negociaciones para una asociación estratégica, pero a partir de ahí no ha sido posible avanzar. Estamos hablando de un mercado de 800 millones de habitantes, la cuarta parte del PIB mundial, igual por eso es tan complejo. La inserción internacional ha cambiado un poco en el tiempo. La de Brasil es más abierta, la de Argentina más cerrada. Ese es el tema. Los objetivos del Mercosur y Europa deben converger en algún momento.

    Estados Unidos dice que vuelve a mirar a la región. ¿Hay hechos concretos?

    A Estados Unidos le interesa mucho México, que tenga éxito el Tratado de Libre Comercio, y le preocupa la inmigración, que se concentra en Centroamérica, México y el Caribe. Lo que no queda claro es qué va a pasar con el resto de América Latina. Ahora bien, Estados Unidos está invirtiendo en la región en forma importante, creo que hay una vuelta. Esa participación aumentó en 2020 casi 10 puntos respecto de 2015-2019. Pasamos del 27% al 37% de las inversiones en la región. La presencia que se reduce es la europea.

    El FMI suele ser señalado en la región como uno de los principales obstáculos.

    El FMI ha jugado un papel bien interesante durante esta pandemia, en especial Kristalina Georgieva. Ha tomado decisiones que yo celebro. Una de ellas es la de los derechos especiales de giro [DEG, un activo de resreva del FMI], en la que sé que ha tenido un papel relevante. Y los DEG no generan deuda, ayudan a la estabilidad financiera. El papel del Fondo ha sido fundamental. Algunos acuerdos fueron complejos, pero otros bien interesantes. En Grenada y Barbados se han incluido cláusulas innovadoras, como las de huracanes. Hay una mirada distinta del FMI, integral, más consecuente con el tamaño de la crisis que se está enfrentando. Quedan tareas que hacer, claro. Proponemos que países que no están utilizando sus DEG los destinen a los países en desarrollo. Y me parece muy interesante ver cómo el FMI aborda el cambio climático, vinculando a él los créditos.

    El Salvador ha adoptado el bitcóin. ¿Es un modelo?

    Creo que es muy temprano. La dinámica que ha planteado El Salvador no tiene el respaldo de economías grandes. Es una salida para ganar algo de autonomía, porque El Salvador es una economía dolarizada y la idea es depender menos del dólar. Pero no creo que el mundo de las transacciones esté preparado para las criptomonedas.

    ¿Qué está pasando en Chile, hasta hace un par de años la economía modelo?

    Chile ha hecho en esta etapa de la pandemia dos cosas muy interesantes. Una es la rápida vacunación, y la otra, la entrega de ayudas (aunque algo tardía) a las pymes y a los hogares más pobres. Chile va a tener este año un crecimiento muy potente. Tenemos previsto un 9,5%, pero deberá revisarse al alza. Es un país que ha dado ayudas sociales por casi 26.000 millones de dólares, eso es muy fuerte. ¿Dónde está el problema? En su matriz productiva y exportadora. Sigue dependiendo fundamentalmente del cobre, hay que repensar para ver si es posible dar el salto a otras áreas productivas, por ejemplo el litio, y darle el valor agregado para producir baterías y sumarse a las cadenas de valor de la electromovilidad. Ahora, en inversión extranjera directa Chile ha hecho una estrategia bien interesante de decir que van a ser un país con renovables en los próximos años y al 100% en una década o dos. Y eso le permitió atraer capital, sobre todo de Europa. Chile es un país pequeño que se abre mucho al comercio internacional.

    ¿Avizora una nueva crisis devaluatoria en la Argentina?

    Creo que el tema pasa en primer lugar por lograr un buen acuerdo relacionado con la deuda, que le dé el espacio y respiro suficiente para crecer y exportar, posicionarse nuevamente como un país productivo. Lo que hay que hacer es partir de una negociación con el FMI, esa es la prioridad. Espero que a partir de ahí se estabilice la economía.

     

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