Actriz. Lola Herrera (Valladolid, 1935) me cae estupendamente. No sólo porque tenga el corte de pelo más elegante de toda España –que también–, sino porque contesta a todo con profunda naturalidad y con determinación. Brinda opiniones construidas de experiencia y conmueve la admiración con la que habla de su abuela Jacinta. “Era un ser… Creo que es la mujer a la que más he querido en mi vida. Aunque siempre he estado rodeada de mujeres maravillosas y de un padre muy progresista”, explica.
La vallisoletana, que regresa de nuevo al Teatro Bellas Artes de Madrid con ‘Cinco horas con Mario’ de Miguel Delibes, se refiere al matrimonio como un “error total” y defiende que, aunque cada uno puede hacer lo que quiera, sólo faltaría, a ella no se le ha pasado por la mente ni volver a casarse ni volver a compartir techo con ningún hombre tras divorciarse. “He tenido a lo largo de mi vida mis historias, no he renunciado a los hombres, pero nunca he querido estar con nadie, mi vida es mía y aprendí que sólo yo la gobernaba”, concluye.
¿Cómo está Lola?
Pues muy bien. Gracias a Dios.
Lo celebro. Decir eso hoy en día, desde luego, es casi una suerte.
¡Imagínate! Estoy con castañuelas porque soy persona de muchísimo riesgo por mis años, pero ha habido bastante suerte. Cuando dejé de trabajar cuando no se podía, salía a la calle lo justo para dar una vuelta y que me diese el aire.
Ahora ya va a tener que salir un poco más de picos pardos porque viene al Bellas Artes nuevamente con ‘Cinco horas con Mario’.
(Ríe) Así es, así es. La temporada que vamos a hacer ahora en Madrid la teníamos que haber hecho en verano, era una obra que estaba anunciada para que coincidiera al mismo tiempo con el centenario de Miguel Delibes.
Cuando se va al teatro a ver esta obra, no sé si la apuesta segura es Miguel Delibes o Lola Herrera, ¿o los dos juntos?
(Ríe) Yo creo que la apuesta segura, segura, segura es siempre Miguel Delibes. Tengo tantísima admiración por él y conozco tan bien la obra que hago todo lo que puedo por servir a Carmen y por servir a ese maravilloso texto. Creo que hay aciertos, pero el mayor de ellos es que Delibes escribiera esta obra.
Si no recuerdo mal, lleva desde los años 70 interpretando a Carmen, ¿verdad? No sé si al final, a lo largo de los años, se termina cogiendo manía a un personaje después de hacerlo tantísimas veces o, por el contrario, se le coge un cariño inmenso.
En el año 79 estrenamos esta adaptación de la novela y, claro, a lo largo de cuarenta años creo que la habré hecho en su totalidad como seis años y ¡por eso parece que me he pasado la vida entera haciendo de Carmen! Tuve la inmensa suerte de que me cayera este personaje y se ha alargado más en mi vida por una serie de circunstancias ahora largas de explicar. Pero, además, cada vez que nos hemos asomado al escenario con este texto, la acogida no ha podido ser más calurosa. O sea que se ha pasado de generación en generación y, la verdad, es que va mucha gente joven que descubren la obra de Delibes.
Cuando fui a ver la exposición de la Biblioteca Nacional de Delibes tuve la suerte de ir con el comisario Jesús Marchamalo y nos sorprendió mucho que hubiera chicos como de 17 años o algo así.
¡Es un encanto Marchamalo! No me extraña nada lo que me cuentas, cuando se estrenó la obra en teatro venía gente de todas las edades, pero como ‘Cinco horas con Mario’ se estudiaba en clase, también comenzaron a venir chicos de los institutos a verla. A mí lo que me emociona muchísimo es que cuando salgo del teatro me abordan chicos y chicas jóvenes porque se han quedado impresionados con el texto. Entonces, me acuerdo mucho de Miguel porque es una lástima que no pueda seguir disfrutando. Todos los días le mando un besillo porque está muy presente en mi vida.
Es complicado condensar su carrera en unas líneas. Pero, de todo lo que ha hecho, ¿con qué se quedaría?
Todo forma parte de un todo, el trabajo es un ejercicio que hay que hacer lo más variado posible. Si no hubiera hecho todo lo que he hecho, quizá no podría haber abordado una obra como la de Delibes. Casi siempre la experiencia ayuda a la comprensión de lo que venga a continuación. Me quedo con todo, incluso con las cosas que en un principio cuando las leía no me gustaban nada y al final tenía que valérmelas para que me gustasen.
¿Ser artista es muy solitario?
Sí. Ya ves que te he contestado rápido.
Sí, sí, ya lo veo. ¿Y cómo se sobrelleva eso a lo largo de tantísimos años?
La soledad es parte del camino. Estás muy acompañada en el escenario, el teatro lleno, sientes al público. Pero luego, te desmaquillas, te vas del teatro y si estás en tu casa, pues estupendo, y si estás en Madrid te vas a un hotel. Cuando era más joven salía a cenar, a tomar una copa, a sitios donde escuchar música con gente y amigos, pero ahora ya no salgo por la noche. Termino la función y lo máximo que hago es tomar un vino cerca del teatro con alguien que haya venido a verme y que me haga mucha ilusión. Me tiene que hacer mucha ilusión, eh, si no es así no me tomo un vino con nadie.
Muchisisisísima ilusión, ¿no?
(Reímos)
Claro, con los años una se vuelve más selectiva y tengo unos cuantos años. No es tanto la selección de las personas, sino el tiempo. Este año yo siento que me han robado el tiempo y a estas alturas de mi vida un año es muy importante porque cuando eres joven, verás, un año parece que no es nada, pero cuando eres tan mayor… Hay épocas y años que no te das cuenta de que el tiempo va pasando.
¡Ay Dios mío, Lola! Me agobio.
¡Pues luego prácticamente no ves ni los años pasar!
Sé que se crio con su madre y con su abuela, que eran muy especiales para usted, ¿cree que estar rodeada de mujeres le ha hecho ser la persona que es hoy?
Creo que depende de las mujeres, pero yo lo viví de una forma maravillosa. Mi abuela Jacinta era un ser… Creo que es la mujer a la que más he querido. Tenía una gran admiración hacia su manera de estar, de contar las cosas, de su talante ante la vida. Una maestra. Siempre he estado con mujeres fantásticas y me han aportado muchas cosas, la base de mi vida está en haber nacido en la familia que nací y con el padre que nací, que era muy promujer, un hombre que estaba más cómodo con las mujeres que con los hombres, era absolutamente moderno y progresista.
Es que las mujeres somos mucho más entretenidas.
Nosotras nos hemos reído muchísimo, muchísimo, muchísimo, muchísimo de nosotras mismas. Yo me acuerdo que mi madre se hacía una caricatura de ella de una manera muy jocosa, de una manera muy divertida de cómo iba cumpliendo años. Mi madre fue hermosa, tenía una cara preciosa, unos ojos enormes y negros con unas pestañas impresionantes. Y luego bueno, pues era una mujer también muy espontánea, fluía en ella una normalidad que era muy gustosa.
Usted también es muy guapa, ¿se parece a ella?
No, ¡yo me parezco a mi padre! Todos mis hermanos tienen unos ojos enormes como mi madre, pero yo no. De todos modos, estoy conforme como estoy, me hubiera gustado ser más alta, tener los hombros más anchos porque cae mejor la ropa. ¡Pero estoy conforme! Y si no lo estás, peor para ti.
Hombre, la seguridad en la gente es lo más atractivo que hay.
Claro. Pero lo que hay que aprender pronto y que no nos enseñan en esta sociedad es a querernos y a cuidarnos, a relativizar muchas cosas. Yo me siento muy afortunada en este aspecto.
Sus hermanos, ¿todos varones?
No, no, no, tengo una hermana que es 22 años más joven que yo.
¡22 años! Jesús bendito.
(Ríe) Si, sí, nació cuando nadie lo esperaba y, la verdad, es que yo llevaba tiempo esperando un hermano porque uno de ellos murió, justo el que iba detrás de mí, luego una niña que nació muerta porque mi madre tuvo unos partos muy difíciles. En fin, después de muchísimo tiempo nació mi hermana Eva María. ¡Aquello fue una estupenda noticia! Yo ya estaba en Radio Madrid trabajando, me acuerdo perfectamente, cuando mi madre me dijo que estaba embarazada llorando a lagrima viva porque tenía 45 años y en aquella época era una vergüenza. Eso decía, que estaba como mal visto.
¡Pero, vamos a ver! Yo sabía que ser madre soltera sí estaba mal visto, pero con 45 años…
Eso le dije, pero a ella le daba un poco de pudor, no sé, el pudor de aquella época. La tuve que consolar, me fui un fin de semana a Valladolid y cuando llegué me dijo mi padre: ‘Consuela a tu madre. ¡Mira cómo está!’. Y yo le decía que lo complicado era que yo estuviera embarazada ¡que no tenía ni novio! (Ríe) Bueno, al final lo celebramos y se ha criado con mi hija porque tiene sólo cinco años menos que mi hermana.
Estuvo poco tiempo casada, una vez que se divorcia se va a casa con su madre y jamás vuelve a tener pareja conocida. Teniendo en cuenta la presión de la sociedad sobre las mujeres a la hora de estar casadas, ya sabe que el concepto solterona está siempre rondándonos, ¿qué le diría a una mujer joven que no quiere casarse y que ni siquiera siente la presión social para hacerlo?
¡Pues que es muy lista! Mira, cada uno tiene que hacer lo que le apetezca. Realmente, te diré, el matrimonio es una lotería. Pero también creo que los matrimonios hoy en día deberían salir mejor porque se relacionan mucho y muy íntimamente antes de casarse. Es decir, tienen todo tipo de relaciones antes de casarse, así que lo normal es conocerse mejor, pero en mi época la relación era externa y la convivencia es muy complicada. Yo, desde luego, nunca más me he querido casar.
¿Y qué le llevó a casarse entonces la primera y única vez?
Yo me casé una vez porque mi novio de entonces se empeñó en casarse y mucho antes de lo que yo esperaba. ¡Pero, hija, estaba muy pesado con casarse! Y me casé, me hizo ilusión, estaba enamorada o apasionada, no sé porque ya no me acuerdo, pero lo cierto es que fue el mayor error de mi vida, aunque de todo se aprende. Luego he tenido a lo largo de mi vida relaciones, pero nunca he querido estar con nadie, mi vida es mía y aprendí que sólo yo la gobernaba. Así que, bueno, casarse o no es algo muy personal. También tengo amigas que no saben vivir solas, necesitan estar en pareja. Lo respeto, claro, aunque entenderlo, entenderlo… Uno no puede estar con incomodidades viviendo con alguien si no compensa. ¡Yo lo entiendo así!
Ahora la gente se casa muchas veces por hacer una fiesta.
Claro, y por vestirse de novia, pero antes lo normal era casarse, estaba muy mal visto no hacerlo. Cuando veo esas bodas de 500 invitados me mareo sólo de pensar en saludar a tantísima gente. ¡Vamos, que no! Qué follón. Eso sí, que cada uno haga lo que le dé la gana. Yo, desde luego, no aconsejo a nadie nunca, pero por mi experiencia sí que te digo que supe muy pronto que no quería compartir techo con otro hombre jamás. No renunciaba a los hombres, por supuesto, porque me han gustado siempre mucho y me siguen gustando, ahora en la distancia, claro, pero antes era en la cercanía y, la verdad, no he prescindido de tener mis historias, pero sí de compartir la misma casa.