Cuando miramos series policiales y las comparamos con casos de la vida real aparece un máxima que se repite incesantemente: las “primeras declaraciones” de los individuos presentes en el evento son las verdaderas, son las que valen.
Y ello es así porque con el correr del tiempo las versiones se van modificando, ya sea por olvidos, agregados, distorsiones, temores, conveniencias y cientos de circunstancias que terminan influyendo y variando el relato.
Alberto Fernández no fue, no es, ni será Cristinista. Su relación importante fue la que supo construir con Néstor Kirchner.
Lo que realmente siempre pensó sobre el gobierno de Cristina Fernández es de público conocimiento a través de los distintos videos críticos hacia la gestión de la ex mandataria, que se encuentran disponibles en las redes sociales.
Eso no va a cambiar. Como en las sagas policiales valen las “primeras declaraciones” y no las rectificaciones.
Lo que hemos visto hasta aquí es un “matrimonio” por conveniencia.
Por un lado, la necesidad de Alberto Fernández de hacer que el peronismo vuelva al poder cuánto antes.
Por el otro, la necesidad de Cristina Fernández de aliviar su situación judicial, para lo cual no le alcanzaban los votos propios.
Muchas veces las imágenes suelen mostrar un cuadro más completo de la realidad.
La misa en Luján y la transmisión del mando presidencial han dejado en claro que Alberto Fernández se siente más cómodo con Mauricio Macri que con Cristina. Y es porque a Macri lo conoce desde hace años y lo ha tratado en innumerables ocasiones.
La conformación del gabinete nacional muestra un híbrido que fue necesario consensuar para la coyuntura. A mi entender, para los próximos 6 o 12 meses.
Salvo el caso de Wado de Pedro, no hay camporistas puros en lugares claves. Tampoco representantes de los gobernadores, ni del sindicalismo.
El Presidente se garantizó cubrirse las espaldas nombrando en la Secretaría Legal y Técnica a su ex esposa, la abogada Vilma Ibarra. Un modo de contrarrestar el poder de Carlos Zannini.
Vilma Ibarra, a quien he tratado personalmente hace unos años cuando era senadora, es una política muy capaz que descree de los personalismos.
Proviene del progresismo que en su momento tuvo como figura rutilante a Chacho Álvarez. Eso no implica que pueda alinearse con La Cámpora.
Basta con leer su libro “Cristina versus Cristina” para concluir que su visión del Cristinismo es similar a la expuesta en sus momentos críticos por Alberto Fernández.
Por lo pronto, la provincia de Buenos Aires ha quedado bajo el poder discrecional de La Cámpora. Al menos durante esta etapa transicional de crisis económica y a pesar de la mala cara y las quejas de una mayoría de intendentes partidarios.
Así como han gobernado Santa Cruz, ahora gobernarán Buenos Aires que prácticamente es un país por la complejidad de sus problemáticas y que desde hace años constituye un territorio inviable al que habría que descentralizarlo en 3 o 4 regiones con diferentes conducciones para permitirle que se desarrolle acorde su potencialidad.
El acuerdo, entonces, indicaría que Alberto Fernández manejará el gobierno central y Cristina Fernández y sus huestes la provincia de Buenos Aires.
Las ponencias políticas al momento de asumir son meramente descriptivas, se explican generalidades sin puntualizar los modos de llevarlas a cabo.
Pero la experiencia indica claramente que cuando el discurso de asunción transita los “nunca más”, los “ni una menos”, los “derechos humanos”, la “igualdad de género”, es porque la situación estructural es muy complicada y las decisiones a tomar serán mucho más duras de lo que la sociedad ha imaginado.
No hay otro camino.
También ha dejado de costado en su discurso, evidentemente por la prédica de Francisco, el tema del aborto.
Es sabido que el Papa se encuentra muy incómodo con ese tema, ya sea por vía de una ley, por el intento de aplicar el famoso Protocolo y hasta con la postura de la Corte en el meneado fallo Fal. No sería extraño que rueden cabezas en el Máximo Tribunal, más temprano que tarde.
Alberto Fernández sabe muy bien que necesita llegar a un buen acuerdo con los acreedores privados, a través de una baja quita y con plazos de gracia razonables.
Sin esa herramienta no podrá iniciar ninguna negociación seria con el FMI al cual no se le pueden hacer quitas de ningún tipo y solamente se podrán consensuar plazos para diferir los cumplimientos.
En este punto poco importa lo que opine el Ministro de Economía, un keynesiano obsoleto al que se le nota demasiado que las decisiones se encuentran lejos de sus manos.
Si Argentina no negocia con precisión quirúrgica volverá a quedar afuera de los mercados de créditos internacionales, que no solamente bloquean el acceso a los préstamos sino que además influyen directamente en el comercio exterior para la colocación de nuestros productos en los mercados del mundo.
Ahora bien, para que la sociedad digiera todos estos tragos amargos el gobierno necesita distractivos que generen apoyo y confianza.
No les es ajeno al equipo de gobierno que la mayoría de la población no votó por ellos y que el 41% de los votantes de la oposición se encuentran muy movilizados, según fue posible constatar con la marcha que se llevó a cabo el pasado 7 de diciembre.
Necesariamente apelará a la emisión monetaria transitoria para fomentar aumentos en distintos sectores e impulsar ficticiamente el consumo, considerando que los precios de los productos básicos ya han aumentado generando un colchón que les permitirá a los productores, empresarios y comerciantes congelar bienes y servicios por 4 a 6 meses.
Las tarifas también podrían sufrir un congelamiento temporal y acordado, porque hay que tener en cuenta que son contratos dolarizados y qué si se les afecta mantenimiento, exploración y expansión, los usuarios sufrirán los cortes y restricciones como ya ocurrió durante el gobierno de Cristina Fernández.
Como explicaba en una nota anterior, ahora Alberto Fernández ya tiene la lapicera en su mano.
Muchos de sus hombres de consulta son partidarios de la disminución del déficit fiscal y la baja de las cargas impositivas para recrear el ahorro y la inversión.
Alberto Fernández cuenta con los legisladores de Cambiemos para ir en esa dirección.
Y tiene en carpeta privada el proyecto que podría dotar a la economía de una moneda fuerte, es decir dolarizarla completamente con la variante (en estudio) de la canasta de monedas y que consecuentemente el peso desaparezca como moneda de curso legal.
No es una jugada para el corto plazo, pero probablemente cuando se realice un cambio de gabinete y los cargos sean ocupados por políticos propuestos por los gobernadores, por el PJ y por los sindicatos afines, el plan “dolarización” aparecerá sobre la mesa.
Todos sabemos, en nuestro fuero íntimo, que el peronismo es el único partido al que la sociedad le permite modificar 180º las reglas de juego, sin cuestionarle nada.
La clave es si el Presidente se animará a dar un paso de esa magnitud para transformar el país antes que una crisis profunda lo vacíe de poder.
Como lo he dicho en más de una ocasión, es el cielo o el infierno. That is the question.
Por Osvaldo José Capasso