El fantasma que sobrevuela Latinoamérica es el fantasma del fundamentalismo cristiano. La última señal fue Nicolás Maduro decretando el “Día del Pastor Evangélico”.
En la misma escena delirante, el rostro del régimen chavista anunció, además, que estudia establecer otro feriado nacional: el “Día de la Biblia”. Si bien Hugo Chávez era católico practicante y su sucesor es místico hasta la estupidez y protagonizó actos lunáticos, los nuevos feriados nacionales no parecen otra muestra de delirio místico del presidente que vio al líder fallecido en un pájaro. Parece una jugada astuta y sin escrúpulos para montar el régimen (sostenido sólo por su poder represivo) sobre la ola fundamentalista que crece en Latinoamérica.
Es el arribo a la región del fenómeno que creó teocracias y derribó despotismos seculares en Oriente Medio, donde los partidos religiosos también se encaramaron en el gobierno de Netanyahu imponiéndole su meta geopolítica: el “Israel bíblico”. Una tendencia que en Estados Unidos avanzó en el Partido Republicano con el nombre de “conservadurismo compasivo”, y en España hizo renacer el nacionalismo confesional de la ideología falangista a través del partido que, en tiempo record, se convirtió en la tercera fuerza: Vox.
En Brasil. El fundamentalismo evangélico fue la nave que llevó a la presidencia a Jair Bolsonaro, un ultraderechista que ya había mostrado tendencia al fanatismo religioso. De ese modo, el fundamentalismo cristiano conquistó la mayor potencia sudamericana. Aunque aún no haya podido transformar su Estado, por primera vez puso un hombre al frente del gobierno.
En Bolivia, con el liderazgo del ultraconservador Luis Camacho, el extremismo cristiano se apoderó del caos que desató la elección estropeada por las maniobras fraudulentas de Evo Morales y, mediante ataques de sus turbas a los miembros del gobierno, fue parte del golpe de Estado.
El evangelismo político tuvo un candidato en Bolivia, el pastor Chi Hyun Chung, nacido en Corea del Sur. Pero salió tercero en la elección fallida. Sin embargo, en el estallido social contra el fraude, el conservadurismo ultra-religioso con bastión en Santa Cruz barrió del escenario político a Carlos Mesa y al resto de la oposición moderada, adueñándose del caos y colocando en la presidencia a Jeanine Añez.
Ese proceso dejó un álbum de postales delirantes que muestran la marca del fanatismo religioso. Esa marca es la Biblia que Camacho había mostrado en Santa Cruz, al iniciar su marcha hacia La Paz para exigir la renuncia de Morales. El mismo libro, marrón y enorme, enarboló Añez al entrar al Palacio del Quemado gritando que regresaba Dios para expulsar la Pachamama.
En Argentina, varios políticos efectuaron desopilantes actos de demagogia religiosa para obtener apoyo de iglesias y organizaciones evangélicas. El gobernador de Formosa Gildo Insfran se hizo bendecir por un pastor que lo proclamó “el hombre que eligió Jesús”. También se hizo bendecir el salteño Alfredo Olmedo, en una ceremonia grotesca donde la oración consagratoria fue la arenga exacerbada de un pastor exaltado.
Recen. En la antesala de tales acontecimientos, el fundamentalismo cristiano estuvo cerca de conquistar el gobierno de uno de los países más racionales de Latinoamérica: Costa Rica. Con una prédica extremista, el reverendo Fabricio Alvarado logró imponerse en la primera vuelta de la elección presidencial, aunque fue derrotado en el ballotage por el candidato oficialista.
Probablemente los estrategas del G-2, el aparato de inteligencia cubano, están observando esa ola que puede inundar la política latinoamericana como lleva décadas haciéndolo el ultraislamismo en el mundo musulmán, donde ya se ahogaron varios regímenes laicos. Por eso es posible que en La Habana hayan decidido que el régimen chavista abra el paraguas antes que lo arrase una tormenta religiosa. La casta militar y su aparato represivo han logrado resistir las ofensivas de la dirigencia política tradicional agrupada en la disidencia, pero podría ser blanco de una nueva ofensiva contra su poder. Esta nueva ofensiva no apostaría a reemplazarlo por una restauración democrática, sino por un modelo de liderazgo conservador-religioso como el que se intenta imponer en Bolivia.
Los días del “Pastor Evangélico” y de “La Biblia” que decreta Maduro podrían ser ideas lucubradas en Cuba por las neuronas del G-2. Y como el fundamentalismo no es democrático sino oscurantista y autoritario, por ende opuesto a la democracia liberal y su Estado secular, con tal de imperar sobre las leyes y el sistema educativo puede convivir con líderes violentos como Bolsonaro y con dictaduras facinerosas como la de Venezuela.
Por: Noticias