Al inicio de los 50 el riesgo de cáncer de próstata es bastante bajo si bien aumenta rápidamente a medida que se cumplen años y nos acercamos a los 65, de modo que, según la American Cancer Society, seis de cada diez casos se detectan alrededor de esta edad.
Previo a esta edad es mucho más probable padecer la enfermedad conocida como hiperplasia benigna de próstata que comienza a afectar a los hombres a partir de la cincuentena y termina alcanzando a la mitad de ellos a lo largo de sus vidas. Y si bien no se trata de una afección grave, sí puede llegar a ser bastante incómoda y restar sensiblemente grados de calidad de vida, tanto física como emocional, puesto que uno de sus síntomas más evidentes es la sensación permanente de necesitar ir al baño a orinar, pero luego expulsar apenas unas gotas, especialmente por la noche, lo que se conoce como nocturia.
En esencia la hiperplasia benigna de próstata consiste en una inflamación de la próstata con el resultado de un crecimiento excesivo no cancerígeno. Es bastante común que se dé con la edad y no tiene por qué tener consecuencias molestas si no llega a comprimir el conducto urinario o uretra, pero si lo hace de manera obstructiva sí podría ser necesaria una intervención.
Como hemos apuntado, este crecimiento excesivo no suele empezar antes de los 50 años, pero a partir de esta edad se hace bastante frecuente. Para detectar una hiperplasia benigna de próstata deberemos fijarnos en la calidad de nuestra micción, es decir si orinamos cómodamente o no. Los hombres con obstrucción de la uretra debido a la hiperplasia suelen sentir continuamente que necesitan ir al baño, pero cuando intentan orinar, les cuesta o apenas expulsan unas gotas o nada. Ello se debe a que la presión de la próstata sobre la uretra crea una falsa sensación en la vejiga de que está llena cuando no lo está.
Además, el esfuerzo que nos veremos obligados a realizar al orinar porque la vejiga esté de verdad llena será muy superior al que hacíamos antes de que padeciéramos la inflamación obstructiva, como si el conducto urinario se hubiera hecho más pequeño. Incluso a veces los hombres afectados no consiguen expulsar de una vez toda la orina y tienen que hacerlo en dos o tres veces. A este hecho se le llama "micción intermitente" y nos deja una perpetua sensación de no habernos vaciado del todo.
Como ya hemos comentado, estos síntomas suelen acentuarse por la noche, cuando la sensación ficticia y continua de necesitar orinar puede acentuarse, de modo que nos pasemos la velada levantándonos para finalmente no expulsar nada. También puede suceder que por problemas de control de la vejiga, tengamos pérdidas de orina nocturna al estar demasiado llena la vejiga. Un síntoma adicional es registrar un aumento de las infecciones de orina, cuando normalmente son infrecuentes, e incluso la presencia de sangre en la orina.
Existen cuatro técnicas principales para solucionar este problema, y las cuatro son poco agresivas. La intervención más antigua e invasiva es la llamada resección transuretral que consiste en introducir por la uretra un aparato llamado resectoscopio para que extirpe mecánicamente las partes hipertrofiadas de la próstata que comprimen la uretra.
Es una operación segura pero que presenta una recuperación más lenta dado que la cicatrización toma más tiempo y presenta peligros de hemorragias postoperatorias. El paciente sale del hospital a los dos o tres días tras la operación y debe guardar reposo en su casa de cuatro a seis semanas antes de hacer vida normal.
El láser es una operación mucho menos invasiva y traumática, ya que se basa en un aparato que emite rayos termo-lumínicos sobre las zonas de la próstata hipertrofiadas. Estos rayos vaporizan por calor la zona y a la vez sellan los capilares cortados para que no se produzcan hemorragias.Tiene un tiempo de recuperación de unas pocas horas y después uno o dos días de reposo en casa, para pasar luego a hacer vida normal.
Un tercer método, que requiere de condiciones especiales para poder aplicarse –como que la próstata pese menos de 50 gramos–, es el urolift, que no interviene sobre la próstata hipertrofiada sino sobre la uretra, alrededor de la cual se colocan unos implantes que la liberan de la presión. Es una operación que solo requiere anestesia local y que se realiza en veinte minutos. Tras ella el paciente puede abandonar la clínica y hacer vida normal, no necesitando interrumpir su actividad sexual ni requiriendo de reposo adicional.
Finalmente, una cuarta estrategia para tratar la hiperplasia benigna de próstata es la llamada "embolización de la arteria prostática". Para ello se introduce un tubo fino de plástico por la arteria femoral y se lo hace llegar a la arteria prostática. Una vez allí, inyectamos unas partículas taponadoras que frenan el flujo sanguíneo hacia la próstata, lo cual provoca que esta reduzca su tamaño por falta de irrigación. Esta intervención se realiza en menos de dos horas, con anestesia local y sin ingreso. El paciente puede abandonar el hospital, irse a casa y hacer vida normal desde el día siguiente.