En 1961, cuando la Guerra Fría estaba llegando a su apogeo, el ministro de Relaciones Exteriores y ex primer ministro finlandés, Rolf Torngren, trató de explicar la política de neutralidad de su país al resto del mundo. “Para algunos”, reconoció, “la existencia de un estado neutral independiente, una democracia occidental, al lado de la Unión Soviética, manteniendo su libertad en amistad con su poderoso vecino, y no desafiándolo, parece en una paradoja”
Cincuenta años después, la neutralidad finlandesa vuelve a ser cuestionada, pero esta vez por los propios finlandeses. La invasión rusa a Ucrania disparó un cambio sin precedentes en la opinión pública de Finlandia y de su vecina Suecia. Los esfuerzos por lograr la protección de la OTAN frente al expansionismo ruso pueden aumentar el riesgo que enfrentan ambos países nórdicos.
“Por primera vez, la mayoría de la población de Finlandia indica que está a favor de la membresía en la OTAN”, manifestó el ministro de Relaciones Exteriores de Finlandia, Pekka Haavisto. “Y, por supuesto, se ha vuelto obvio que los partidos políticos han comenzado sus discusiones sobre la situación de seguridad y cómo afecta la posición de Finlandia con respecto a la OTAN”.
Glacis
Como zona fronteriza entre el este y el oeste, la neutralidad de Finlandia se remonta al final de la Segunda Guerra Mundial. En 1948, firmó un tratado con Moscú en el que prometía no unirse a la OTAN, ni al Pacto de Varsovia liderado por los soviéticos.
Y aunque desde la década de 1970 comenzó a fortalecer las alianzas con Occidente, y se unió a la Unión Europea en 1995, su apoyo a la OTAN nunca se concretó. La opinión pública estaba mayoritariamente a favor (por encima del 70%) de mantenerse neutrales, al igual que Suecia. Pero esa proporción empezó a disminuir fuertemente a principios de este año, cuando las amenazas rusas a Ucrania, acompañadas de actividades potencialmente sospechosas alrededor del mar Báltico (drones que volaban de noche sobre sitios sensibles de Estocolmo y sus alrededores, y un avión de carga ruso que tomó un desvío inesperado sobre el sur de Finlandia), se incrementaron.
Las encuestas realizadas por periódicos finlandeses y suecos tras el estallido de la guerra mostraron un apoyo histórico del 51 % en Suecia y del 53 % en Finlandia, a favor de sumarse a la OTAN.
Dos iniciativas ciudadanas finesas -con las reglamentarias 50.000 firmas- pidieron un referéndum sobre la OTAN, y que el presidente Sauli Niinistoy la primera ministra Sanna Marin, lleven una propuesta de adhesión al Parlamento.
Matti Muukkonen, profesor de derecho en la Universidad de Finlandia Oriental, es uno de los autores de la segunda iniciativa. “Rusia está trabajando sin piedad para crear un amortiguador entre ella y la OTAN. Pero Finlandia debe hacer todo lo posible para salvaguardar nuestra soberanía”, explicó.
Finlandia fue parte del imperio ruso desde 1808 hasta 1917, y perdió territorio ante la Unión Soviética en la Guerra de Invierno de 1939. Con ese contexto, el país es alerta a la amenaza potencial que representa su poderoso vecino del este.
“Rusia no ve las cosas de un solo país a la vez”, agregó Mika Aaltola, directora del Instituto Finlandés de Asuntos Internacionales. “Vladimir Putin está utilizando a Ucrania para demostrar su poder, para que todos en la región entiendan que si la seguridad de Rusia no está garantizada, la seguridad de nadie está garantizada”, remarcó la analista internacional.
La portavoz de la ministra de Relaciones Exteriores de Rusia, Maria Zakharova, pareció reforzar ese mensaje explícitamente a los dos países nórdicos el día después de la invasión de Ucrania. “Es obvio”, amenazó en una rueda de prensa en Moscú, “que si Finlandia y Suecia se unen a la OTAN, que es ante todo una organización militar, tendrá graves consecuencias político-militares, que requerirán represalia por parte de la Federación Rusa”.
Algunos señalan que la guerra ya ha comenzado: los sistemas de los bancos más grandes de Finlandia fueron el objetivo de un ataque masivo con el objetivo de bloquear las firmas digitales que se usan para votar en el referéndum. Y el 16 de marzo, la embajada rusa en Finlandia pidió a los rusos allí que informen “casos de violación de derechos, discriminación e incitación al odio contra ciudadanos de la Federación Rusa y hablantes nativos del idioma ruso al departamento consular de la embajada por correo electrónico”. El mismo tipo de incidentes utilizados por Rusia para justificar la invasión a Ucrania.
Inestabilidad
Finalmente, al gobierno finlandeses también le preocupa que Bielorrusia, un aliado ruso, pueda estar planeando inundar su frontera con inmigrantes, una táctica que se empleó el verano pasado, cuando Aleksandr Lukashenko permitió que decenas de miles de inmigrantes del Kurdistán iraquí, cruzaran las fronteras de la Unión Europea.
Ese tipo de eventos han convencido a un sector del gobierno de que es el momento de actuar: “Rusia está hundida en el lodo de Ucrania”, explican. “Ha concentrado gran parte de sus fuerzas allí, es el mejor momento para sumarse a esta situación”, sumaron.
Abandonando su neutralidad, tanto el gobierno sueco como el finlandés han enviado ya armas para ayudar a las tropas de Volodímir Zelensky. Y aunque Sanna Marin se ha mostrado más abierta a explorar la adhesión a la OTAN que su homóloga sueca, Magdalena Andersson, quien insistió que ni ella ni el presidente Sauli Niinisto han avanzado en negociaciones, ambos gobiernos fomentan hoy el debate.
“Debemos concentrarnos en cuáles pueden ser los pasos para detener esta guerra tan injusta contra Ucrania. En cuanto a lo que está sucediendo ahora en Suecia y Finlandia, es un problema a largo plazo que requiere más análisis y más discusión”, sostuvo Niinisto, postergando una decisión que para buena parte del pueblo finés, asustado por Vladimir Putin y sus amenazas, parece