El 23 de enero, Juan Carlos Maqueda leyó en un portal de noticias un artículo que lo vinculaba a la causa que investiga posibles desmanejos en la Obra Social del Poder Judicial. Horas después, mientras almorzaba con su mujer, una chef con la que comparte su vida desde hace más de 30 años, el ministro decano del máximo tribunal sufrió un síncope vasovagal.
Desde la renuncia de Elena Highton de Nolasco, el juez más longevo de la Corte Suprema fue apuntado en distintas oportunidades por aquellos que quieren producir un cambio profundo en el máximo tribunal. Desde afuera, pero también desde adentro del Palacio de Justicia.
Algunas voces deslizaron que ya estaba pensando en jubilarse: él pidió a su entorno que lo negara con énfasis y avisó que, a sus 72 años, todavía le quedan tres en el cargo. Además, en las últimas semanas aparecieron carteles que lo acusan de ladrón. “Robaste la obra social”, dicen las pancartas anónimas. El juez insiste con que “son operaciones”. Pero tantas amarguras juntas pueden hacer peligrar su salud.
BATALLAS. El SAME trasladó de urgencia a Maqueda al Hospital Fernández, primero, y al IADT después. Al otro día ya le habían dado el alta. En el entorno del juez le restan importancia a este último inconveniente de salud: “Tiene problemas intestinales desde joven”, comentan. Más allá de las explicaciones, se apuró a regresar al trabajo y, a dos días del desafortunado evento, ya estaba en su despacho. Una forma de mostrar vigencia en medio de tantos rumores.
El ruido acerca de su continuidad como cortesano comenzó en octubre del 2021, cuando Highton presentó su renuncia y dejó al máximo tribunal cerca del límite de su capacidad operativa, con cuatro integrantes. Desde allí, en los pasillos del Palacio de Justicia empezó a correr la versión de que el jurista cordobés podría dejar su lugar. Pero en su entorno se apuraron a desmentirlo. De hecho, cuando le hablan a Maqueda por sus planes de jubilación, el ministro contesta risueño: “Falta un montón, pregúntenme un año antes”. No da el brazo a torcer.
De los responsables de lo que él cataloga como “operaciones”, nadie da nombres y apellidos. Sin embargo, es fácil llegar a una conclusión, a través del descarte. “Con los doctores Rosatti y Rosenkrantz cultivó una excelente relación. De hecho, él los propuso como presidente y vice del cuerpo”, dicen fuentes judiciales. Del otro lado queda Ricardo Lorenzetti, quien podía haber contado con su ayuda para empezar a forjar una mayoría y volver a ser el titular del máximo tribunal, pero se quedó con las manos vacías.
También hay un factor externo: el Gobierno. El gabinete de Alberto Fernández no tiene nada personal contra Maqueda, pero sí contra la Corte: por eso, apuntarle al eslabón más débil podría derrumbar el cuerpo y apurar a una reforma que públicamente han exigido.
Por eso, cerca de Maqueda aseguran que de allí deriva, también, la acusación por las presuntas irregularidades en la Obra Social. El principal investigado es el director, Aldo Tonón, por supuesto peculado. Sin embargo, desde el sindicato Sitraju, comandado por la diputada K Vanesa Siley, han hecho todos los esfuerzos para que se ampliara la investigación y así poder ligar al caso al jurista cordobés por considerarlo administrador en la Corte. “No es verdad”, dicen en los pasillos del Palacio de Justicia. Y explican: “Desde la acordada 42 del 2018 todas las resoluciones se firman de manera colegiada. Por lo tanto, de haber responsables, serían todos los ministros”. Por ahora, la culpabilidad o no del jurista cordobés se debate más en los medios de comunicación que en sede judicial.
POLÍTICO. Más allá de los ataques que insisten en subirlo al ring, Maqueda continúa con su doctrina del bajo perfil. La eligió hace 20 años cuando abandonó la carrera política para ingresar al máximo tribunal de Justicia, tras la nominación de Eduardo Duhalde (a quien considera su padrino político junto a José Manuel de la Sota). Desde ese momento, dejó de dar entrevistas, renunció a las cátedras universitarias y no asistió más a seminarios. Hace dos décadas que sólo habla a través de sus fallos.
El ministro decano, que el 30 de diciembre cumplirá dos décadas en la Corte, posee un extraño privilegio cuyo único antecedente se encontraba en José Figueroa Alcorta: haber participado de la cúpula de los tres poderes del Estado. En 2002 fue presidente provisional del Senado y, ante la ausencia de un vice en el Ejecutivo, debió suplantar al entonces mandatario Duhalde en diez oportunidades. A fin de año asumió como ministro en el máximo tribunal de Justicia.
Maqueda nació en Río Tercero. Sus padres, comerciantes que pasaron por distintos rubros, simpatizaban con el radicalismo, por eso sorprendió que él se acercara al peronismo.
Arrancó de “pinche” en el Poder Judicial, mientras estudiaba en la Universidad Católica de Córdoba. Pero el trabajo como becario duró hasta 1976, cuando la dictadura lo declaró “prescindible”. Tras recibirse de abogado, consiguió su primer trabajo como funcionario político: tenía 24 años cuando lo designaron director de Cultura de la municipalidad de Córdoba.
Fue legislador provincial en los '80 y luego diputado nacional, en dos oportunidades. Formó parte de cuatro convenciones constituyentes: dos veces en su provincia, una en el municipio de Córdoba y la otra en la reforma nacional del ’94. En esa oportunidad, en Santa Fe, trabajó codo a codo con Horacio Rosatti, con quien se reencontraría 25 años después.
INTIMIDAD. La pandemia cambió muchas costumbres en la vida de Maqueda, pero no logró que el ministro de la Corte desistiera de trabajar en su despacho, aún cuando las reuniones de los jueces se realizaban por Zoom.