El beso y las caricias son los primeros contactos eróticos y su función es conectarnos con el propio cuerpo y con el cuerpo del otro. El beso es una conducta asociada al apego y sus formas varían según las diferentes culturas, sin embargo su objetivo es el mismo. Así como existen conductas de sociabilidad, las hay de intimidad y de proximidad humana, la más importante es el beso. La proxémica que estudia los modos de comportamiento humano comunicacional lo ubica dentro de la distancia de máxima intimidad.
Las sensaciones eróticas y el deseo se activan cuando besamos y nos besan. Es una interacción de sensaciones que crecen en potencia a medida que se hace más profundo y lleno de intensidad. Existen diferentes reportes de universidades prestigiosas como la de Oxford que se han ocupado de estudiar los motivos de del besar concluyendo que el beso romántico tiene como función evaluar la idoneidad de la pareja (sentimientos de apego, inicio de la excitación sexual y del juego erótico.
Asimismo este estudio del año 2013 concluye que las mujeres valoran más la importancia del beso, sobre todo en las relaciones prolongadas.
Respecto a la fisiología del beso un estudio de la Universidad de Texas revela que serviría para como un especie de selector natural basado en la inmunidad y que histocompatibilidades diferentes se atraen.
Se sabe que el beso romántico y profundo permite la liberación de numerosas sustancias como las endorfinas (sensación de bienestar), dopamina (aumenta el deseo y mejora la flexibilidad muscular), se incrementa la testosterona (deseo y energía), se libera adrenalina y fenilalanina (suben la frecuencia cardíaca mejorando la oxigenación de los tejidos) y también se eleva la oxitocina (hormona del apego). Además hay sustancias que bajan como el cortisol (hormona del estrés) y la melatonina (hormona del sueño). Existen algunas acciones que son involuntarias como cerrar los ojos e inclinar la cabeza hacia los laterales permitiendo una postura más cómoda y que el beso sea más profundo. El cerrar los ojos es un signo de confianza, de entrega (no se precisa estar alerta), de desconexión del mundo visual para conectarnos con lo que ofrecen los otros sentidos y las emociones que el beso provoca a nivel subjetivo. Sin embargo, no todo es relax y dejarnos llevar, si bien al cerrar los ojos se anula el sentido de la vista, los otros sentidos y la cenestesia (registro de sensaciones internas como equilibrio, tensión muscular, postural, etc.) están activos recogiendo toda la información necesaria para medir el nivel de efectividad del beso.
Hay besos que ayudan al compromiso relacional y otros que no permiten nuevas oportunidades. La valoración de los primeros besos es tan importante como el modo de comportarse o el status social. Besos cortos, con baja intensidad, tensos, o el mal aliento, son factores que invalidan. Con el paso del tiempo las parejas pierden este recurso erótico (1 de cada 4 parejas lo mantiene como algo vivo y necesario) además de acortar el juego previo para ir directamente a una genitalidad más urgente. Si el beso queda a un lado y el juego previo se desprecia por la falta de tiempo ¿volveremos entonces a una erótica primitiva, casi animal donde solo cuenta la intervención genital? Espero que no sea así. Ya existe una devaluación del placer en todos los órdenes. El disfrutar ha pasado a ser un objetivo para los fines de semana sin darnos cuenta que en cada momento del día a día existen momentos y situaciones para hacerlo. La ansiedad y la urgencia cubren lugares antes patrimonio del tiempo y de la satisfacción, por tanto queda en cada uno de nosotros no convertir la urgencia del vivir en una constante.
Por:Walter Ghedin