Algunos lo califican como el oro blanco. El litio es un mineral con demanda creciente en el mercado internacional por la mayor utilización en la fabricación de baterías livianas y de alta duración. Es que es un metal cuya densidad es la mitad de la del agua. No se encuentra en estado libre en la naturaleza, por lo que se debe realizar un proceso de extracción mediante procesos industriales de electrólisis. La mayor presencia del mineral se encuentra en lo que se denomina el “triángulo del litio”: el salar de Uyuni en Bolivia, el de Atacama en Chile y el del Hombre Muerto en Argentina. Allí se concentra entre el 50 y el 85 % del total global de ese mineral.
El tirón de la demanda hizo que el precio se catapultara de los casi US$ 500 que llegaba en 2004 hasta un pico de 13.500 en 2018, para luego caer a casi la mitad durante la parálisis mundial de 2020. Ahora se vino recuperando y está nuevamente cerca de los valores máximos y se proyecta otro boom cuando el circuito productivo de Tesla lance sus baterías de fósforo y litio. Según datos publicados por Benchmark Mineral, la subida del precio del carbonato de litio (que unido al hidróxido de calcio forma el buscado hidróxido de litio) se debe a un aumento continuo de la demanda de baterías LFP, o de litio-ferrofosfato.
Tal movimiento no pasó desapercibido para los países productores que se movilizaron rápidamente para atraer inversiones para poner en marcha su potencial minero en la materia. El tiempo es un factor clave: nadie asegura que la preferencia por el litio para la utilización en baterías eléctricas no pueda ser reemplazado por otro componente y el valor del material vuelva a retrotraerse 20 años. El ejemplo cercano del auge y la decadencia de Manaos, con su polo de producción de caucho natural, es más que elocuente.
La provincia de Jujuy había picado en punta con estos emprendimientos y creó la empresa estatal minera Jujuy Energía y Minería Sociedad del Estado (JEMSE), que gestiona las inversiones en las que la provincia es socia o promotora. Entre ellas está
Los tres gobernadores con intereses en el tema, el de Catamarca, el de Salta y el citado caso de Jujuy, están bregando por ampliar las facilidades para que las inversiones necesarias puedan realizarse. No es tarea fácil y para eso, además de conversaciones en torno a la “mesa del litio” que involucran al ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, el secretario de Minería, Alberto Hensel y la ex ministra de Economía de la Provincia de Buenos Aires y actual funcionaria del Ministerio del Interior, Silvina Batakis, encontraron en el ámbito del Wilson Center (organización de los Estados Unidos que alberga el programa Argentina Project) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) un espacio para allanar las dificultades que cualquier inversión de esta magnitud trae a una economía con pocos guiños para las inversiones directas. “La industria del litio en Argentina y su rol en la transformación global de las energías renovables”, fue el título de la actividad en el que los gobernadores y funcionarios trataron de hacer buena letra.
El Gobierno aspira a que la producción anual de litio legue a más de 200 mil toneladas a fines del 2020, quintuplicando la producción actual. Para eso estiman que se precisarían inversiones del orden de los US$ 1.000 millones durante los próximos tres años.
Además del embajador en Washington, Jorge Argüello, participó un jugador clave en esta “mesa”: Paul Graves, CEO de Livent Corporation, la multinacional de origen norteamericano que pisa fuerte en la región. Se trata de una compañía de tecnología de litio de reciente adaptación al formato de oferta pública de acciones (octubre de 2018) pero que cuenta con casi 80 años de experiencia en el mercado estadounidense.
Livent ya opera la mina catamarqueña de Fénix y la australiana Orocobre en un joint venture con la japonesa Toyota Tsusho y JEMSE en Jujuy. Está previsto que ambas instalaciones se amplíen durante el próximo año. También en esta provincia Litium Americas y Ganfeng Lithium esán llevando adelante otra sociedad en formato de joint venture: Mierva Exar. Por su parte, en Salta apuestan a través de la exploración del Salar del Rincón, en el Departamento de Los Andes, por una inversión que originalmente iba a ser de US$ 600 millones en el segundo depósito en importancia en el país de carbonato de litio, luego del vecino Salar del Hombre Muerto.
Una danza de números y compromisos que son música para los oídos en un año electoral y cuando hay desinversión en otros sectores de la economía. Habrá que verificar el cumplimiento de las promesas y que se canalicen por las efectividades conducentes: el dinero.