La piel es un órgano que limita, diferencia, y a la vez es poroso, permeable, permitiendo que penetren no solo las cremas, sino el modo de sostén, las caricias, el afecto o el desencuentro, la ansiedad y los traumas de los adultos.
Las manifestaciones psicosomáticas en la piel tienen una especificidad en el tratamiento cuando se trata de niños. Sabemos que la mente se forma a través del vínculo con el padre/madre y el bebé no puede hablar y explicar sus vivencias. Las expresa en el cuerpo, frecuentemente en la piel. La piel es el órgano más extenso de demarca unión y sostén y al mismo tiempo separación entre Yo y Tu. La piel es un órgano que limita, diferencia, y a la vez es poroso, permeable, permitiendo que penetren no solo las cremas, sino el modo de sostén, las caricias, el afecto o el desencuentro, la ansiedad y los traumas de los adultos.
Se preguntarán, ¿cómo penetran los traumas? Pues bien, cuando alguien está angustiado, ansioso, con temores, se trasladan sin palabras, con una energía que pasa de los adultos al bebé y este se inquieta, pero no comprende y no puede hablar con palabras. Nos comunica su sentir a través de trastornos funcionales psicosomáticos, como trastornos del sueño, de la alimentación, síntomas en la piel o broncoespasmos. Los niños enferman y los adultos ven “la enfermedad" como algo que ocurre, independientemente del vínculo, de la historia familiar y del clima familiar.
Está en nosotros poder comprenderlos como tales e intentar cambiar el modo de estar, que puede ser un desencuentro, aunque haya amor.
En la infancia se observa la necesidad que tienen los pequeños, del psiquismo de los padres como un yo auxiliar, para poder desarrollar recursos yoicos propios.
Si el adulto no elaboró suficientemente sus temas, y vive ansioso, muy difícilmente pueda conectarse del modo que precisa su hijo/a. Hay un tema que ha pasado desapercibido, el bebé nace sin un yo capaz de pensar pensamientos, si siente vivencias placenteras, displacenteras, de encuentro o desencuentro.
El tratamiento, por lo tanto, no debe consistir únicamente con la visita al pediatra dermatólogo, sino trabajar conjuntamente con el psicólogo y el médico, como hemos hecho durante 9 años en el servicio de Dermatología pediátrica del hospital Ricardo Gutiérrez, y continuamos con la atención on line.
Si un adulto tiene sintomatología psicosomática, concurrirá a su médico o terapeuta, pedirá ayuda para comprender qué está expresando con su cuerpo. Pero en el caso de un niño pequeño, se debe hacer el pasaje del trastorno manifiesto a pensar el vínculo con los padres; depende absolutamente de la predisposición de estos. La cura se producirá por un trabajo de transformación de las ansiedades de los padres para que transmitan calma al bebé; desde una conexión emocional profunda consigo mismos, para poder comprender al bebé.
En cuanto a los púberes, adolescentes y adultos jóvenes, se suma la eclosión de la sexualidad, con toda su fuerza. Si el yo de ese joven se siente con muy baja autoestima, sin recursos internos, sentirá una inhibición y quizás fantasías persecutorias que le impedirán acercarse a una posible pareja. Este sufrimiento se manifestará a nivel de la conducta, pero frecuentemente viene acompañado de sintomatología corporal, “justificando” su aislamiento social.
Somos una unidad, psique soma, cuerpo mente, somos sujetos, pero también necesitamos incluirnos socialmente. Estos son nuevos desafíos para el yo.
Diferencio el cuerpo constituido por órganos, tejidos, etc. que es el estudiado por la medicina; del soma que incluye al cuerpo, pero tomando en cuenta a las fantasías, las distorsiones imaginarias corporales como en la anorexia, las dolencias imaginarias en la hipocondría, el goce y los deseos.
Es importante la articulación entre el cuerpo y el soma, que se construye desde los primeros lazos vinculares, pero puede transformarse con nuevos vínculos o transformaciones de vínculos primarios.
La integración psiquesoma no es un logro biológico, sino que se va adquiriendo en un proceso de interdependencias emocionales que respetan la subjetividad de los hijos y de los padres. Es decir, pueden amarse y sentirse diferentes sin por ello sufrir cuando se producen ciertas separaciones y distancias.