Se trata de cierto papa o mejor dicho papisa que no figura en la lista de papas u obispos de Roma, porque era una mujer que se disfrazó como un hombre y se convirtió, por su carácter y sus talentos, en secretario de la curia, después en cardenal y finalmente en papa. Un día, mientras montaba a caballo, dio a luz a un niño. Inmediatamente, por la justicia de Roma, fue encadenada por el pie a la cola de un caballo, arrastrada y lapidada por el pueblo durante media legua.”
Este relato de la Chronica Universalis Mettensis, escrita por el cronista dominico Jean de Mailly a principios del siglo XIII, es la primera mención conocida a la leyenda de la papisa Juana. Esta historia, que circuló durante siglos en algunos ambientes eclesiásticos, habla de una supuesta mujer que travistió de monje y escaló rangos en la jerarquía eclesiástica hasta ser elegida como papa ocultando su verdadero sexo. El engaño solo habría sido descubierto cuando dio a luz en plena procesión, suscitando un gran escándalo que incitó a la gente a lapidarla allí mismo.
La papisa Juana fue supuestamente una mujer que travistió de monje y escaló rangos en la jerarquía eclesiástica hasta ser elegida como papa ocultando su verdadero sexo
UNA HISTORIA IMPROBABLE
La leyenda resulta sin duda sorprendente y de su estudio se ha deducido que, casi con toda seguridad, se trata de una mera invención, probablemente propaganda antipapal o incluso una sátira que se tomó erróneamente por cierta.
Un primer motivo para dudar de la veracidad de la historia es que existen diversas versiones con grandes diferencias entre sí. Las más conocidas son las del propio Jean de Mailly y la del obispo Martín de Opava, un cronista polaco del siglo XIII, autor del Chronicon Pontificum Imperatorum (Historia de los Papas y los Emperadores). La diferencia más notable son las fechas: Jean de Mailly sitúa los acontecimientos en el año 1099, mientras que Martín de Opava los coloca a finales del siglo IX. Este segundo, además, es el primero que da nombre a la supuesta papista y menciona detalles que no aparecían en la versión de Jean de Mailly:
“Juan el Inglés nació en Maguncia, fue papa durante dos años, siete meses y cuatro días y murió en Roma, después de lo cual el papado estuvo vacante durante un mes. Se ha afirmado que este Juan era una mujer, que en su juventud, disfrazada de hombre, fue conducida por un amante a Atenas. Allí se hizo erudita en diversas ramas del conocimiento, hasta que nadie pudo superarla, y después, en Roma, profundizó en las siete artes liberales (trivium y quadrivium) y ejerció el magisterio con gran prestigio. La alta opinión que tenían de ella los romanos hizo que la eligieran papa. Ocupando este cargo, se quedó embarazada de su cómplice. A causa de su desconocimiento del tiempo que faltaba para el parto, parió a su hijo mientras participaba en una procesión desde la basílica de San Pedro a Letrán, en una calleja estrecha entre el Coliseo y la iglesia de San Clemente. Después de su muerte, se dijo que había sido enterrada en ese lugar. El Santo Padre siempre evita esa calle, y se cree que ello es debido al aborrecimiento que le causa este hecho. No está incluido este papa en la lista de los sagrados pontífices, por su sexo femenino y por lo irreverente del asunto.”
Carta tarot la papisa
La segunda carta del tarot, La Sacerdotisa, es conocida también como La Papisa. Aunque se ha pensado que podía basarse en la historia de la papisa Juana, más probablemente se trata de una reivindicación de que las mujeres puedan ejercer altos cargos en la jerarquía de la Iglesia.
La versión de Martín de Opava, más detallada y morbosa, contribuyó a popularizar la historia de esta mujer, que sería conocida en adelante como la papisa Juana. Pero son precisamente estos detalles los que llevaron a muchos estudiosos, en siglos posteriores, a dudar de su veracidad. Aparte del hecho sorprendente que la supuesta papisa consiguiera disimular los signos crecientes del embarazo, varias cosas no encajan con la realidad histórica: principalmente, que en las fechas en las que supuestamente se sitúa la historia se sabe con toda certeza que había un papa ejerciendo el cargo y que era sin duda alguna un hombre.
Además, no existe ninguna fuente contemporánea que mencione esta historia: las más tempranas son del siglo XIII, más de cien años despu��s de los hechos en la versión de Martín de Opava y casi cuatrocientos en la de Jean de Mailly. Sin duda un hecho semejante habría suscitado un enorme escándalo en su momento y habrían corrido ríos de tinta, pero ni un solo documento de la época lo menciona.
El origen de la leyenda, pues, puede deberse a la fantasía o, más posiblemente, a la mala fe. Es destacable que el momento en que aparece por primera vez esta historia coincida con la muerte del emperador Federico II Hohenstaufen, que tuvo serios conflictos con el papado. Existe un cierto consenso en el mundo de la historiografía acerca de que la leyenda de la papisa Juana nació probablemente como una sátira antipapal, demostrando como el engaño anidaba en el corazón mismo de la Iglesia y como sus representantes no se habían dado cuenta de un engaño tan burdo. Es posible que incluso se representara como obra carnavalesca y que algunos cronistas la hubieran tomado como cierta.
La leyenda de la papisa Juana nació probablemente como una sátira antipapal y se hizo famosa gracias a la obra de Giovanni Boccaccio
A la difusión de la leyenda contribuyó un autor de genio como Giovanni Boccaccio, en su obra De mulieribus claris ("Sobre mujeres ilustres"), y posteriormente también la Reforma protestante, que la utilizó como medio para desacreditar a la Iglesia católica. Aun así, fue también en los ambientes protestantes donde se empezó a poner en duda la veracidad de la historia: David Blondel, un clérigo francés del siglo XVII, dedicó un texto a esta cuestión en el que detallaba todas las incongruencias del relato y concluía que no era verosímil ni veraz.
Una anécdota famosa derivada de esta leyenda es que, supuestamente, se fabricó una silla con un agujero en el asiento -la sedia stercoraria- en el que todo nuevo papa debía sentarse para que otro eclesiástico “examinara” sus atributos masculinos y, si la inspección era positiva, anunciaba “duos habet et bene pendentes”, es decir, “tiene dos y cuelgan bien”. Sin embargo, aunque dicha silla existe y se encuentra expuesta en los Museos Vaticanos, no hay pruebas de que el agujero sirviera para tal examen y la silla puede ser incluso anterior a la historia de la papisa Juana.