Para no perder la guerra contra Rusia que libra en suelo ucraniano desde hace casi dos años, el presidente Volodimir Zelenski necesita del flujo sin interrupciónes de divisas, armamentos y municiones occidentales. El domingo 10, Zelenski, invitado sorpresa en el cambio de gobierno en la Casa Rosada, pudo abrazarse con el flamante 'Trump argentino'. El viernes 8, los republicanos que son mayoría en el Capitolio de Washington votaron un paquete de ayuda para que Israel continúe sin tregua el exterminio de Hamas en la Franja de Gaza. El conflicto palestino relegó al ucraniano. La misma mayoría opositora no votó un paquete de ayuda paralelo al israelí que la Casa Blanca pedía al Congreso para el gobierno de Kiev. Sólo lo harán si el presidente Joe Biden reconoce que todas las políticas migratorias demócratas fueron un fracaso y restaura el Muro con México y las severidades trumpistas.
El martes 12, Zelenski estuvo en Washington y había declinado sugerencias amables de los republicanos a favor de que intercediera ante Biden por el dineroq para la frontera sur y así lograr que le votaran el propio. Biden da a entenderque no quiere hacerle "el mejor regalo de Navidad posible" al presidente ruso Vladimir Putin y que aceptando la autocrítica por el ingreso de migrantes, extremará la crueldad punitiva de la represión en la frontera con México. Al ya de por sí abrumador fracaso de la administración demócrata con la cuestión migratoria, se suma la admisión de la derrota negociatoria al someterse a las condiciones exigidas por la oposición republicanapara poder avanzar en la guerra europea. La entera situación desmejora las ya de por sí desmejoradas chances de Biden para ganar su reelección en las presidenciales de 2024, que culminará en el mismo duelo bipartidista que en 2020. Sólo que a Donald Trump, el vencido de cuatro años atrás, las encuestas apuntan como vencedor el año que viene.
El día que la derecha mundial pasó lista en Buenos Aires, los fans del presidente argentino libertario que cantaron presente más fuerte cantaban presente no eran liberales. Eran todos reaccionarios o conservadores. Presidenciables sin presidencia y ex presidentes sin reelección. Como el español Santiago Abascal de la otrora menos disfónica Vox posfranquista y el brasileño Jair Messias Bolsonaro vencido por Lula. Un club de perdedores que perdieron por poco que vino para salir en la foto del ganador que ganó por mucho. No perdió la guerra con Rusia, pero fue como perdedor del último mes de batallas que llegó Volodymir Zelenski, invitado sorpresa razonablemente espectacular invitado sorpresa número sorpresa. Antes popular actor y productor de tevé como Adrián Suar, hoy presidente outsider como Milei, el ucraniano subió a la escena del día de sol el dramatismo europeo del conflicto militar más prolongado desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.
Sobre la hoja de ruta internacional de ZelenskiEl fracaso militar de una onerosa contraofensiva que en un mes no hizo mella ni en un solo punto de las defensas rusas excavadas en suelo ucraniano ocupado y la derrota política y diplomática que el gobierno de Kiev sufrió el viernes 8 cuando en Washington el Congreso votó en contra de Joe Biden y de la entrega inmediata de más fondos y más y mejores armas, gravitaron sobre la decisión del itinerario internacional de Zelenski. Según un sondeo que publicó el Financial Times, el 49% de la población y el 65% del electorado opinan que EEUU gasta demasiado en Ucrania.
El presidente de Ucrania demoró una visita ya programada a EEUU y prefirió dirigirse a la Argentina para abrazarse con el ícono mismo de la victoria en la gloria limpia de su primer día. El abrazo con el ‘Donald Trump argentino’, enemigo jurado de Rusia y de China, un ruego dirigido a la cicatería republicana en un Capitolio que ahora prioriza los problemas nacionales y posterga los europeos en la lista de sus urgencias. No es posible reprochar a un actor su fe en la utilidad del teatro. Tampoco su fe en los 'golpes de teatro'. También fracasó su intento de lograr una entrevista con Lula en Brasilia. En la capital brasileña descendió, de regreso, para cargar combustible, la aeronave presidencial ucraniana.
Ni perdedores ni perdidos
Más que en ninguna fecha de los dos últimos años, el gobierno de Kiev y la población de Ucrania temen ahora que el fin de las hostilidades con Rusia esté cerca. Para este joven país nacido en 1991, un armisticio significaría congelar el statu quo, suspender las hostilidades pero no el gasto militar que la disuasión estratégica demandaría, hacer propia esa en suma poco envidiable condición en la que viven el Estado de Israel o las Coreas. Firmar un tratado de paz (uno que el Kremlin aceptara firmar) significaría regresar a una situación análoga al 24 de febrero de 2021. Volver al día anterior al inicio de las hostilidades. A un mundo en el cual al gobierno de Kiev faltaba ya imperio completo sobre el territorio interior al mapa de la de la República de Ucrania cuyos límites internacionales fueron dibujados y plebiscitados en 1991 al unísono con la disolución de la Unión Soviética.
En 2014, Rusia ocupó Crimea, que ahora integra, según el gobierno de Moscú, el territorio de la Federación Rusa. A partir de 2014, en una situación agudizada desde 2016, con posteriores pico de intensidad, en regiones de población rusa, rusófona y/o prorrusa del Oriente ucraniano, como el Donbás, militantes autonomistas, con alta capacidad de resistencia, con baja capacidad de victoria, se adueñaron de territorios y entraron en disputa militar con Kiev.
En las décadas de 1930 y de 1940, los manuales de Geografía Mundial impresos en Buenos Aires con insuperado primor gráfico y cartográfico por la pedagógica editorial H.M.E. desvestían con agrado las morfologías de dos naciones blancas de fe cristiana para concluir que la europea y la americana pertenecían a la misma parroquia por sus bien dotados recursos comparables. Un mismo destino de privilegio atribuían a la Argentina y a Ucrania, determinado por dos ecologías privilegiadas. Las feraces llanuras pampeana y ucraniana eran únicas por el grosor único de sus hondas capas de humus.
Estos libros de texto para la escuela primaria y secundaria confeccionados por la casa Hermanos Maristas Escuelas para la educación privada abrevaban del caudal de un tópico patriótico y eurocéntrico ya difundido y publicitado. De un esquema de la división internacional del trabajo, congelada su imagen provisoria con la Segunda Guerra Mundial, pero cuyo equilibrio resultó mucho más inestable de lo que ya nadie dudaba que fuera. Los cambios arrasadores de la economía y política mundiales en las siete décadas desde 1945 hasta la asunción de Milei y la visita de Zelenski expulsaron a la Argentina y a Ucrania de aquella ubicación preferencial a cual los religiosos marianos los habían abonado.
Los países de economía exportadora son los más vinculados al mercado mundial y los que menos resistir o influir sobre esos cambios que les llegan del exterior. La fuerza que global que en un siglo cambió continentes y regiones hasta lo irreconocible ni desfiguró ni transformó tanto a la Argentina y a Ucrania. La venta de commodities sigue latiendo como corazón de la actividad económica nacional y a los rubros de una producción destinada a la exportación. Franceses en la Argentina, los hermanos maristas coincidían en su enseñanza con la nueva historiografía parisina de las duraciones largas: hay una historia humana que es súbdita de la geografía.
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