La figura de Eva Perón, a 70 años de su muerte, no ha dejado jamás de interesar a las nuevas generaciones, tanto por su legado político como por su imagen pública, un aspecto en el que brilló tanto, que su condición de ícono no ha perdido fuerza ni vigencia.
Una zona especialmente atractiva de su figura es la relacionada con el mundo de la moda. Eva Perón, como pocas mujeres de poder en la historia, supo cruzar los significados políticos y sociales de su actuación dentro del peronismo, con una utilización de los recursos de la indumentaria, que le sirvieron para reforzar las líneas fundamentales de su militancia.
“No es fácil encontrar otro nombre que le haya dato a la alta costura, este uso tan intensamente político y a la vez tan trascendente a nivel comunicacional”, explica Marcelo Marino, historiador de arte e investigador de Unsam, en el libro “Evita frente al espejo” (Ampersand). Este volumen, del que Marino es ademàs editor, reúne un conjunto de ensayos de diversos autores; para examinar, a la luz de nuevas investigaciones, la relaciòn de la ex primera dama con la moda de su época.
Los inicios
Esta relación fue muy desplazada en la lectura del peronismo, que puso en primer plano a la Evita trabajadora (para algunos, Evita montonera), enfundada en el famoso traje sastre con estampado Príncipe de Gales.
El primer capítulo de esta “historia argentina en trapos”, tal como la denomina Adrián Melo, autor del artículo sobre Paco Jamandreu que abre el volumen; es justamente eso: la historia que une a Evita con el diseñador que inventó el famoso traje.
“Jamandreu creó el vestido correspondiente al cuerpo político de Eva Perón”, así definió Beatriz Sarlo, en “La pasión y la excepción”; esta intuición genial del famoso modisto que adelantó décadas el look de la actriz y le dio el aspecto que mejor la conectaría con la militancia y el futuro.
Pero también Jamandreu fue el hombre que diseñó el primer vestido de gala que Eva usó en el Teatro Colón, territorio en el que libró sus principales batallas contra la “oligarquía” que la despreciaba. En dos libros famosos, “La cabeza contra el suelo” y “Evita fuera del balcón”, el modisto narró con más ficción que realidad, los pormenores de esa relación, afectiva y creativa. Allì se atribuye sugerencias y modelos que hicieron otros y hasta cuenta o inventa una escena en la que Perón le pide, al pie de la cama de Eva agonizante, que diseñe de la noche a la mañana un ajuar para un supuesto viaje. Una mentira piadosa para consolar a la enferma en el final de su vida.
Según Melo, el vínculo entre Eva y Paco son sus historia en espejo. Ambos vienen del interior, nacieron en el mismo año y llegaron a Buenos Aires, con el anhelo de superar su origen y cambiar su destino.
El viaje a Europa
Uno de los momentos menos explorados y más interesantes para la historia del vestuario de la primera dama, fue la gira por Europa que realizó en 1947 y que recibió el nombre de “Gira del Arco Iris”. Eva viajó a España, Italia (donde el objetivo central, casi como hoy, fue el Vaticano), Francia y Suiza. La Europa empobrecida de posguerra y necesitada de acuerdos comerciales fructíferos con Argentina, la recibió como a una reina. Su belleza, su juventud, su elegancia y hasta su piel blanca y traslúcida, fueron motivo de admiración por parte de los políticos que la recibían. Un artículo de la investigadora Laura Zambrini da cuenta en “Evita frente al espejo”, del equipaje de lujo que prepararon para la gira las casas de alta costura argentinas Henriette y Paula Naletoff. Su peinador Julio Alcaraz y dos modistas fueron miembros esenciales de su comitiva.
Pero en Europa acababa de irrumpir el “New Look” de Christian Dior y esto cambiaría el rumbo estético de Eva. “Hacía cuatro meses que Dior había abierto su tienda y eso representaba la activación de la moda francesa tras la guerra -explica Marcelo Marino-. Europa necesitaba figuras como Eva para vender su moda”.
No solo Dior tendría en el futuro un maniquí con las medidas de Eva, para mandarle vestidos a Buenos Aires. También Marcel Rochas, Pierre Cardin y Jacques Fath crearían modelos para ella y diseñadores menos conocidos le enviarían accesorios y sombreros.
Eva usó además muchos perfumes famosos: Le Dix de Balenciaga, Amour-Amour de Jean Patou y Arpège de Jeanne Lanvin. La mayoría de sus zapatos fueron de Salvatore Ferragamo. Y hasta compartió modisto con las reinas de Inglaterra: Norman Hartnell, que llegó hasta Buenos Aires para ampliar los mercados de sus diseños.
Releer el vestuario de Eva dentro de las claves de la moda de la época supone, según Marino, alejarse de las miradas prejuiciosas y entender sus supuestos “excesos” en relación con el estilo que imperaba en el mundo para las mujeres de su rango. Eva tenía criterio para saber lo que tenía que usar, había sido modelo y actriz y estaba rodeada de mujeres capacitadas para aconsejarla. “Su guardarropa debería ser leído no ya como el capricho de una advenediza -concluye Marino-. Sino como el ejemplo inédito del uso que se le podía dar al otro lado del Atlántico, dentro de un discurso político complejo como fue el del peronismo”.
Los investigadores coinciden en que este viaje, a pesar de las adquisiones ultra lujosas y modernas que sumó Eva a su vestuario; marcó una inflexión en ella hacia un estilo más sencillo. Se le ha atribuido a Dior la sugerencia de una mayor simpleza pero Jamandreu también se la adjudica. El rodete se volvió el peinado de todos los días y el traje fue su uniforme preferido para trabajar horas y horas en su Fundación.
Otras implicancias del vestuario
Tres ensayos muy interesantes suman otros tópicos relacionados con la moda a “Evita frente al espejo”. El de Patricia Nobilia analiza la colección de trajes regionales que recibió Eva como regalo en España y que hoy se aloja en el Museo Larreta (de hecho, cada tanto, el Museo ofrece muestras donde los exhibe). Ese regalo oficial es uno de los legados valiosos de la gira por Europa que ahora es patrimonio de todos los argentinos.
Un ensayo de Daniela Lucena analiza el sentido de la palabra “descamisados” en la liturgia peronista. Lo que en su origen fue un insulto para las clases bajas, Perón no tardó en revertirlo para transformarlo en “un poderoso símbolo de identificación y comunicación con las masas”, explica la autora del estudio. De hecho, el mismo General, abandonó el saco para encontrarse con los trabajadores y adoptó la camisa arremangada como signo de su cercanía con pueblo. “Esta palabra que es tan estructurante del peronismo tiene que ver con el cuerpo medio vestido, que es más trangresor que el desnudo. Encarna lo que es el peronismo, una 'molestia' constante en la política argentina”, explica Marcelo Marino.