La cumbre del G-7 en Japón ha empezado este viernes con una visita de los líderes a los lugares de la memoria en Hiroshima, ciudad símbolo del horror nuclear, y un intento de los socios de dar un nuevo paso en las represalias contra Rusia por su invasión de Ucrania. El grupo de las democracias más industrializadas tiene previsto aprovechar la reunión para anunciar formalmente varias medidas sancionatorias, con algunos comunes denominadores, pero con perfil diferente según cada socio. Se trata de uno de los asuntos clave de una cumbre en la que sin embargo la forja de una posición común ante China se presenta como la cuestión más trascendental.
La idea de fondo de la nueva vuelta de tuerca contra Rusia de los socios —Estados Unidos, Japón, Alemania, el Reino Unido, Francia, Italia y Canadá (a los que se añade la representación de la UE)― es mejorar la eficacia de implementación de las sanciones existentes con mecanismos de represalia para los actores que faciliten la evasión de las mismas, así como la extensión del perímetro de sectores sancionados con la inclusión del de los diamantes, el establecimiento de nuevos límites a las exportaciones a Rusia para debilitar su complejo bélico-industrial y, además, nuevas medidas sancionatorias individuales.
EEUU y el Reino Unido, que históricamente tenían menores lazos comerciales y energéticos con Rusia, se perfilan como punta de lanza del nuevo movimiento. Londres tiene previsto anunciar también medidas contra la importación de algunos metales. La UE también avanza, aunque con algunas cautelas más.
La economía rusa no se ha derrumbado como algunos pensaban con el inicio de sanciones sin precedentes por parte de las grandes economías occidentales, pero sin duda está sufriendo un duro golpe con medidas que están reduciendo considerablemente sus ingresos, limitando la disponibilidad de bienes estratégicos, congelando la posibilidad de utilizar muchas de sus reservas que habrían podido financiar el esfuerzo bélico.
Aunque los movimientos diplomáticos vinculados con Rusia marcan los primeros compases, hay elementos para considerar que la configuración de una posición de sintonía entre los socios ante el auge de China es el asunto de mayor calado, y que se prevé tendrá un apartado propio en las conclusiones de la cumbre.
Los Siete manifiestan una actitud compartida que busca reducir los riesgos de la excesiva dependencia manufacturera de China, reconsiderar el flujo de inversiones en sectores estratégicos para evitar que Pekín se beneficie de tecnología occidental en un camino que los miembros del G-7 consideran de creciente represión interna y asertividad exterior, y garantizar una relación económica balanceada.
Pero la aplicación de estos conceptos abstractos a la realidad presenta muchos desafíos. Los europeos subrayan su voluntad de avanzar de forma quirúrgica, sin cortes abruptos que precipiten duras consecuencias económicas y perjudiquen la posibilidad de cooperar en áreas donde es necesario y posible, como en el cambio climático, desafíos sanitarios y otros asuntos. El presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, lo señaló al apuntar que, pese al reajuste, es deseable que se mantenga una relación “estable y constructiva” con Pekín. Sin embargo, incluso dentro de la propia UE, no hay todavía una posición unitaria.
El primer acto de la cumbre ha sido una visita de los líder al Parque Memorial de la Paz de esta ciudad símbolo universal del horror nuclear.
A lo largo del programa, que concluirá el domingo, se sumarán a la reunión representantes de otros países. La presidencia japonesa ha invitado a otras democracias de peso claramente alineadas con el grupo (Australia y Corea del Sur), otros países relevantes y no alineados (la India, Brasil, Indonesia, Vietnam) y representantes de la Unión Africana (Comoros) y del Foro de la Islas del Pacífico (Islas Cook).
Los socios del G-7, que en los setenta representaban aproximadamente una mitad del PIB mundial, ahora suponen menos del 30%. La presidencia japonesa ha apostado para intentar que el grupo refuerce lazos con actores con plena disposición para ello, u otros con los que sería importante acercar posiciones aunque estén decididos a mantener una posición autónoma en el tablero mundial.
Significativamente, justo antes de la cumbre del G-7, China ha celebrado otra reunión al máximo nivel con cinco países centroasíaticos. Por supuesto la relevancia estratégica es inferior, pero la cita es un símbolo de los constantes esfuerzos de Pekín de tejer relaciones internacionales, en la que se perfila como una gran competición entre ella y el bloque occidental para conquistar la simpatía y cercanía de países no alineados.
Bloomberg y Financial Times informan de que el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, acudirá en persona a la cumbre, citando fuentes anónimas, en un giro sorpresivo, ya que el programa prevé una intervención vía vídeo.