El descrédito constante de CFK hacia el Presidente colisiona con la posibilidad de que Alberto Fernández pueda seguir gobernando. Sin embargo, ella no quiere ser presidenta, porque no le conviene ser presidenta.
Se escuchan con frecuencia opiniones a favor y en contra de la vicepresidenta de los argentinos, Cristina Fernández de Kirchner (CFK). Las opiniones a favor provienen de parte de los presuntos defensores de “los descamisados y descamisadas” (su núcleo duro concentrado en La Cámpora) que defienden la causa nacional y popular en un país gobernado, a la vista de todos y todas, por la vicepresidenta, que cobra doble pensión (como ex presidenta y como heredera de Néstor Kirchner) por un total que supera los 4.000.000 de pesos mientras la mayoría de los jubilados en Argentina cobra un haber de 37.524 pesos. La misma vicepresidenta que carga sobre sus hombros causas de corrupción. Y como CFK trabajó prácticamente su vida entera en el sector público, complica imaginar que su patrimonio millonario pueda provenir de sus ingresos por sus históricos cargos políticos. Quienes apoyan a la vicepresidenta, hoy se estima según numerosas encuestas, no estarían superando al 25% de los votantes.
Contrariamente al primer grupo, existe un sector que se aproxima, según también numerosas encuestas a nivel nacional, al 50% del electorado, que rechaza tajantemente la gestión y estilo políticos de CFK y que incluso reclama ante la Justicia más dinamismo en la labor judicial para que ésta sea condenada tras las numerosas causas de corrupción que la incriminan. Por otra parte, y también siguiendo las frecuentes encuestas, un 20 o 25% de los votantes rechaza, más moderadamente, la gestión y estilo políticos de la vicepresidenta de los argentinos, y tampoco quieren que sea presidenta (y por eso CFK tuvo que convocar “al moderado” de Alberto en 2019 en la elección presidencial).
Vale decir, CFK cuenta con el apoyo incondicional de +- 25% de los votantes, y no la apoya, con mayor o menor rigor, el otro +- 75%.
Hablemos un momento de política y políticos del Frente de Todos: CFK hace meses viene ninguneando y burlando en actos públicos al presidente Alberto Fernández y a los ministros y secretarios cercanos a él, a los cuales fue “revoleando” (parafraseando a la misma vicepresidenta que comunicó en un discurso a poco de la renuncia del ministro de Economía Martín Guzmán “no voy a revolear a ningún ministro quédense todos tranquilos”). Con escasos albertistas en el gobierno, con un presidente que gestiona mal (y que gestiona como Cristina quiere, por lo tanto, gestiona mal Cristina) y con la misma vicepresidenta que parece ensañada en demostrar que el presidente y sus allegados son “funcionarios que no funcionan”, la debilidad de Alberto Fernández continúa escalando, y su legitimidad como jefe de Estado sigue decayendo de modo pavoroso. Por su parte, cabe destacar que, la supuesta mente brillante de CFK viene presionando con los propios, para que el gobierno siga gastando dinero a mansalva; y así la inflación nos sigue arruinando.
Hablemos un momento de macroeconomía argentina: es de público conocimiento para los argentinos y los ciudadanos e inversores del mundo, que Argentina está atravesando una crisis económica fatal. Así, el excesivo gasto público en planes sociales, subsidios y otras “yerbas”, decantaron y decantan en déficit que el gobierno elige resolver emitiendo más y más dinero, lo cual, por lógica pura, genera inflación, mientras nos encontramos frente a un estado de situación de escasez de reservas. Por momentos pareciera que la inflación ya adoptó “vida propia”; los inversores y los ciudadanos de a pie parecen no creer en el valor de la moneda local, y compran dólares o compran de modo desmedido todo aquello que pueden, queriendo adelantarse al posible aumento de precios, lo cual genera más inflación. Por supuesto, existe un sector, casi la mitad de la población, que no compra dólares ni nada porque es pobre.
Cristina no es inteligente y quisiera contarles por qué: se escucha y se lee que la vicepresidenta no quiere ocupar el cargo de presidenta, y es lógico que así sea. En primer lugar, la crisis macroeconómica que atraviesa hoy Argentina más los compromisos de deuda pactados con el FMI que no vienen fáciles, implicarían que CFK presidenta se calce los guantes y pierda varios rounds o todos, hasta terminar el mandato en 2023. Por otra parte, +- 25% de apoyo electoral del cual goza la vicepresidenta es un número significativo, pero mucho más significativo es un 75% de rechazo, del cual aproximadamente 50% de este sector manifiesta un rechazo extremo a la alternativa de “Cristina presidenta”.
¿Recuerdan cuándo en 2003 Carlos Saúl Menem no compitió en el ballotage contra Néstor Kirchner luego de haberle ganado por unos pocos puntos en la primera vuelta? ¿Recuerdan que Menem eligió no competir en segunda vuelta y dejar que Néstor sea nombrado directamente presidente porque si no iba a perder de modo humillante? Cristina se parece tanto a Menem, no solo porque se le imputan varias causas por corrupción en su contra, o porque el ex presidente en los ´90 nos prometió “el salariazo y la revolución productiva” y luego nos empobreció mientras él y los suyos se enriquecieron obscenamente, sino también porque CFK sabe que si ella toma el poder, no solo puede resultar noqueada tras la gravísima situación económica argentina, sino que tiene plena claridad que cerca de la mitad del electorado se enfurecería “hasta el infinito y más allá” y podría manifestarse no solamente en redes sociales sino en las calles poniendo al descubierto aquello que si se pone al descubierto significa el “acabose político” de Cristina.
Menem al no haberse presentado en el ballotage en 2003, pudo preservar su vida política y más tarde pudo lograr ser senador en una lista del Frente para la Victoria y gozó de libertad gracias a los fueros por su cargo. Cristina si no asume la presidencia también puede resguardarse del rechazo masivo hacia su liderazgo político y además mantener fueros, como su compañero neoliberal.
Concluyendo: el descrédito constante de la vicepresidenta hacia el presidente colisiona (como diría la nueva ministra de Economía) con la posibilidad de que Alberto Fernández pueda seguir gobernando, y si Alberto deja su cargo, en la línea sucesoria Cristina pasa a ser la presidenta, pero ella no quiere ser presidenta, porque no le conviene ser presidenta.
Si Cristina fuese inteligente (y republicana) no estaría demoliendo hace meses la poca autoridad que le queda al presidente de los argentinos.
*Sandra Choroszczucha. Politóloga y Profesora de la UBA www.sandrach.com.ar