Es impresionante cómo se intensifica la velocidad con la que surgen nuevos escándalos teniendo como eje al ultraderechista presidente brasileño Jair Messias Bolsonaro.
Por si fuera poco la forma en que vienen a la luz las maniobras de corrupción involucrando a funcionarios – con foco en militares incrustados en puestos antes ocupados por técnicos y científicos – en el ministerio de Salud, ahora surge una denuncia con fuertes evidencias y un testimonio personal de lo que hasta ahora desconfiaban muchísimos brasileños: a lo largo de toda su carrera como diputado (28 años), Bolsonaro comandó un sistema de desviación de dinero público igualmente practicado por sus tres hijos que ocupan puestos parlamentarios.
Se trata de algo bastante común en el llamado “bajo clero” parlamentario brasileño, integrado por concejales, diputados y senadores de trayectoria obscura: contratar asesores fantasmas y quedarse con parte substancial, cuando no la totalidad, de sus sueldos.
Corren investigaciones sobre dos hijos presidenciales, el concejal por Río de Janeiro Carlos (quien pasa más de la mitad de su tiempo en Brasilia) y el senador Flavio, y ya surgieron pruebas concretas de tal práctica. Lo hacen, además, de manera ostensible: el senador, cuyo sueldo neto ronda los cinco mil dólares mensuales, compró hace poco una mansión en Brasilia por un millón doscientos mil dólares.
Siempre se desconfió del papá presidente, cuyo patrimonio es rigurosamente incompatible con lo que ganó a lo largo de toda su vida de diputado nacional. Pero ahora una excuñada denunció, con audios grabados, que su hermano fue echado del despacho de Bolsonaro en sus tiempos de diputado por negarse a entregar al jefe el 80% de su sueldo.
De acuerdo a la Constitución brasileña, un presidente no puede ser condenado por delitos cometidos antes de asumir su mandato. Pero puede ser investigado.
Como Bolsonaro infiltró gente de su confianza en todas las instituciones para protegerse y proteger a sus hijos, se considera difícil que la Fiscalía General abra la investigación. Pero el desgaste provocado por este nuevo escándalo no hará más que crecer la ya elevada marea de escándalos que cuánto más alta, mas desgasta al ultraderechista.
Se constata que además de proteger al esquema de alta corrupción instalado en el ministerio de Salud, y de antes haber protegido a su entonces ministro de Medio Ambiente acusado por autoridades de Estados Unidos de mancomunación con exportadores ilegales de madera de la Amazonia, Bolsonaro encabezada el esquema familiar de apropiarse de la mayor parte del sueldo de sus asesores parlamentarios.
A ver qué vendrá en el horizonte para apresurar el derretimiento del peor presidente de la historia de la República brasileña.
Por ahora, se entiende la principal razón de los esfuerzos al borde de la desesperación por lograr la reelección (algo cada vez más improbable, dicho sea de paso): si pierde el sillón presidencial, su destino siguiente será una cárcel. No solo por el genocidio que promovió: también por corrupto.